Intercambio de alegría y sabiduría en la vuelta al cole de los abuelos

El CEIP Canicouva celebra por primera vez una convivencia entre sus 300 alumnos y ocho mayores del Centro de Día Parque Castrelos para favorecer el aprendizaje intergeneracional

Un encuentro para acercarse en edades.

Marta G. Brea

Carolina Sertal

Carolina Sertal

Doblan la esquina del edificio con calma, fijándose a cada paso en donde pisan. Primero un pie, luego otro, después el andador. Caminan todo lo rápido que les permiten unas piernas que ya superan los 80 años y que en otra época recorrieron los arenales vigueses, los pasillos de Povisa, los del colegio San Fernando e incluso los de las instalaciones de FARO, para cumplir con sus obligaciones como voluntarias, profesores de música y personal de la limpieza. Recorren ahora el exterior del colegio que está “a un paso” del centro de día al que acuden todas las semanas, liderando a decenas de niños y niñas del centro educativo con los que están participando en la prueba de la milla y, tras unas vueltas al colegio, toca un descanso.

Rodeadas del gran bullicio que forman los pequeños por lo emocionante de la visita, Alicia, Elvira, Mary y Rosa se sientan unos minutos para reponer fuerzas. Llegan entonces sus otros compañeros, Amparo, Marina, Alejandro y José, quien se arranca a tocar la pandereta, mientras niños y niñas empiezan a aplaudir acompasados y entonan la letra de A saia da Carolina, una canción “de las de siempre” que salva en un momento para el recuerdo la amplia diferencia de edad que separa a ocho usuarios del Centro de Día Parque Castrelos y al alumnado del CEIP Canicouva.

Llevaban años tanteando la posibilidad y por fin ayer la dirección de este colegio vigués pudo celebrar por primera vez una jornada de convivencia entre sus 300 estudiantes, con edades comprendidas entre los tres y los 12 años, y ocho mayores del Centro de Día Parque de Castrelos, que se desplazaron al centro educativo para conocer las instalaciones y participar con los pequeños en juegos tradicionales, actuaciones musicales y también en el proyecto que este año está desarrollando el CEIP Canicouva, que tiene como temática principal las Olimpiadas.

Carlota Rey es la directora de este colegio de la ciudad y, en medio del trajín que supone la organización y coordinación de una convivencia de estas características, se paraba unos minutos para contar que “la idea nació porque consideramos que las oportunidades de aprendizaje más funcionales son las que surgen del entorno más próximo y teniendo un centro de día al lado del colegio nos parecía una buena idea celebrar unas jornadas así. Llevábamos varios cursos valorándolo y nos pusimos en contacto con el centro, que estuvieron abiertos a todo, ahora estamos deseando repetir. Este es el primer encuentro, pero no va a ser el último”.

Llevábamos varios cursos valorándolo y ahora estamos deseando repetir

Asimismo, la responsable del CEIP Canicouva destacó que “asociamos la jornada al proyecto de las Olimpiadas, de ahí que haya muchas actividades motrices y los niños también llevan toda la semana ensayando canciones tradicionales porque sabían que iban a tener esta visita. Los mayores pueden aportar mucho a los niños y es una forma de favorecer un intercambio intergeneracional de forma lúdica. Llevamos toda la mañana muy emocionados”.

Con besos por el aire y abrazos, los pequeños se despiden de los ocho mayores del centro de día porque toca merendar. Sentados a la mesa tomando un café, Mary, Amparo, Marina, Alejandro, Elvira, Alicia, Rosa y José afirman que les gustó mucho el colegio Canicouva, que “lo tienen todo muy bonito” y también señalan que “es una maravilla” poder compartir momentos como los vividos durante la mañana. En este sentido, Alejandro apunta que “lo mejor es la alegría que tienen los niños, poder estar con ellos” y a su lado Elvira, quien trabajó más de 30 años en FARO, asiente: “Nos gustaron mucho los niños, su alegría, están muy bien educados. Fueron muy cariñosos con nosotros”. José confiesa que antes de la visita estaba un poco nervioso porque tenía pensado llevar la pandereta para tocar, pero no había practicado. Sin embargo, este profesor de música jubilado y fundador del colegio San Fernando cautivó a todos los pequeños. Y, precisamente, donde haya música siempre va a estar Rosa para cantar o echar un baile. “O galo cando canta é día, é día...”, demuestra.

Es hora de continuar el programa de actividades, así que los ocho mayores salen de nuevo al exterior, en donde les espera una gran sorpresa. La pequeña Gabriela aparece junto a su familia vestida con un traje tradicional y, gaita bajo el brazo, inunda el patio cubierto con sonidos que son todo un homenaje a los invitados más especiales.

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