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Un vecino extranjero más al día en el año del COVID

Un vecino extranjero más al día en el año del COVID

Levantada a los pies de un puerto con vocación internacional, a escasos 25 kilómetros de la Raia y con una historia entreverada de relaciones con Francia, Inglaterra o Alemania, entre otros países, Vigo lleva el cosmopolitismo en la sangre. Nunca había sido tan fácil sin embargo escuchar acentos extranjeros en sus calles. Así lo refleja el padrón municipal, que identifica 18.200 vecinos de nacionalidad extranjera, 364 más que en 2010 y la máxima marca al menos desde 2005.

Vigo acentúa su faceta cosmopolita, la misma que le ha calado hasta el tuétano a lo largo de la historia gracias a su condición de metrópoli fronteriza, el alcance de su puerto y la relación histórica que ha trabado con otros países europeos, como Francia, Reino Unido o Alemania, lazos estrechados en el primer caso a través de PSA y en los dos restantes por las compañías telegráficas. Los datos recogidos por el área de Estadística del Concello muestran que, a pesar de esa rica historia de vínculos internacionales, la población extranjera nunca había tenido tanto peso en la ciudad. Al menos un peso mesurable por los servicios municipales.

Según su último balance, a comienzos de año había empadronados en Vigo 18.169 vecinos con una nacionalidad extranjera, el dato más elevado desde al menos 2005, cuando la misma oficina municipal registraba en la ciudad poco más de 12.600 personas con un pasaporte distinto al español. Si se echa la vista atrás, son 3.600 más que hace cuatro años, en 2018, cuando el censo de foráneos dio un pequeño bajón y se quedó en 14.500.

El colectivo no ha dejado de crecer desde entonces, enfilando una escalada ininterrumpida que parece no haberse frenado ni siquiera con el COVID-19. Si en enero de 2020 los técnicos del Concello identificaban 17.795 vecinos con una nacionalidad extranjera, el pasado enero el dato se acercaba ya a 18.200, lo que refleja un alza del 2,1% en plena pandemia. Porcentajes al margen, las estadísticas del Ayuntamiento muestran que en 2020 la ciudad ganó 374 residentes de fuera de España, lo que equivaldría a uno cada jornada. Y eso pese a la crisis sanitaria, que la administración pública permaneció meses “al ralentí” y las propias dificultades para desplazarse, tanto a países extranjeros –incluido Portugal, con el que sigue restringido el movimiento de personas– como entre las propias regiones de España.

El colectivo venezolano casi quintuplica su peso en solo un lustro

Aunque la población inmigrante de Vigo haya crecido en líneas generales, no todos los colectivos que se agrupan bajo ese gran “paraguas” han aumentado su peso, ni todos los que lo han hecho han reforzado su huella en igual medida y con igual alcance. Uno de los aumentos más significativos es el de los venezolanos. Si a principios del año pasado el Ayuntamiento contabilizaba 2.120 personas procedentes del país caribeño, en enero   eran ya un centenar más: sumaban 2.222. El incremento no es exagerado –un 4,8%–, pero afianza una tendencia que se viene registrando desde hace ya varios años y que ha terminado situando al venezolano a la cabeza entre los colectivos extranjeros instalados en Vigo.

Una ojeada a los datos del padrón municipal deja blanco sobre negro ese “boom” migratorio que coincide con la crisis política, económica y social que atraviesa el país: en 2016 estaban censados en Vigo 483 venezolanos, en 2019 eran ya 1.420 y hoy pasan de 2.200. De no ser siquiera el grupo más populoso dentro de la población sudamericana instalada en Vigo –en 2016 había casi el triple de brasileños que de venezolanos– han pasado a superar incluso a los portugueses, que por proximidad y vínculo eran hasta no hace mucho los más numerosos. Curiosamente, la representación lusa ha descendido en los últimos cinco años: si en 2016 el Concello tenía censados 3.128, hoy son 1.951. A lo largo del último año se produjo en cualquier caso una pequeña alza de 78 personas.

Los datos del Concello tienen en cuenta únicamente las nacionalidades de los residentes. El Instituto Nacional de Estadística (INE) incluye otra categoría que aporta una visión complementaria desde un prisma diferente: el de vecinos de Vigo nacidos fuera de España, con independencia de que conserven el pasaporte de su país natal o hayan adquirido el emitido por España. Sus datos señalan que en enero de 2020 residían en la ciudad 6.291 personas que llegaron al mundo en Venezuela, dato que también mostraba un contundente aumento a lo largo de los últimos años: en 2016 eran 3.522. Los datos del INE no coinciden en cualquier caso con los del Concello: en 2020 estimaban que residían en la ciudad 1.930 personas con la nacionalidad del país caribeño, unas doscientas menos que las que figuran en el padrón municipal.

