Un jardín para todas las formas de sentir

Las arquitectas que diseñaron el recorrido sensorial e inclusivo de los jardines históricos del Pazo Quiñones de León llaman a conservarlo y disfrutarlo entre todos

El jardín histórico de Castrelos se convierte en inclusivo

Marta G. Brea / Pedro Fernández

Cuando el Concello de Vigo contactó con el binomio que forma BMJ arquitectos en el marco del proyecto accesibilidad 2010, les pidió que crearan un jardín para ciegos al final de la finca del Pazo de Castrelos. Belinda Besada y Marister Failde acudieron al parque a examinar el espacio e inspirarse. El sonido del agua, los múltiples olores que resalta la lluvia tras su paso, las texturas de las raíces sobre el terreno o de los frutos y hojas caídas y el resto de estímulos sensoriales con los que se encontraron en su paseo les hicieron darse cuenta del error de planteamiento. No era necesario un jardín específico para personas invidentes, sino elementos que les facilitaran el disfrute de la belleza del existente con autonomía.

Y así crearon la cinta-guía recorrido sensorial. Algo único en los parterres nacionales. Es uno de sus proyectos más queridos y les ha reportado bastantes satisfacciones. Ha recibido la mención especial en la categoría educación, formación y sensibilización de los Premios Europanostra 2012. Ha estado entre los finalistas de los Premios XII BEAU de la bienal de arquitectura española del 2012. Fue finalista en los bid_14 de la IV bienal iberoamericana de diseño. Y ha estado expuesto en dos ocasiones en el madrileño complejo de Matadero.

Sin embargo, también ha sido fuente de frustración. En los últimos años, la falta de civismo de algunos y de desatención de otros, llevó a la instalación a estar descuidada y no explotar todas sus posibilidades. Ahora, que vuelve a lucir con todos sus recursos –aunque el paso del tiempo ha deteriorado algunos puntos del texto en braille–, buscan que gane visibilidad para conservarlo entre todos. “No se puede valorar lo que no se conoce”, sostienen.

Lorena Fernández Franco, subdirectora de la ONCE en Vigo, explica que cada vez hay más iniciativas encaminadas a favorecer la autonomía en las personas invidentes, pero suelen olvidarse del ocio y la cultura. Ellos demandan que todo sea inclusivo. “Que los espacios que hay sean para toda la sociedad, incluidos nosotros”, destaca.

Esa es la idea detrás de este proyecto, que las autoras crearon para el disfrute de todos. Diseñaron una cinta metálica continua desde el acceso y hasta el final del recorrido, en la mesa de los sentidos. Que sea de acero corten no es un capricho. Con su bastón, Lorena va golpeando este bordillo de referencia y el sonido que recibe le permite seguirlo y distinguir las diferentes situaciones. “Sin esta guía, tendría que ir siempre acompañada por una persona o por un perro. Me desorientaría. No sabría hacia dónde tengo que ir ni sería capaz de regresar”, explica Lorena.

Además, querían un material “que envejeciera con el jardín” y que lo pudieran trabajar y clavar en el suelo de forma que no dañara “ni una sola raíz”. “Que parezca que siempre ha estado ahí”, destacan las arquitectas.

La instalación del árbol de las tulipas (izq.) y Lorena siguiendo la guía de acero, en presencia de Marister.

Lorena siguiendo la guía de acero, en presencia de Marister. / Marta G. Brea

La cinta se apoya en el suelo en los cruces y se eleva convirtiéndose en una mesa interpretativa en puntos singulares del jardín. Uno de los primeros es el de los magnolios. Junto a un texto explicativo en braille y el mismo en alto relieve –ayuda a las personas con déficit visual más moderado–, una bandeja contiene sus frutos. “No sabía que era así”, exclama Lorena con uno en la mano. En otras épocas estarán sus flores o sus hojas. También en alto relieve puede palpar una reproducción del árbol para hacerse una idea de su porte.

Para captar mejor la envergadura del tronco árbol de las tulipas, crearon un círculo metálico en el suelo y diseñaron un itinerario alrededor del real mediante una cuerda. Siguiéndola, también se facilita la percepción del tacto de la corteza.

Las arquitectas que diseñaron el recorrido sensorial e inclusivo de los jardines históricos del Pazo Quiñones de León llaman a conservarlo y disfrutarlo entre todos

Lorena palpa los frutos del magnolio por primera vez / Marta G. Brea

El broche final de la ruta es la mesa de los sentidos, con espacios destinados a las texturas, los sonidos, los colores y los aromas. Para ello, en este enclave cultivan diferentes plantas aromáticas o de tactos especiales –como las orejas de conejo–. E introducen algunas de ellas y otras del resto del jardín en unos compartimentos circulares.

El servicio de Patrimonio Histórico es el encargado de que la cinta disponga de estos recursos naturales según la época del año. “El jardín sensorial convirtió los excepcionales jardines de Castrelos en un lugar accesible para personas con discapacidad visual. Seguimos poniendo en valor estos espacios municipales”, destaca el alcalde de Vigo, Abel Caballero.

Los jardineros colaboraron mano a mano con el diseño del proyecto. La ONCE participó “desde el principio” con la traducción de los textos al braille y asesoramiento sobre pictogramas y accesibilidad. Quieren expandir a otros municipios esta obra “supereconómica” –fueron 40.000 euros–. La cuestión es cuidarla entre todos luego.

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