el correo americano

El indulto

Xabier Fole

Xabier Fole

Richard Norton Smith cuenta en una nueva biografía del presidente Gerald Ford que este último indultó a Richard Nixon no porque quería perdonarlo, sino “porque quería olvidarlo”. El objetivo era pasar página, centrarse en los problemas que afrontaba el país, que eran muchos (la inflación, la crisis energética, un alto índice de desempleo, el colapso de Vietnam del Sur, la Guerra Fría, etc.), y terminar por fin con aquella “pesadilla nacional”, en palabras del propio Ford al asumir el cargo. Cuando Ford convocaba una rueda de prensa, o intentaba promover un plan o aprobar una ley, el gigantesco dinosaurio nixoniano todavía estaba ahí, esperándolo, con su oscura y alargada sombra, atrayendo toda la atención mediática. ¿Qué se podía hacer con Richard Nixon, el hombre que había provocado una de las mayores crisis constitucionales de la historia?

Ford era un tipo pragmático, del estilo Eisenhower, ideológicamente flexible, de centroderecha, un moderado, que diríamos hoy, lo cual no quiere decir que no tuviera principios, sino que estaba abierto al diálogo con el adversario (Smith recuerda que Ford invitó a George McGovern a una de sus cenas de estado, ante lo cual el político demócrata, famoso por su progresismo radical, se mostró un tanto sorprendido, pues Lyndon Johnson y Nixon jamás contaron con él para esos eventos. Ford le respondió que precisamente por eso lo había invitado). Esas características parecían convertir a Ford en la persona ideal para liderar a Estados Unidos durante la era post-Watergate, cuando el país necesitaba volver a confiar en las instituciones. Pero lo pagó caro.

Tras el indulto, la popularidad de Ford descendió del 71% al 20%; perdió las elecciones en 1976. Muchos no lo entendieron y recibieron la noticia con enojo (“el hijo de perra indultó al hijo de perra”, le dijo Carl Bernstein a Bob Woodward.) Sin embargo, viéndolo ahora con perspectiva, Smith piensa que Ford hizo lo que tenía que hacer, al anteponer los intereses del país a sus ambiciones personales; junto con su esposa Betty (una de las primeras damas más independientes y políticamente influyentes), Ford restauró la decencia en la Casa Blanca y Estados Unidos pudo superar aquel tenebroso episodio.

"Ford indultó a Nixon para mirar hacia adelante y enfocarse en “lo importante” porque sentía que se había perdido demasiado tiempo con los escándalos de su antecesor"

Tras conocerse el horizonte penal de Donald Trump, expresidente y candidato republicano a las elecciones, ahora imputado en tres casos distintos, se ha vuelto hablar mucho sobre el tema del indulto. El indulto como un mecanismo de borrón y cuenta nueva, de evitar males mayores en una sociedad extremadamente polarizada. El indulto, también, como un obsceno exhibicionismo de impunidad, como un precedente peligroso para la democracia, como una carta blanca para los presidentes que abusan (o pretenden abusar) de su poder. Y el indulto, finalmente, como venganza, como una estrategia para desautorizar a la Justicia. Como casi siempre, las circunstancias nos ayudan a despejar las dudas. Nixon, cuando supo que no tenía apoyos suficientes, dimitió, abandonando con un cierto deshonor la vida pública. Trump, en cambio, sigue negando los resultados de las elecciones, elogiando a la muchedumbre que asaltó el Capitolio, insultando y amenazando a fiscales y testigos, etc.

Ford indultó a Nixon para mirar hacia adelante y enfocarse en “lo importante” porque sentía que se había perdido demasiado tiempo con los escándalos de su antecesor y, según las posibles consecuencias penales, se iba a seguir perdiendo mucho más tiempo, por lo que su administración tendría que agotar todo su capital político en defenderse de las acciones de otros. Para Ford, con el indulto se acababa la discusión; todos los ciudadanos despertarían aliviados de aquella pesadilla. Pero con el indulto no se superaba la crisis constitucional (el trauma nacional): se enterraba. Y ahora la pesadilla (infinita) ha resurgido y se ha convertido en “lo importante”: la decencia perdida, el abuso de poder, la debilitación de las instituciones. El indulto, ahora, es una promesa electoral.