Vigo engancha. Lo dice el INE. Y lo dice además con el lenguaje más contundente y mejor armado de todos: el de las estadísticas, las cifras, los porcentajes y las comparativas entre municipios. Entre las muchas lecturas que dejan los últimos datos demográficos del instituto –valores que componen la fotografía de cómo era la población local a 1 de enero de 2020–, hay una que destaca sobre el resto en el mapa urbano de Galicia: la proporción de vigueses nacidos en Vigo.
De las 296.692 personas registradas en el municipio, 174.251 –el 59% del total– eran vecinos de cuna, gente nacida aquí mismo, en la localidad. Más allá de los porcentajes en frío, la cifra se traduce en que –por término medio, al menos– seis de cada diez personas que cualquiera se pueda cruzar en Vigo llegaron al mundo en la urbe.
El porcentaje supera al de otras localidades de Galicia. En A Coruña, por ejemplo, se sitúa en 47,4%, en Ourense en 45,9%, en Lugo en 49,9% y en Pontevedra en 55,9%. En el mapa de la comunidad autónoma habría solo una ciudad con una proporción ligeramente superior a la de Vigo, aunque su volumen total de población está bastante por debajo del olívico: Ferrol. Allí el porcentaje de locales roza el 61%.
¿Por qué hay más vigueses que se quedan en Vigo que pontevedreses que optan por instalarse en Pontevedra u ourensanos que lo hacen en Ourense? En juego habría varios factores. Uno, crucial, es el empleo. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Galego de Estatística (IGE), en el primer trimestre de 2020 la tasa de actividad de Vigo se situaba en 57, por encima de la de A Coruña (54,4), Ourense (55,7) o Pontevedra (54,5). Sus tasas de ocupación y paro también superaban a la de la capital herculina. Vigo dispone además de un sólido músculo industrial apoyado en la automoción y el naval, un fuerte tejido empresarial y un gancho turístico que se ha visto fortalecido en los últimos años en el mercado español.