Entrevista |

“Marx decía que la lucha de clases mueve el mundo, pero sin el amor no es posible”

“Si perdemos la memoria, podemos repetir lo que ocurrió en Alemania en los años 30”

El catedrático José Luis Outes, con un ejemplar de su libro.

El catedrático José Luis Outes, con un ejemplar de su libro. / Ricardo Grobas

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Escribe por necesidad, para plasmar sus reflexiones y las experiencias vividas por todo el mundo, muchas de ellas en compañía de su mujer, la también catedrática Betty León. “El tiempo, la mirada y la palabra” reúne 26 relatos, que difieren en formato y temáticas pero que evidencian su gran bagaje cultural y conocimientos sobre historia, economía o derechos humanos, así como su sentido del humor. El día 27 lo presentará en Librouro junto a Carmen Becerra y Cándido Pazó. El profesor Outes es uno de los “sabios” de la economía gallega y un defensor del estado del bienestar desde el mundo académico y también desde la política. Formó a 32 promociones de la UVigo y dirigió el Observatorio Socioeconómico de Vigo durante 13 años hasta su cancelación a las puertas de la crisis. Pero esa historia daría para otro libro.

–Ésta es su primera obra pero ¿desde cuándo escribe?

–Siempre escribí. ¿Por qué se escribe? Porque se lee y porque hay necesidad de exponer lo que se observa. En primer lugar, para uno mismo, porque reconforta. Una frase muy bonita del poeta cubano Díaz Pimienta dice que “escribir es sobrevivir”. Yo hago como Quevedo, encuentro un papel por la calle y lo leo. Me gusta todo aquello que sea bueno, me da igual una novela, poesía o un ensayo sociológico. Y leer siempre es un viajar, es meterse en el modo de pensar, en las experiencias del escritor. Aunque luego cada lector haga su propia reflexión. Yo lo he pasado muy bien estudiando y enseñando, pero hay vida después de la economía, y mucha incluso (risas). Juan Villoro pone en boca de uno de sus personajes la frase “No hay cosa más aburrida que el que sabe mucho de muy poco”. Me causa pavor la gente que solo sabe de economía. Tengo una enorme admiración por Einstein y uno de los mejores artículos que he leído sobre la crisis financiera y económica del 29 está escrito por él.

–La profesora Carmen Becerra dice en su prólogo que además de ser buen lector y viajero también tiene la habilidad de atrapar al lector.

–Es un prólogo precioso de una excelente amiga y muy buena profesional. Éste es un libro de relatos, pero no es un libro de viajes. Lo que he pretendido es plasmar experiencias, muchas de ellas vividas in situ tanto por mí como por mi mujer, el amor de toda mi vida. Cuando viajamos nos gusta meternos dentro de la gente, de las culturas diversas. Y al final llegas a la conclusión, como dice Kapuscinski, uno de los mejores periodistas de la historia, que el otro no es tan diferente como a veces nos quieren pintar. Ha habido momentos muy bonitos. Hay un relato que me encanta y por el que me dieron un premio en el Certamen Les Filanderes de Langreo, “La calle es de ellas”. La mayor parte de las asistentas de hogar en Hong Kong son inmigrantes filipinas. Solo tienen un día libre a la semana y curiosamente se reúnen siempre en el centro financiero. Cada domingo, cientos y cientos de mujeres ocupan el espacio dominado por la gran banca del mundo y sus edificios imponentes para hablar, cantar, jugar a las cartas o hacerse fotos. Yo lo denomino la metamorfosis de la ciudad vertical. Son relatos que te llevan de la sonrisa a la reflexión, a veces incluso a la tristeza. Pero no es algo premeditado, si se han escrito es porque uno tenía necesidad de ello. En el último, que se mete en el ensayo y podría ser una novela corta, hay muchos elementos autobiográficos.

José Luis Outes.

José Luis Outes. / Ricardo Grobas

–El protagonista, Fermín, y el narrador son dos estudiantes de Economía en Alemania, como lo fue usted.

–Hay un hilo conductor en el libro que es la memoria, porque es bueno conservarla. Si la perdemos, igual no nos damos cuenta de que estamos repitiendo lo que ocurrió hace casi 90 años en Europa. Cuando nos autocensuramos y permitimos comportamientos que discrepan totalmente del mundo democrático estamos haciendo algo mal y que puede acabar como ocurrió en la Alemania de los años 30. Otro relato que me encanta, “El amor en los tiempos del odio”, se lo recomiendo a aquellos que se olvidan de que los hechos históricos siempre tienen antecedentes. La barbarie que estamos viviendo en estos momentos en Oriente Medio no empezó hace una semana, no. El relato es consecuencia de dos libros de Lapierre y Pike y son dos historias paralelas que empiezan en viajes en tren. Cuando India y Pakistán se parten en 1947 tiene lugar uno de los mayores movimientos de masas que haya conocido la historia. Y eso ocurre diez años después en España, aunque por motivos diferentes, cuando casi 30.000 combatientes de las Brigadas Internacionales vienen a luchar a favor de la democracia. Y en esas circunstancias también surge el amor. La historia de amor real entre una joven musulmana, Zeinab, y el sikh que la acoge acaba en tragedia, del mismo modo que la del brigadista austriaco Rudi que se enamora de la catalana Margarita Ferrer. Y el relato “Las cometas no son para los niños” está protagonizado por un niño judío del gueto de Varsovia y una niña palestina y ambos son asesinados, en un caso, por la Gestapo, y en el otro, por las fuerzas israelíes Esto ocurre, es una realidad. Antes del ataque de Hamás ya habían muerto muchos niños. Yo he estado allí y es terrorífico.

