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Furia, frío y miedo en la última del “Pitanxo”

Sin calefacción. Con la ropa mojada. Entre gritos. El relato de los tripulantes del pesquero exhibe un tormento a bordo antes de la tragedia final en medio del Atlántico

La temperatura es amable al sol. En cubierta se pasa de los 17 grados y se agradece la brisa de Teis. No parece un 26 de enero, en realidad. Pero poco importa para estos hombres: hay problemas en la sala de máquinas, no han podido ducharse en varios días –no tenían agua– y están en cuarentena de 72 horas tras haber dejado en tierra, en Marín, a un positivo por coronavirus. Así que ni siquiera hay tregua para estirar las piernas en el muelle de Frigalsa, al abrigo de mar abierto.

Me acaba de decir el capitán que estoy dentro de los negativos, pero faltan dos muchachos que ingresaron ayer. Hay que esperar que les den los resultados, esperemos que sean negativos para salir tranquilos.

Es uno de los 24 tripulantes del Villa de Pitanxo, un pesquero de 50 metros de Grupo Nores. Informa por teléfono a su hija.

De los dos que faltaban salió uno positivo y ahora hay que esperar para saber, dicen que vamos a tener que estar tres días [en cuarentena].

Ésta no se cumple. El buque pone proa a la mar a las 18:45 de la tarde de ese mismo día.

Ya estamos saliendo, estamos negativos. Cuídense mucho.

El 15 de febrero, en medio del Atlántico y a mandos del capitán Juan Enrique Padín, consumía 21 vidas. Había avisos de tormenta, pero la tempestad a bordo había empezado mucho antes, como se lamenta este otro marinero.

Hacen las cosas tan mal que como se entere la autoridad portuaria le clausura el barco. El barco mete agua por el parque de pesca.

Este es el relato de la última marea del Villa de Pitanxo, con informes técnicos y mensajes de tripulantes, facilitados a FARO por familiares y para cuya divulgación ha contado con su consentimiento expreso, eludiendo su identificación (los mensajes de embarcados están destacados en letra cursiva). Tanto el patrón de la embarcación como la armadora serán investigados por cuatro delitos, una vez que la Audiencia Nacional ha admitido a trámite querellas presentadas por las familias y tras analizar las primeras diligencias practicadas por la Guardia Civil: homicidio por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, encubrimiento y falsificación documental.

Contagios

Pasan cuatro días cuando que se detectan los primeros positivos por COVID. Son dos. Padín, enervado – “puede ser muy buen patrón, pero educación, ninguna. Ya se cagó en Dios”–, opta por aislarlos en un pañol adaptado para guardar útiles de pesca, con un par de palés haciendo de suelo, cubiertos con cartones.

“Donde los están confinando es peor que donde duermen los perros. No hay ventilación”

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Donde los están confinando es peor que donde duermen los perros. No hay ventilación ninguna.

El 2 de febrero afloran cuatro positivos más. El capitán opta por sacar a algunos marineros de sus camarotes para aislar a los seis contagiados. Es cuando –como aseguró en una entrevista con este periódico– llama a Centro Radio Médico de Madrid, que depende del Instituto Social de la Marina (ISM). El Ministerio de Seguridad Social ha eludido confirmar, a preguntas de FARO, si existió esa comunicación. Fuentes de esta cartera apuntan a que se trata de información privada y sujeta a una investigación. En todo caso, el Gobierno apunta a que la labor de los médicos del ISM es puramente “asistencial”. “La aplicación del dicho protocolo al sector marítimo pesquero y a cada barco es competencia del servicio de prevención que haya concertado el armador, siendo función del ISM el seguimiento asistencial de cada paciente en concreto”. Pero esta directriz no es la que consta en la página web del Ministerio de Pesca, que establece que “el Centro Radio Médico será el encargado de dictaminar si urge una evacuación y el seguimiento del caso”. Aquí se le atribuye, en definitiva, un rol más que “asistencial”.

