Importa Galicia

Alberto Barciela

Alberto Barciela

Los ciudadanos gallegos tenemos una gran responsabilidad el próximo domingo, día 18: hemos de decidir con libertad, pero también con serenidad, quién gobernará el destino de nuestra comunidad autónoma, y con ello la sanidad, la educación o la cultura que tanto amamos, la gestión de las infraestructuras o las líneas directrices de la industria, incluido el turismo o la energía, la atención a nuestros mayores, a las familias. Importa también, y mucho, el respeto a nuestras creencias. No, lo de votar, no es asunto baladí y, que se sepa, solo se otean dos opciones o alternativas: una mayoría absoluta y continuista del Partido Popular de Galicia o un bipartito, tripartito o cuatripartito rupturista, en fondos y formas, del BNG-PSdG (???).

Galicia es una tierra peculiar, poblada por ciudadanos que a fuerza de coraje han sabido posicionarse muy bien frente a otros territorios de esta España dolorida y triste. Lo hemos conseguido muy en especial desde el año 1990, desde la llegada de Manuel Fraga y los éxitos de Amancio Ortega y la moda, el empuje de las universidades, y otras circunstancias favorables que favorecieron nuestro desarrollo, como los gobiernos socialistas de Felipe González.

"Hemos de decidir con libertad, pero también con serenidad, quién gobernará el destino de nuestra comunidad autónoma"

Han sido alcances muy trabajados y exigentes, pero aquí estamos, con los pies en la tierra y los ojos frente al mar, como un espacio pujante, competitivo, moderno, dotado de las mejores infraestructuras y de servicios modélicos en ámbitos como la digitalización o la biotecnología. Los Caminos de Santiago nos han posicionado en el competitivo mundo del viaje y han demostrado que la colaboración interadministrativa puede funcionar con máxima eficacia, al margen de las ideologías. Gozamos de una industria agroalimentaria de éxito en el mundo, nuestros vinos y conservas son los mejores; construimos –con los avatares propios de los tiempos– los más modernos navíos... y, por ende, seguimos hablando dos idiomas sin mayores crisis existenciales que las de intentar entendernos entre estériles batallas localistas y puntuales desavenencias deportivas –casi ya ni eso–. Y, por si todo fuera poco, tenemos agua suficiente, aunque pueda y deba mejorarse su gestión. Galicia Calidade, el país soñado, con sus avatares y dificultades, con áreas mejorables, pero con diagnósticos ciertos de sus oportunidades, que son muchas, y de las soluciones que entre todos debemos encontrar.

Y tanto lo hemos conseguido pese a tantos como los que siempre negativizan cuanto de bueno ocurre en este Noroeste verde y hermoso, en el que hasta los temporales son de una belleza inigualable y en el que nuestra idiosincrasia nos lleva a celebrar miles de romerías y cientos de fiestas gastronómicas de renombre mundial, como la del cocido de Lalín, el pulpo –que no polbo– de Carballiño o la lamprea de Arbo. Somos como somos y a veces aún mejores, y se lo hemos contado al mundo a través de grandes literatos y periodistas. Que no se enteren o no se quieran enterar, es otra cosa.

"Los experimentos con gaseosa, que decía un catalán, Eugenio D´Ors. Galicia es lo único que importa, por eso ha de estar en buenas manos"

El domingo no votamos al Congreso, que tiene aburridos hasta a los leones; votamos a los candidatos a nuestro Parlamento autonómico –por cierto, qué gran presidente institucional ha sido Miguel Santalices–. Somos un pueblo pequeño y nos conocemos bien, nos reímos hasta de nuestra sombra, pero somos buenos anfitriones y generosos, y muy demócratas. Si respondemos con una pregunta es por saber si alguien quiere saber más de la cuenta. Y la retranca es nuestra arma defensiva, aquí sabemos de bancales, no de abascales; podemos si queremos, pero sabemos que las mareas vivas bajan también; creamos moda pero no nos impresionan las tendencias vicepresidenciales; tenemos alcaldes muy eficaces pero algunos no han entendido las autonomías, y encendemos las luces por las noches, no solo en Navidad. Las “trapalladas” como los pélets no logran intoxicarnos y puede que nunca mais confiemos en quienes han tratado de distorsionar y engañar para lograr sacar algo de un caladero de votos en la lejana y olvidada Galicia. Confío en que esta vez los invasores no crucen el río del olvido y se enteren de una vez y para siempre en algunas sedes madrileñas –aquí la sed la aplacamos con nuestra cerveza o con un buen vino, de D.O. propias– y conjuramos a las brujas en las queimadas.

El domingo votamos, hagámoslo con sentidiño. Como siempre. Los experimentos con gaseosa, que decía un catalán, Eugenio D´Ors. Galicia es lo único que importa, por eso ha de estar en buenas manos. Xa que cada un anda o seu, estemos nós ó noso. Eso pienso.

*Periodista

Suscríbete para seguir leyendo