El venezolano no es el único grupo sudamericano que ha visto reforzado su peso en el año del COVID. Praza do Rei constata también un ligero alza entre los colombianos, que pasaron de 1.465 a 1.517 residentes; o peruanos, paraguayos, argentinos, por ejemplo. Otro con un peso relevante en Vigo, el brasileño, se mantuvo prácticamente congelado: en 2020 el Concello contabilizaba 1.590; el pasado enero eran apenas tres más.

En conjunto la evolución de las diferentes nacionalidades ha permitido que los acentos sudamericanos hayan sido los que más han reforzado su eco en Vigo a lo largo de 2020. Para ser precisos “se escucha” un 2,7% más alto. De 9.762 residentes a comienzos de 2020 había pasado en enero a 10.025. Su evolución contrasta con la del resto de colectivos –europeo, africano y asiático–, que se quedaron congelados. En el caso del africano, por ejemplo, el padrón constata un ligerísimo aumento que lo hizo pasar de 1.679 integrantes en 2020 a 1.682. A su cabeza se sitúan los senegaleses (681), seguidos de los marroquíes (392). Algo similar ocurrió con los asiáticos y oceánicos. Hoy hay registrados en el municipio prácticamente los mismos que hace un año, 890. De ellos, algo más de la mitad (494) son ciudadanos con la nacionalidad china.

El año del COVID dejó un ligero pinchazo en el colectivo europeo, que se contrajo un 2,1% hasta quedarse en 5.572 personas. Los más numerosos entre ellas, de lejos, son los portugueses, con casi 2.000 integrantes; seguidos de los rumanos, italianos y ya en cuarta posición, a cierta distancia, los franceses. Desde el Concello señalan que en el cómputo de población extranjera se borran aquellos vecinos que adquieren la nacionalidad española.

El eje de Lavadores, Candeán y Calvario, el más cosmopolita: aglutina el 20% de la inmigración local

Quienes han perdido presencia en la ciudad a lo largo de los últimos años –al menos según los datos por nacionalidades del Ayuntamiento– son los rumanos. De aglutinar a 1.759 personas en 2016 habían pasado a 1.157 en 2019 y 1.117 a cierre del año pasado. Aunque con datos distintos, las tablas del INE sobre residentes por país de nacimiento arrojan una conclusión muy similar: en 2015 estaban censados en la ciudad 1.320 vecinos nacidos en Rumanía; en 2020, tras una caída continuada a lo largo del último lustro, eran apenas 845.

La presencia de vecinos oriundos de otros países no es sin embargo homogénea en todo Vigo. La zona de la ciudad donde mayor número de personas con pasaporte internacional se concentran es el denominado “distrito siete”, que abarca los barrios de O Calvario, Lavadores y Candeán. Allí residen 3.642 personas, casi el 20% de los 18.169 contabilizados por los técnicos municipales. Le sigue en segundo lugar el “distrito dos” –Casablanca y Venezuela–, con el 18,8% del total; y, en tercer lugar, el eje Bouzas-Coia, que aglutina el 13,4%. En el polo opuesto se sitúa el “distrito ocho” –Matamá, Beade, Bembrive, Valadares y Zamáns–, donde tienen su residencia oficial 379 personas con una nacionalidad distinta a la española, apenas el 2,1% de todos que están empadronados en el municipio.

El 59% de los inmigrantes no pasan de los cuarenta años 

La llegada de inmigrantes tiene un doble efecto positivo en el padrón de Vigo, inmerso en el invierno demográfico que golpea al resto de Galicia y buena parte del país: inyecta población y rejuvenece la pirámide poblacional. De los 18.319 vecinos censados en Vigo con nacionalidad extranjera el 59,4% no pasan de los 40 años. Solo el 5,7% supera además la edad de jubilación.

