Reliquias del sector pesquero

Casa de herrero, museo de barcos

La fábrica viguesa Hierros Lago atesora numerosas antigüedades navales que antaño surcaron los mares

Tras restaurarlas, las venden a coleccionistas e incluso exponen

En el 26 de Camposancos, el barullo de los coches se entremezcla con el aroma a salitre. La fábrica de Hierros Lago descansa a los pies de la inabarcable carretera viguesa, la quinta más larga del concello, y a sus verjas se asoman, curiosas, varias esculturas arqueadas que todos los días saludan a los vecinos de la zona, ya acostumbrados a su presencia. Son anclas, anclas de barcos que en su momento surcaron el mar y que lamentablemente acabaron siendo desguazados; víctimas del voraz desmantelamiento de la flota gallega, odisea que sigue perpetuándose. La planta olívica, una empresa familiar fundada hace hoy 65 años, dedicada al tratamiento de metales y que no tiene intención de jubilarse, atesora una dilatada colección de antigüedades como estas que, salvo el caso de sus anclas, inquietas, que parecen querer escaparse cuando nadie les eche un ojo, se oculta en su interior.

Allí guardan decenas de artefactos a buen recaudo, dándoles vida cuando llegan, desgastados, gracias al meticuloso trabajo de un restaurador. Posteriormente los cuelgan en su web, mostrándoselos al mundo entero y atrayendo a un sinfín de personas, posibles clientes. Es una línea de negocio que nada tiene que ver con su actividad habitual –el almacenamiento y corte de materiales férreos con plasma, sierras hidráulicas o cizallas–, pero que la compañía se ha encargado de impulsar desde sus inicios, al estar estrechamente relacionada con el mundo del naval.

Fruto de ello, Hierros Lago alberga en su exterior numerosísimos tipos de anclas –grandes o pequeñas, pesadas o muy pesadas–, así como las cadenas que antaño unían las mismas con sus respectivas embarcaciones. Toneladas. Dentro, en una sala contigua a la inmensa superficie en la que preparan los encargos siderúrgicos que van despachando, se esconden faroles, ventanales náuticos que son transformados en espejos, brújulas, hélices y hasta un girocompás que habría pertenecido a un submarino usado en tiempos de guerra. Un aparato de navegación que mira siempre hacia el norte geográfico.

“Lo que más suelen llegar son interesados en temas de iluminación, y también en portillos”, cuenta Martín Visconti, comercial de la compañía, destacando que estos son los objetos que más reciben, al haber un elevado número de ellos en los buques que pasan a mejor vida, y los que más se venden, al ser los que mejor se adaptan a la decoración de los hogares. No obstante, también triunfan las rebeldes anclas, algunas de las cuales han servido para adornar los jardines de sus compradores. “Hace poquito también vino un señor que quería eslabones para hacer una escalera, soldándolos se pueden hacer formas a medida”, añade Visconti.

Entre todas las reliquias que custodia Hierros Lago, hay una que llama especialmente la atención. Se trata de un timón con pedestal en bronce de Hastie Greenock que incluso visitó el Museo de Arte Contemporánea de Vigo (MARCO) en marzo de 2018. Hasta el mismísimo alcalde de Vigo, Abel Caballero, se sacó una foto sujetándolo, como si la ancha sala en la que se exhibía de repente fuera a zarpar. Fue en la exposición “Julio Verne. Os Límites da imaxinación”, organizada para reflejar el espíritu de su época, caracterizado por los cambios vertiginosos y la fe en el progreso.

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, agarrándo una de las reliquias de Hierros Lago, expuesta en 2018 en el MARCO.

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, agarrándo una de las reliquias de Hierros Lago, expuesta en 2018 en el MARCO. / Cedida

Reciclar sin caer en el olvido

En un contexto como el actual, en el que la política antiproductiva de la Comisión Europea ha desembocado en una nueva oleada de desguaces de barcos en España y las demás potencias pesqueras comunitarias, al contrario de lo que pueda parecer a esta empresa familiar le resulta cada vez más complicado acceder a este tipo de piezas. Es así porque cada vez son menos los buques clásicos, veteranos, que las poseen y son sacrificados. A causa de los avances tecnológicos, la mayoría de las embarcaciones que se desguazan ya no cuentan con elementos fabricados con materiales nobles. Son de plástico o aleaciones menos preciadas.

Ya no son tiempos de timones, son de joysticks y pocos. Y Visconti recuerda cómo antiguamente lo que se hacía en ocasiones, “una auténtica lástima”, era destruir algunas joyas como las que ellos venden ahora, transformándose en metal para así reciclarlas y sacarles partido. Pero la forma de reciclar de Hierros Lago, más bien de reutilizar, huye de ese olvido. Otorga una segunda vida a esos artilugios navales que, ya sea en el interior de un piso o el exterior de una gran casa, muestran orgullosos la tradición pesquera que Vigo se niega a dejar atrás. Como esas anclas traviesas que sueñan con regresar al mar.

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