Un emblema cultural que resurgió de las cenizas

Todo dio comienzo de manera trágica. Al alba del 8 de febrero de 1910, tan solo unas horas después de la celebración de un concurrido baile de máscaras, un cortocircuito provocaba un voraz incendio que marcaría para siempre a la sociedad viguesa, pues el gran teatro de la ciudad era pasto de las llamas. Ante el desastre, la familia García Barbón decidió asumir la reconstrucción del inmueble y, para ello, nadie mejor que el arquitecto de moda en la España del momento, el porriñés Antonio Palacios, al que le encargaron el proyecto para el levantamiento de un teatro casino en la parcela. “De aquella él era muy joven, ya había ganado el concurso del Palacio de Comunicaciones (Palacio de Cibeles), y raudo y veloz les envía unos primeros planos, firmados en 1911, de la planta principal del futuro Teatro Casino. Del antiguo edificio había quedado granito que quisieron aprovechar, pero debido al desnivel entre Policarpo Sanz y Marqués de Valladares, se dan cuenta de que antes de nada es necesario una buena cimentación que preparan esos primeros años. En el año 1913 empiezan las obras con el envío por parte de Antonio Palacios de los planos definitivos del proyecto bajo el título Teatro y Salones con destino a sociedad de recreo, puesto que la idea era que albergara un teatro, un cinematógrafo y las dependencias de la sociedad del Casino de Vigo”, relata el doctor arquitecto e investigador vigués José Luis Varela Alén.

Este año se cumple el 110 aniversario desde que el emblema cultural de la ciudad olívica comenzó a resurgir de sus cenizas y José Luis Varela Alén, junto a Ricardo Lampreave, ha logrado reunir el proyecto íntegro que Antonio Palacios diseñó para el Teatro García Barbón, un conjunto de planos, esquemas y dibujos que hasta la fecha tan solo se había podido ver parcialmente en algunas publicaciones de diversos estudiosos de la figura del arquitecto porriñés. A partir del próximo 29 de septiembre, se inaugurará en Madrid una exposición en la que el público podrá tener acceso a toda esta documentación que marcó un antes y un después para la sociedad viguesa, que anhelaba recuperar su centro cultural de referencia.

“Una de las operaciones que hacen los propietarios del teatro antes de que se inicie la obra es la compra de una parcela que incorporan y que el antiguo Teatro Rosalía de Castro no ocupaba. A partir de ahí, da comienzo el proceso de construcción con diversas pausas y no es hasta el año 1920 cuando se levanta parte de las fachadas, con un gran trabajo de cantería detrás. Cada vez que venía a Vigo, Palacios siempre estaba en la obra y se retrata en ella con Guillermo de Oya, uno de los promotores, y con Ramón Beamonte, que colaboró en otros proyectos de Palacios”, explica el arquitecto vigués José Luis Varela Alén.

No sería hasta el 7 de noviembre de 1926 cuando se inaugurarían las instalaciones del Casino, mientras que el teatro no levantaría el telón hasta el 23 de abril de 1927. José Luis Varela Alén destaca que el proceso de construcción fue “un ejercicio de arquitectura complicado, de un nivel de exigencia muy alto, ya que es un edificio que ocupa una parcela rodeada por cuatro vías públicas sin ser un rectángulo perfecto, de manera que las fachadas cortas giran y la principal hace un giro, muestra de que Palacios sabe cómo resolverlo. En los trazados que hemos encontrado recientemente lo que pudimos comprobar es que son de un rigor absoluto en cuanto a geometría. Él tiene claro en todo momento cómo tiene que funcionar y es capaz de disponer las escaleras, los anfiteatros, el paso al patio de butacas, de forma que se aprovechen todos los espacios”.

Una “piel” llena de detalles

El monumental teatro ideado por Antonio Palacios en Vigo no solo destacó por su resolución arquitectónica, sino que entraña detalles maravillosos que lo convierten en uno de los tesoros modernistas de la ciudad. Así, José Luis Varela Alén hace referencia a que “lo bonito del edificio es que toda su piel es de granito de las canteras de los alrededores de Vigo, utilizando un lenguaje clásico, pero lo interesante es que lo utiliza como una máscara teatral, ya que en el interior Palacios emplea hormigón armado, y de una manera muy valiente, utilizando vigas Vierendeel para salvar las grandes luces, ¡es fantástico!”.

Otro bonito detalle que alumbró Palacios fue el gran ventanal que da a Marqués de Valladares. El investigador vigués indica que “era el fondo del escenario y lo ideó con ese ojo de poder asomarse a la ría mientras te sentabas en las butacas o anfiteatros y asistías a representaciones como conciertos. El techo del cinematógrafo también es una maravilla de ingenio estructural, las soluciones técnicas era muy modernas para 1913”.

Montserrat Caballé afirmó en su día que la acústica del García Barbón era una de las mejores y, si bien ya había sido reformado por Desiderio Pernas, fue el brillante lápiz de Palacios lo que dio a Vigo tal joya arquitectónica.

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