“Me encanta la tranquilidad de esta ciudad”

Anna Farr - Alemania

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Anna Farr, en los jardines de Castelao. Pablo Hernández

Después de 30 años en Berlín, una oferta de trabajo en una academia de idiomas de Vigo le permitió dar un paso que deseaba: abandonar la capital alemana, de la que ya estaba “harta”. “Conocía Galicia porque pasaba las vacaciones de verano entre la costa de Ferrol y Melón (Ourense), de donde es parte de mi familia. Me gustaba todo: el mar, la gente, la naturaleza... Cuando me llegó la oportunidad, me mudé: primero, a Melón; luego, a Cangas; y, ya en 2011, a Vigo, donde vivo con mi pareja y mis dos hijos, que nacieron aquí”, explica antes de destacar que le encanta la tranquilidad que ofrece la urbe olívica. “Estamos muy bien”, reconoce.

Preguntada por lo que echa de menos de su metrópolis natal, no duda en señalar la multiculturalidad y la facilidad para hacer amistades. “Me crie en ese ambiente. Me sorprendió que, en Vigo, es muy difícil entrar en grupos de amigos que ya están establecidos”, comenta.

“La seguridad no la cambio por nada”

Lidia Rolón - Paraguay

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Lidia Rolón y sus amigas, en O Vao. Alba Villar

“Por ambición: en busca de nuevos horizontes y para mejorar su situación económica”. Son las razones que motivaron el viaje de Lidia Rolón desde Paraguay a Vigo, donde reside desde hace 14 años. Se decantó por la ciudad olívica después de enamorarse de ella en una visita que realizó a las “preciosas” islas Cíes, invitada por una amiga.

“Me vine sola. A los 15 meses, me acompañaron mi marido y mis dos hijas. Considero que he sido muy afortunada: logré los papeles tres meses después de haber llegado y, desde ese día, trabajo en la hostelería”, resume, a la vez que detalla que las expectativas que tenía de Europa no se cumplieron del todo: “Empecé trabajando de lunes a domingo casi todo el día, no conocía el nombre de los platos y gran parte de lo que ganas se va en gastos. Los comienzos fueron duros, pero, con esfuerzo y sacrificio, he podido sacar adelante a mi familia, dándoles estabilidad a mis niñas”.

De Vigo, destaca su “seguridad”, que no la cambia “por nada”, así como lo limpia que está.

“Me gusta mucho la calidad de vida”

Cheikh Seck - Senegal

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Cheikh Seck y Patricia Pazos, en Goree African Soul. A.V.

Llegó a España hace 11 años. Ejerció de mantero en grandes ciudades, como Valencia, Barcelona o Madrid. Más tarde, consiguió trabajos de camarero en Noia y Compostela. Y, desde hace unos cuatro años, reside en Vigo, donde fundó una cooperativa con un compañero de Gambia y otra de Galicia. Es la historia de Cheikh Seck, un senegalés (de Dakar) enamorado de la calidad de vida viguesa.

Junto con estos dos colegas, abrió una tienda en el centro comercial A Laxe de artículos de moda y complementos de diseño propio cuya producción se lleva a cabo “de manera artesana, responsable y sostenible” en un taller colaborador en su ciudad natal. “El material es algodón 100% y los modelos son únicos. La marca y el negocio se llaman Goree African Soul”, destaca antes de apuntar que eligió Vigo seducido tanto por el mar como por el ambiente turístico.

Hace mención especial a una embajadora de la marca que “cree en el proyecto y lo apoya”: Patricia Pazos Picatoste.

“La gastronomía y el clima son maravillosos”

Lucero Dámaso - México

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Lucero Dámaso, con la bandera azteca en la Farola. P.H.

Asegura que Vigo es “maravillosa”, y los vigueses, “sinceros, fraternales y afectivos”. Son piropos avalados por sus seis años de vivencias en la ciudad... y sus experiencias en más de una veintena de países de todo el mundo.

Lucero Dámaso dejó México hace unos tres lustros y se recorrió gran parte del planeta por motivos académicos y laborales. El amor hizo que se afincase en la urbe olívica: se casó con un vigués. Aquí, desarrolla varias funciones: es directora general de la Federación de Transportes de Pontevedra, regenta una empresa de comunicación multicultural (Habla y Convence) y preside la Asociación Mexicanos en Galicia ChichénItza.

De la ciudad, destaca el clima, que es “muy favorecedor”, la tranquilidad, la amplitud de las calles, la convivencia de la playa y la montaña, y la gastronomía, basada en productos “de primera calidad”.

Sus lugares favoritos son Samil, O Castro, el Casco Vello y la peatonal de O Calvario: “Estoy muy feliz y agradecida por vivir en una ciudad que lo tiene todo”

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