En el libro hay cosas que pueden incluso transmitir tristeza y amargura, pero en la vida también existen, como la violencia contra los niños. En “De Santo Domingo a Niños Héroes” cuento cómo, estando mi mujer y yo en Ciudad de México en el año 74, muy cerca del Zócalo, en plena calle la gente se arremolinaba en torno al grito de desesperación de un niño que minutos antes había sido abandonado por su padre. Es una de las escenas más desgarradoras que uno puede ver. Y volviendo treinta años después a México, un país maravilloso al que amo, nos volvió a ocurrir algo semejante en el metro. Pero también hay relatos simpáticos como el primero, que es un divertimento. Me lo pasé muy bien con Baco Aquilino, un personaje totalmente estrambótico.

–¿Qué poso deja el libro en el lector y en usted mismo?, ¿optimismo o resignación?

–A pesar de todo lo trágica que pueda ser la vida siempre surge eso que se llama el amor y que es lo que nos salva. Kapuscinski dice que la profesión del periodista no es para cínicos y creo que lo no se puede es pretender exponer la realidad adornada de ángeles y querubines. El mundo es otra cosa. Uno de los relatos es un alegato contra la pena de muerte y comparo cómo se ajusticia a un señor en Ohio y a otro en Mogadiscio. Lo único que varía es el decorado y los personajes, pero la trama es la misma. Y acabo con una viñeta de El Roto en la que dice: “Si ellos nos ven como demonios y nosotros a ellos como diablos ¡Igual nos parecemos!”. Al final, siempre surge algo que nos permite sobrevivir y que es algo tan sencillo como el amor, el respeto al otro. Posiblemente sea lo poco que nos queda para salvarnos. Marx decía que lo que mueve al mundo es la lucha de clases. Y el personaje Fermín dice que es la lucha de clases y el amor. Lo uno sin lo otro no es posible. Cuando se pide la jornada de ocho horas, lo que se está pidiendo es que el trabajador, hombre o mujer, tenga más tiempo para estar con sus hijos, con su familia, con sus seres queridos, disfrutando en su casa o de la naturaleza.

“Si desaparece el estado de bienestar, esto es una jungla”

–Los relatos están divididos en varios epígrafes. En los incluidos bajo el título ‘Memorias de la pandemia’ hace una reivindicación de la sanidad pública.

–Es un pequeño homenaje a los sanitarios de este país, que se merecen todo el respeto. También está el único relato donde hay alusiones ala economía. Supuestamente es un cuento para niños, alegre y con mucho humor de por medio. Pero hace una crítica feroz del neoliberalismo, la privatización, la pretensión de eliminar el estado de bienestar y que el mercado lo resuelva todo. Es una conversación entre un padre y sus dos hijos, que llevan los nombres de mis nietos y que le piden un día de invierno que le eche el cuento de los alquimistas. Unos señores que llegaron a un reino con el mensaje de que todo el mundo sería mucho más feliz si se pagasen menos impuestos, la gente dispusiese de sus ahorros, no nos llevasen el dinero para pagar la Seguridad Social y las pensiones y el mercado lo resolviese todo. Mentira. El cuento, en realidad, se lo han creído los mayores. Una sociedad madura no puede hacer suyo el mensaje de los todólogos, debe ser consciente de sus derechos, sobre todo, de la preocupación de que el estado de bienestar no desaparezca. Si lo hace, esto es una jungla.

–Esa memoria que insiste en conservar se ha convertido en un arma arrojadiza en nuestro país, igual que ahora la amnistía.

–En los últimos 30 años, en España ha habido muchas amnistías, muchísimas. Amnistías fiscales para los que se habían llevado los dineros a paraísos fiscales y, a cambio de traerlos, solamente pagaron una módica multa. Felipe González fue el primero que las aplicó, pero también Aznar y Rajoy. Hay una cosa muy clara, este país está todavía por hacer. Aún no se han dado cuenta de que hay gente que habla euskera, catalán y gallego. No lo han entendido. No puede ser que a estas alturas el país esté buscando una fórmula para convivir. Somos tan insensatos como para no buscar una forma de estado. Este país siempre ha sido así, con culturas diferentes que suponen una riqueza tremenda. Y por supuesto que hay sitio para todos.

Suscríbete para seguir leyendo