Un PXOM “respetuoso” que impulsa la rehabilitación y las zonas naturales

El arquitecto Alexandre Mouriño, coautor del Halo y el carril bici municipal, destaca la importancia de los espacios verdes para cohesionar el territorio

Echa en falta “ordenaciones detalladas”

Alexandre Mouriño, con Castrelos al fondo.

Alexandre Mouriño, con Castrelos al fondo. / Alba Villar

Un Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) que “diseña una planificación respetuosa con lo existente y propicia acciones de rehabilitación sobre los actuales tejidos antes que la imposición de una supuesta buena forma urbana”. Así resume la revisión del planeamiento vigués el arquitecto Alexandre Mouriño Fernández, coautor del Halo, inaugurado a mediados de febrero, y el carril bici de la ciudad impulsado por el Concello. Asegura que “lo más complejo” que traerá bajo el brazo este documento en tramitación “será ejecutar correctamente esta rehabilitación para conseguir que las metas que parece que el Plan persigue se cumplan de la forma proyectada”.

Este profesional indica que “Vigo es una ciudad multicentral desde su origen y que, en su interior, alberga estructuras urbanas muy consolidadas, tanto socialmente como desde el punto de vista de lo construido y el espacio urbano pese a que no siempre presentan un valor patrimonial: pequeños núcleos de base incrustados en la trama consolidada”. Añade que este nuevo Plan Xeral olívico, “al ser un instrumento de ordenación integral, ha procurado claramente mantener esa diversidad de situaciones que, muchas veces a lo largo de la historia, se resistió a los intentos de introducir formas y planificaciones diferentes”.

“De ahí que sea complejo diferenciar o valorar diferentes partes del territorio municipal. Unas están acabadas en su definición; otras, pendientes de transformación, mejora y acabado; y, en otras, solo caben medidas paliativas, al menos, en el corto plazo”, comenta antes de dejar claro que el nuevo PXOM “es un documento fundamental para el buen desarrollo de una ciudad”, por lo que “tiene que articular de manera equilibrada aspectos tangibles del territorio, como su geografía o morfología urbana, así como intangibles, como la sociología, la economía o la proyección demográfica”.

Defiende la importancia de que cada Plan Xeral contenga “una impronta o línea rectora que sirva de soporte a cada una de las decisiones que se toman y pueda ser muy variado conforme se adapta a las circunstancias contextuales durante el período temporal en el que fue redactado”, pero aprovecha para hacer un llamamiento a repensar este tipo de documentos para que sean “más ágiles, vivos y flexibles” y puedan estar “en constante desarrollo y adaptación” a la realidad de la sociedad.

Analizado el nuevo Plan Xeral olívico, que se espera aprobar definitivamente este año tras ser validado provisionalmente a finales de 2023 por el pleno municipal, Mouriño indica que, “quizás, el espacio con una componente más estratégica y a la vez delicado sea la primera periferia de la ciudad consolidada, donde están por implementarse actuaciones de cosido, no necesariamente sobre la base de la nueva urbanización, sino implementando la infraestructura verde para que esta sea capaz de articular una nueva forma de crecimiento y en donde el río Lagares y sus conexiones al interior de la ciudad consolidada juegan un papel singular”. “Se desprende de este Plan una intencionalidad de no colmatar ciertos espacios intentando cohesionar el territorio con la puesta en valor de los espacios naturales que, en momentos, se convierten en barrera, integrándolos en la mancha urbana, que no siempre debe resolverse con malla urbana edificada”, explica.

Diferencias con el Plan Xeral de 2008

Preguntado por las diferencias más llamativas del Plan en tramitación y el aprobado en 2008 –lo tumbó el Tribunal Supremo en 2015–, Mouriño, señala que “un punto evidente” en el que difieren es que el actual es “más contenido en cuanto a las proyecciones demográficas”. “Abandona el crecimiento inmobiliario como motor de desarrollo, crecimiento que, en el contexto de precrisis inmobiliaria, era entendible. Programaba un crecimiento de 140.000 viviendas –frente a las más de 50.000 del planeamiento en tramitación–, tantas como las existentes en la ciudad actualmente”, anota, a la vez que muestra su sorpresa por la falta de incorporación de “ordenaciones detalladas para hacer más eficaz y ágil el documento y sus propuestas” visto que se proponen muchas menos viviendas que en el Plan tumbado por la justicia: “Se anula por un defecto en la tramitación ambiental, y lo ambiental forma parte del actual Plan desde el principio. No son comparables”.

Sobre el vial de Beade y Bembrive, también conocido como PO-010, considera que “debe ser leído en su escala metropolitana”: “De ahí que se eche en falta una planificación supramunicipal”. “La futura entrada en servicio de la nueva autovía de Porriño va a permitir una nueva lectura de la infraestructura viaria comarcal claramente diferente de la actual y este nuevo vial formará parte del sistema”, defiende Mouriño.

En cuanto a la polémica de Cabo Estai, apunta que su clasificación como suelo urbano “ya está en el Plan de 1993, en el de 2008 y en el Instrumento de Ordenación Provisional (IOP), por lo que el nuevo Plan no viene más que a constatar una situación de facto”, aunque indica que esto “no impide señalar que esta permanencia documento tras documento no debería haber impedido una situación claramente anómala”.

“El largo proceso de redacción y entrada en vigor de los Planes no se corresponde con la realidad de la sociedad”

Alexandre Mouriño hace una reflexión general sobre los tiempos de tramitación de los Planes Generales de las ciudades, siempre extensa. “Si bien la aprobación de este Plan Xeral es algo muy necesario para el correcto desarrollo de la ciudad, como urbanistas, debemos repensar la figura de los PXOM, ya que el largo proceso de redacción y entrada en vigor de los mismos es asíncrono con respecto a la realidad líquida de la sociedad actual”, anota.

Considera necesarios “documentos más ágiles, vivos y flexibles que estén en constante desarrollo y adaptación a una realidad socioeconómica cada vez más cambiante”, aunque, “por supuesto, sin renunciar a que una ciudad debe tener unas líneas rectoras básicas que se deben respetar.” “En resumen, se ha de tener una idea clara de ciudad, redactando documentos centrados en la calidad de vida y no en el desarrollo inmobiliario per se. Documentos que pongan el desarrollo personal y vital de los ciudadanos y el medio ambiente como centro de todas las decisiones”, argumenta.

Para dar fe de esto, basta con observar la coyuntura actual del urbanismo de Vigo, con un Plan Xeral de Ordenación Municipal en vigor de 1993, es decir, con más de 30 años, tras anular el Tribunal Supremo en 2015 el planeamiento de 2008. Son casi dos lustros de trabajo para alumbrar un documento que servirá para marcar la hoja de ruta de la urbe durante, al menos, las próximas dos décadas.

Suscríbete para seguir leyendo