Tres generaciones como el nexo hasta la gran pantalla

De niño, disfrutaba de las películas mudas del desaparecido cine Calvario, donde intentaba convencer al trabajador de la puerta para que le dejara entrar gratis. Huérfano de padre desde los 9 años, este vigués que este año se habría convertido en centenario trabajó allí donde pudo –vendedor de periódicos, pinche en una barbería, limpiando zapatos...–, hasta que a los 15 años empezó a vender caramelos en el Royalty el Rosalía de Castro. Desde entonces, Emilio Baños Santos consagró su vida al mundo cinematográfico hasta convertirse en una institución en el sector en Galicia desde uno de los ámbitos que pasan más desapercibidos: el de la distribución. El nexo de unión entre la parte creativa y el exhibidor. En 1953, creó Baños Films que hoy lleva la tercera generación familiar y que es la única distribuidora convencional de cine gallega que pervive.

“Mi abuelo se identificaba con “Cinema Paradiso”, recuerda su nieto Milo Baños, que hoy lleva las riendas del negocio junto a su hermano Pablo. Emilio Baños Santos entró a trabajar en el cine como vendedor de dulces en los descansos, pero luego fue operador, distribuidor, exhibidor y también productor. Incluso, como en la película de Tornatore, sufrió un incendio en la cabina de proyección del cine Traviesas en un pase de un filme de Spencer Tracy. Y es que el peligro que suponía el material inflamable de las bobinas de celuloide de aquella época hacía incluso que los operadores tuvieran que cualificarse ante el Gobierno civil. Él lo hizo en 1941.

“Rembrandt”, de Korda, “Delator anónimo”, de Howard, o “Canelita en rama” de Maroto, fueron algunas de las cintas con las que se inició hace 12 años después en el mundo de la distribución, compatibilizándolo aún con la profesión de operador. En 1961 manejaba ya unos 150 títulos. Y aunque era su ocupación fundamental, no dejaba de hacer otras cosas como incursiones en la distribución discográfica, representación de artistas –como la folclórica Estrellita Castro o el actor Xan das Bolas–, actor por unas horas, ayudante el operador de cámara del NO-DO para Galicia en algunas ocasiones...

En 2003, Fraga Iribarne dijo de él que fue “un dos nomes fundamentais da industria cinematográfica galega nos últimos decenios”. “Foi ante todo un emprendedor, un home adiantado ao seu tempo”, escribió el ex presidente de la Xunta para la biografía “Unha vida entre películas”, que de él escribió Miguel Anxo Fernández.

Relevo

Su hijo mayor, también Emilio, cogió las riendas a finales de los 80 y hoy son sus nietos, Milo y Pablo los que llevan el timón. “Llegamos de forma accidental”, admite Milo, que estudió Historia y ejerció dos años de arqueólogo antes de llegar al negocio familiar. Pablo, diplomado en Magisterio, acudió hace 30 años para ayudar en la digitalización de la empresa y ya se quedó.

Todo ha cambiado mucho en estas siete décadas. Antes distribuían bobinas de celuloide para proyectores de arrastre mecánico. Aún conservan centenares en depósito en su nave de Sárdoma. Las copias eran caras –entre 800 y mil euros– por lo que se hacían pocas. Se exhibían durante dos o tres meses y se iban deteriorando con las máquinas. En la primera década de este siglo se cambió al sistema de proyección digital. Ahora se distribuyen en discos duros o a través de un enlace, lo que supone menos costes de copia, de transportes –las bobinas pesaban 25 kilos– y de personal operador –ahora es pulsar un botón frente a las dos o tres horas de los anteriores montajes–.

Milo defiende el valor añadido del cine para ver las películas por sus instalaciones y por convertirlo en un acto de socialización. La aparición de la televisión, del vídeo, de las plataformas online... Ellos han ido capeando todas las crisis del sector. De la decena de distribuidoras que había a finales de los 70 en Galicia, solo quedan ellos. ¿Cuál es su secreto? “Una preocupación genuina por nuestros clientes”, responde Milo y añade que “ellos están por encima de todo” porque les interesa que les vaya bien a ellos y a toda la industria gallega.

De hecho, mantienen ese interés del abuelo por impulsar el cine desde Galicia. Milo forma parte de la actual directiva de la Academia Galega del Audiovisual. “Tenemos potencia y muchísimo valor, mucha calidad. Estamos exportando profesionales”, defiende y apunta a la “idiosincracia” gallega, con una lengua y una televisión propia, como uno de los principales motivos. Considera que el camino ahora es “regenerarse, adaptarse y acercarse al público”. Para esta industria con “un retorno importantísimo” pide más apoyo de la Administración y, entre otras cosas, que la RTVG siga apostando por producción propia.

Impulso del cine gallego

En esa línea de la necesidad de adaptarse, Baños Films es un firme exponente con la diversificación de su negocio. Antes, el 95% era la distribución convencional. Representan a varias marcas comerciales y en un territorio –a veces es Galicia, pero otras llegan a toda la cornisa cantábrica–, como agentes o comerciales, tienen que colocarlas en los cines comerciales.

En los últimos años han incorporado tres líneas más. La primera es la exhibición non-theatrical, es decir, proyecciones en las que no se cobra entrada y donde la cinta tiene más de un año para no hacer competencia a los cines. Suelen estar organizadas por instituciones y asociaciones, como las sesiones al aire libre de los ayuntamientos o los ciclos temáticos de diversas entidades. Ya suponen el 30% de su facturación.

También se han adentrado, desde 2015, en el mundo de la exhibición para llevar el cine comercial y actual a poblaciones donde ya no hay salas. Lo hacen con ayuntamientos y ya están en los de As Pontes, Verín, A Rúa y O Barco. “También es una iniciativa que ayuda a fijar población”, defienden.

Su última ampliación ha sido hacia la realización de películas con su propio sello en colaboración n productoras gallegas. “Es indispensable la comunicación luida entre los diferentes agentes del cine gallego. Hay que potenciar la colaboración.

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