Cuando irrumpió la pandemia, se hacían muy pocas. A personas contadas, que tuvieran síntomas y que procedieran de zonas de riesgo. Primero solo se usaban PCR –que sigue siendo la prueba de referencia–, y luego fueron surgiendo otras con más o menos eficacia: de anticuerpos, de antígenos... Ahora, solo en el área de Vigo se hacen miles al día entre el Sergas y las clínicas privadas. Y, mientras aún hay que personas que no se han hecho ninguna, otros las han incorporado a su rutina. Principalmente, por su actividad laboral.
Puede que uno de los colectivos más controlados sean los jugadores profesionales de fútbol y su entorno deportivo. Fran Beltrán, del Celta de Vigo, no lleva la cuenta de a cuántas se ha sometido. “Hacemos cuatro o cinco a la semana”, explica y calcula: “Más de cien, doscientas... No sé, muchísimas”.
“Hacemos cuatro o cinco a la semana; al final, se me hacen heridas en la nariz”
Aunque en estos momentos también se toman otro tipo de muestras –como sangre, saliva o exudado del primer tramo de la nariz–, la introducción del hisopo hasta la nasofaringe sigue siendo lo más habitual.
Un método molesto. “Ahora lo llevamos bien, pero al final en la nariz se me hacen algunas heridas”, señala Beltrán, que acaba confesando que están algo “hartos”. De todos modos, lo ve importante aunque no solo en su ámbito. “Se tenía que tener todo bien vigilado. Para nosotros, mejor, obviamente, pero hay que tener todo controlado, no solo una parte de la población”, opina el jugador celtiña.
“Tras veinte test, sigo teniendo nervios por el resultado; me juego no correr”
Este control no solo se lleva a cabo en el fútbol. También en muchas otras disciplinas deportivas, como las del motor. Ricardo Ramilo calcula que se ha sometido a más de una veintena desde octubre.
El piloto vigués que debutó este año en el Rally Dakar cuenta que, en Arabia Saudí, le hicieron cuatro para poder participar en la carrera. Ahora, se la piden cada vez que lo convocan a entrenar con otra gente porque dentro del coche no usan la mascarilla.
Mantiene esta conversación al salir de Itema, donde se realizó otra prueba, poco antes de partir hacia el sur de la península para participar esta semana en el Rally de Andalucía. “Te dan una pulserita para poder acceder cuando has superado las pruebas COVID”, detalla. La última le hizo “cosquillas” porque “conoces el efecto y te acostumbras”. Lo que no pierde son los nervios por el resultado. “Si me da positivo no puedo ir a correr y todo el proyecto no sirve de nada”, destaca. Para que no suceda eso, toma muchas precauciones. “De casa al trabajo y recados, los imprescindibles”, asegura.
“Son parte de nuestro día a día; solo los test nos dan seguridad y tranquilidad”
Otro de los sectores sometidos a unos controles más estrictos es el sociosanitario. Tras el fuerte embiste de la primera ola, el Sergas realizó test periódicos en las residencias de mayores y de personas con discapacidad que llegaron a tener frecuencia semanal en las épocas de mayor incidencia. Las empresas, a mayores, hicieron sus pruebas. Marta Penido, directora de Sanitas Mayores Vigo, cuenta que empezaron a usarlos desde el día siguiente a la declaración del primer estado de alarma para prevenir, ya fueran PCR, test de antígenos o anticuerpos. “Fue determinante para garantizar la seguridad de nuestros empleados y residentes”, explica. Sus resultados, semanales, siempre fueron negativos. “Las residencias, tan fuertemente castigadas por este virus devastador en la primera ola, debían de ser sitios seguros, y esa seguridad y tranquilidad solo nos la proporcionaba la realización de los test”, resalta. Aún se las siguen realizando hoy, a pesar de estar todos vacunados. Es importante para permitir las visitas. Solo en este año, Penido lleva 24 PCR y 6 test serológicos. “Lo llevamos como algo natural que ya forma parte de nuestro día a día”, indica.
“Coincidimos dos series en Vigo y creo que a los pobres les hicimos miles de pruebas”
El audiovisual es otro de los ámbitos con más controles y con protocolos muy exigentes. En un rodaje se mueve mucha gente y, los que se ponen delante de la cámara, lo hacen sin mascarilla. Un contagio puede suponer su suspensión. “El gremio vive de esto, así que hay que tener un cuidado muy especial”, cuenta Ana Míguez, directora de producción de “Auga Seca” –coproducción de Portocabo y SP-I–, que acaba de rodar la segunda temporada en la ciudad, y se pregunta por qué los actores no tienen prioridad en la vacunación.
Explica que, antes de empezar el rodaje, todo el equipo se hace un test y, luego, uno por semana. Cuentan con “un equipo muy responsable” que, en la ciudad olívica, compartió alojamiento “como en una unidad familiar”. A los figurantes les realizaban test cada día que participaban. “Coincidimos dos series en Vigo y creo que a los pobres les hicimos miles de pruebas”, recuerda Míguez, que se ha sometido a decenas. Al menos, una a la semana por rodaje y estuvo en tres grabaciones durante unos 6 meses.
Una experiencia especial fue la que vivió con el rodaje de la última temporada de la serie “Hierro”, en la isla del mismo nombre. Reanudaron la grabación antes de que acabara el estado de alarma, tras un acuerdo con el Gobierno de Canarias, porque allí no había casos de COVID. “Sobre todo, el compromiso era no llevarlo nosotros”, destaca. Y lo cumplieron. Hicieron cuarentena en la península y, tras dos PCR, viajaron solos en un mismo avión. Allí hicieron otra y, de nuevo, PCR. Y así para todos los actores episódicos que llegaban. “Durante el rodaje no tuvimos contacto con nadie, todo el tiempo