Sea como fuere, Padín incide en que recibe órdenes de hacer “vida normal”, y es lo que hace.

Recogida del aparejo a bordo. / FDV

Los contagiados están todos trabajando. Es día 3 de febrero.

El motor diésel Wärtsilä modelo 9L20 lleva al Villa de Pitanxo a zona de pesca en siete días, para las primeras maniobras de largada y virada (recogida) del aparejo. No importa la graduación de los tripulantes, a todos se les ordena bajar al parque de pesca a procesar el pescado.

En el otro barco ya podían tener el pescado subiendo al puente que los de máquinas tenían su horario de máquinas, no de trabajar el pescado.

No hay descanso. Ni siquiera para los enfermos de COVID, que sí muestran síntomas y así lo contaron a los suyos, preocupados desde casa. “Cuando se enfermó, al principio tomaba su propia medicación de casa, el patrón ni siquiera se la daba y le hacían trabajar en esas condiciones”, relata una familiar.

“Mi hijo se reventaba a toser y contagió a su compañero. Padecía asma”

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Los mensajes, las fotos y las notas de voz. Un testimonio postrero de los 21 que no están, y que releen, reescuchan y miran una y otra vez los que les querían. “Mi hijo se reventaba a toser y contagió al biólogo, que dormían juntos. Mi hijo padecía asma”, lamenta otro.

mensaje whatsapp marineros Pitanxo

El frío

La de los pesqueros escarchados, enfundados en hielo, es una de las imágenes que evidencia la dureza del caladero de NAFO, donde solo en los meses de julio y agosto muestra cierta misericordia. Es aquí, en esta ventana de piedad meteorológica, para cuando las familias exigen que se flete un buque con sonda lateral o magnetómetro y capacidad para llevar a bordo un robot (ROV, remoted operated vehicle) que permita bajar hasta donde reposan los restos del Villa de Pitanxo. El estado del aparejo, los cables de las maquinillas de cubierta o los sistemas de desagüe pueden aportar, insisten, información crucial para esclarecer los motivos del naufragio. El Gobierno, de momento, ha delegado esta decisión en el juez, a pesar de que el Supremo no ha decidido si la instrucción debe dirigirse desde la Audiencia Nacional o desde el juzgado de Marín.

El frío...

Marineros, retirando hielo del pesquero. / CEDIDA

Las placas que se forman en cubierta durante la marea se retiran a martillazos para que no afecten a la estabilidad del buque.

Pero dentro, en el Villa de Pitanxo, no se pone la calefacción. Incluso hay reticencias a la hora de repartir las mantas. “Tenían frío”. Han pasado cinco días desde que el pesquero iniciara los trabajos de pesca en NAFO, a unas 300 millas al este de San Juan de Terranova.

Aquí en el camarote hace un frío de mil cojones, ya está el hielo por todas partes. No quieren ponerla y es necesario. Solo duermo con la sábana [...] Me duelen al dormir las articulaciones.

Fuera, la temperatura ronda los dos grados positivos, con una sensación térmica que alcanza los -17º.

“Aquí te congelas, ya está el hielo por todas partes”

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Te congelas, ya está el hielo por todas partes. Por encima del guardacalor está el agua congelada.

El buque está pescando bien, con largadas y viradas continuas.

Yo por acá con mucho pescado, lo cual es bueno para pronto estar en tierra.

El trabajo

 Pero hay muy poco descanso entre el personal. Casi no existe.

“Estoy trabajando en el parque 20 horas, muchas horas despierto encima. Ya estamos todos quemados”

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Pues estoy trabajando en el parque 20 horas como los demás marineros, es el quinto día de pesca y ya la gente está quemadísima. Estamos todos quemados de dormir tres horas diarias, más o menos, y todos nos preguntamos cuándo vamos a volver para casa.

