Entrevista | Vicente Damil Con huerta familiar

“Me traigo bolsas de comida del pueblo y la diferencia de sabor es brutal”

“Cada 15 días voy a ver a mi madre y ayudo, pero la tierra necesita cuidados diarios”

Vicente Damil, en su cocina de Santiago.

Vicente Damil, en su cocina de Santiago. / FdV

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Vicente y su pareja acuden al supermercado para comprar carne y pescado, porque prácticamente todas las verduras y hortalizas que consumen durante el año proceden de las huertas familiares. El ahorro puede alcanzar los 30 euros mensuales, pero los productos de casa, además, aportan un sabor y una calidad superiores.

–¿Cuánta comida os aporta la huerta familiar? ¿Habéis calculado cuánto os ahorráis en el supermercado?

–Voy al pueblo más o menos cada quince días, porque está en Ourense y yo vivo en Santiago. Lo que traigo es básicamente producto de huerta. Al ser estacional, evidentemente no lo tienes todo el año, pero hay cosas que casi siempre traemos, como las patatas. Ahora mismo, la huerta produce algo menos, pero aun así hace unos días nos trajimos ahora grelos y nabizas y hay patatas también. Sobre el ahorro, pues a los 10 euros al mes llego fácil, pero en primavera y verano te puedes ir a los 30 fácilmente porque yo traigo más o menos dos bolsas llenas de comida, con patatas, zanahorias, puerros, judías, tomates, pimientos...

–¿No acudís nada al supermercado para las hortalizas?

–Es que hay productos que casi no consumimos, por ejemplo, los tomates fuera de temporada. Compramos muy pocos porque la diferencia de sabor y calidad es brutal. Nosotros, como trabajamos los dos en casa, seguimos yendo al supermercado para comprar pescado y carne.

–¿En algún momento también se traían carne de matar al cerdo o gallinas?

–En mi familia siempre se tuvo la costumbre de matar el cerdo y siempre teníamos carne de este tipo en casa, incluso de cordero, pero ahora ya no. A veces, sí compramos un animal, cada dos años o así, y se mata. Entonces algo siempre hay, pero menos cantidad.

–¿Y cómo se organizan? Mucha gente mayor acaba dejando de plantar a medida que ganan años y los que viven en la ciudad no pueden mantener las huertas.

–Nuestra huerta familiar era la huerta de mis abuelos. Toda la vida he ido a la aldea y traído verduras de ella. Cuando mis padres se jubilaron, se fueron para el pueblo y sustituyeron a mis abuelos y ahora ya solo queda mi madre. Cuando voy, la ayudo con un pequeño tractor a trabajar la tierra y a lo que pueda. Mi madre ya tiene una edad avanzada. El día que falte ella no se puede mantener, porque, sobre todo en temporada, la huerta necesita unos cuidados diarios o estar cerca, al menos. Aprovechamos la huerta familiar mientras nuestros padres duren, después no, no se podrá cultivar.

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