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La moda del ecoturismo aumenta la compra de terrenos en Galicia para plantar viñedos

Un trabajador reparando las ramas de las viñas de la bodega Marqués de Vizhoja en Arbo. // Pablo Hernández Pablo Hernández Gamarra

El ingenio se agudiza ante situaciones inesperadas. Que la pandemia obliga a pasar más tiempo en casa, los ciudadanos se lanzan a por casas con jardín o terraza en las periferias urbanas; que limita la movilidad de pasajeros entre países, pues se lanzan a experimentar las bondades del turismo rural. La oportunidad, tras esta crisis, florece en el seno del ecoturismo.

Un modelo sostenible en el que las visitas a las bodegas de Galicia se convierten en reclamo. Una nueva moda que propicia que la región atestigüe un aumento de la demanda de fincas para plantar viñedos.

El perfil del comprador son dueños de bodegas que buscan ampliar su terreno o particulares de fuera de la comunidad que ven la oportunidad de montar un negocio

El tirón del sector es evidente. En un entorno natural confluyen el enoturismo y el ecoturismo. Y el apacible rural gallego se plaga de bodegas que atraen visitantes. No hay más que pensar en el revuelo que experimentan, especialmente en verano, las orillas de la Ribeira Sacra. “En esta zona hay mucha compra de terreno rústico para bodegas y viñedos”, explica José Antonio Álvarez, gerente de Fincas Galicia, en relación a esta zona vinícola.

“Cada vez hay más demanda de la denominación de origen de estas zonas y aumenta la superficie de plantación porque tiene muy buenos vinos”

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Los interesados en invertir en viñedos son particulares que quieren montar su negocio, principalmente extranjeros. También son compradores de otras comunidades de España, especialmente madrileños, “que ya tenían una casa por la zona y quieren ampliar su producción para destinarla a viñedos”, apunta Mari Carmen Rodríguez, gerente de Ourengestión Asesores. “También hay mucho interesado de Francia”, señala a la par que reconoce que los propietarios gallegos no acostumbran a recurrir a inmobiliarias para este tipo de transacciones.

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Mayor capacidad

En paralelo, entre los bodegueros gallegos emerge el interés por aumentar la superficie de producción de sus vinos. “Hay bodegas que tenían poca base territorial y quieren tener más para plantar”, apunta Juan Casares, presidente del Consejo Regulador de Denominación de Orixe Ribeiro. Coincide con él Jorge Peláez, presidente y propietario de las bodegas Marqués de Vizhoja,que establece un paralelismo de la situación en las Rías Baixas. “Las bodegas buscan ampliar los terrenos que tienen en propiedad. El gran problema es el minifundio que tenemos en Galicia”, apunta. Una situación que se agudiza con la pérdida de pequeños viticultores que eran, hasta hace poco, proveedores de estas bodegas: “como cuesta encontrar proveedores, las bodegas buscan ampliar sus terrenos de producción para dar respuesta al suministro que necesitan sus clientes”.

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Lo que se tantean son fincas que tengan una “superficie mínima de 1.000 metros cuadrados en zonas destinadas a viñedos”, explica Mari Carmen Rodríguez, gerente de Ourengestión Asesores. Lo normal, recuerda Álvarez, es que superen los 2.000 metros cuadrados “porque permite construir un galpón para guardar las herramientas y máquinas con las que trabajan la finca”. Es importante que se trate de un buen suelo granítico. “Con buen drenaje. Buscamos más altitud, a 300 metros, por el cambio climático y con viento para evitar las enfermedades”, complementa Peláez. Aunque asegura que encontrar fincas con estas características es de todo menos sencillo, especialmente si lo que se buscan son superficies grandes.

Viñedos de la bodega Marqués de Vizhoja en Arbo Pablo Hernández Gamarra

La relación entre las grandes bodegas y los pequeños viticultores en Galicia es complicada, especialmente en esta zona del interior. La Denominación de Orixe Ribeiro, por ejemplo, constata una reducción tanto del número de viticultores en los últimos años, hoy cuenta 1.600 aproximadamente, como del número de hectáreas para viñedos “1.300 y bajando”, indica Casares.

“Tenemos que buscar tierra dentro del territorio demarcado como Denominación de Orixe Ribeiro. Vamos a necesitar cientos de hectáreas”

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La pérdida de pequeños viticultores es una realidad que lastra al sector vinícola y que propicia que las bodegas se queden sin proveedores a los que comprar la uva. A la vez, los pocos que quedan pierden fuerza negociadora especialmente por el avance en la compra de terrenos y el tipo de variedad de materia prima que utilizan para elaborar sus productos. “Por parte grandes bodegas se está apostando por plantaciones propias y, cuando sean autosuficientes, ya no comprarán a terceros. Una dinámica que perjudica al viticultor”, denuncia un representante de los colleiteiros su situación. En su opinión, el hecho de que estas bodegas apuesten por terrenos en el monte que son más baratos perjudica al pequeño viticultor que ha tenido que hacer una aportación mayor por sus tierras. Una dinámica que a fin de cuentas, incrementa la presión sobre los más pequeños.

El abandono del rural tensa al sector del vino

El rural se arrastra años inmerso en un proceso de despoblación. Y esto tiene una traslación directa en la viticultura. El sector pierde manos de trabajadores, sean proveedores de uva para las bodegas o productores de sus propios vinos. Por contextualizar, la edad media del viticultor en la zona del Ribeiro es de 65 años, recuerda el presidente del Consejo Regulador del Ribeiro, Juan Casares. Además, desde el sector reclaman una mayor profesionalización y la posibilidad de que nuevos viticultores se incorporen a la actividad de manera que el trabajo le confiera unos rendimientos “para vivir dignamente”, reclama Casares.

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Una idea que el representante de los colleiteiros atisba como complicada, precisamente por la estacionalidad tan propia de la vendimia. La situación es como la pescadilla que se muerde la cola. Porque la ampliación de producción propia por parte de las bodegas limita la capacidad productiva y la obtención de rendimientos de los viticultores, señala el colleiteiro. “El viticultor no puede comprar grandes hectáreas”. Como parte de este proceso, los colleiteiros denuncian el proceso de sustitución de uva de calidad por otras variedades cuyo rendimiento productivo es mayor a costa de, precisamente, sus atributos. Así es que defienden mantener los estándares de calidad para evitar “que se favorezcan los intereses especulativos y los pequeños propietarios pierdan poder adquisitivo. En la región de Ribeiro, el valor de los terrenos es cada vez menor porque se deja plantar en las zonas más baratas”, denuncia el colleiteiro.

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