Todos los mensajes que trasladan los tripulantes del Pitanxo a los suyos coinciden, como refleja esta mujer. Resentidos por el COVID “les decía que tenían que seguir trabajando. No aislaban a los enfermos porque estaban todos juntos. No les respetaba las horas de la comida y la cena, tenían que dejar de comer para trabajar”. A marineros de este buque se le restaban casi 240 euros mensuales de la nómina por alimentación y agua.

Me duelen los pies de tantas horas de pie.

En el parque de pesca, donde se procesan las capturas que llenan el copo, la actividad no cesa.

Trabajo en cubierta en el “Villa de Pitanxo”, en una marea anterior. / FDV

“Los insultaba, los llamaba muertos de hambre, que estaban allí para trabajar y no para vaguear. Cosas de este tipo”.

“Les insultaba, les llamaba muertos de hambre. Que estaban allí para trabajar y no para vaguear”

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Si tuviera futuro en este barco ya me estarían enseñando todo lo que sabe el costa y no me están enseñando nada, solo estoy en el parque y ya. Es una quemada que esté abajo seguido sin guardias ni nada.

“Mi marido dormía en una cama rota, trabajaban con la ropa mojada”.

Tan pronto acabemos la descarga, al llegar a tierra, no me verán el pelo. Marineros se le marcharon un montón de ellos, trabajan como esclavos y después no le pagan [...] Te dan lo que le sale a ellos de los cojones, quién controla a cómo venden el pescado.

Ya está el energúmeno ese berrando [...] Tiene la suerte de que pesca bien y los armadores le dan carta blanca.

Maniobra de largada del aparejo. / FDV

El escaso tiempo de descanso se pasa en pequeños camarotes, sobre todo los de los marineros. El personal con titulación duerme en una altura del buque, y los demás en otra.

“Si ves cómo están los camarotes de los marineros... le llega la mierda al techo”

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Si ves cómo están los camarotes de los marineros... Le llega la mierda al techo. Da pena, hacinados como sardinas, un olor a humanidad y a basura...

Hasta se cuela gasóleo en uno de ellos, por una tubería picada o por el estado del tanque.

El temporal

El Centro de Predicción del Océano en Washington DC (National Weather Service Weather Prediction Center, NWS) emitió, durante la madrugada del 14 de febrero, un aviso por el temporal que cercaba la zona. Hurricane force wind warning, aviso de vientos con fuerza huracanada. Rachas de hasta 65 nudos (más de 120 kilómetros por hora) y olas de casi siete metros. La situación no mejoró entre las 4 y las 4:30 UTC del día siguiente, cuando, según el capitán, el motor principal dejó de funcionar sin motivo aparente. El viento se mantuvo en fuerza 8, con “mar muy gruesa con intervalos de arbolada”.

Aquí con el temporal está volando todo por los camarotes–, escribe este marinero a las 02:51.

“Su última comunicación fue el 15 de febrero a las 3:15”.

Cuida de los niños.

A las 03:57.

Y después, el silencio.

Tanto en la entrevista que dio a FARO como en sus declaraciones ante la Guardia Civil, los técnicos de la Ciaim (Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos) y el juez Ismael Moreno, Juan Padín asegura que dio orden de evacuación y de vestir la ropa térmica a todos los tripulantes.

“A las personas que estaban en el parque de pesca y entrepuente nadie los avisó. Quedaron atrapados como perros”. Es un dardo escuchar esto de quien da por seguro que tiene a un hijo en el fondo del mar, pero coincide con el testimonio de Samuel Kwesie Koufie, uno de los tres supervivientes (el tercero, Eduardo Rial, es el sobrino del patrón). “Que en ningún momento –dice el auto de la Audiencia Nacional– el capitán dio orden de ponerse los trajes de supervivencia, aunque él y su sobrino sí los llevaban, lo que le sorprendió”.

Samuel resistió más de cinco horas de pie, sobre la balsa salvavidas, atando con cabos a los marineros que iban muriendo de frío.

En el Playa Menduiña Dos, el pesquero que los rescató, pidió no compartir camarote con Padín y Rial. Les tenía miedo.

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