La parálisis del naval destruye en un año el 40% del empleo de la industria auxiliar

Fachada principal de Hijos de J. Barreras, el mayor astillero privado de España. / Pablo Hernández Gamarra

La empresa de Fran a punto estuvo de pasar, el pasado abril, por el rodillo de un despido colectivo. Es proveedora de servicios en casi todos los astilleros de Vigo y Marín, donde el trajín de hace un par de años apenas se nota en el tráfico o en los bares de menú del día. Salvó el ERE con pequeños contratos, repartiendo empleados, pero sabe que en verano “volverá el bajón”.
Afectado por las insolvencias de Barreras y Vulcano, hace una década, su sueño de construir una casa se difumina por días. Quiso creer que los pedidos para The Ritz-Carlton Yacht Collection (marca comercial que utiliza Cruise Yacht OpCo) abrirían un periodo de tranquilidad en un sector, el naval, que exhibe estos días la cara más dura de su carácter cíclico. Dos fueron los barcos que entraron en vigor en Galicia en el primer trimestre del año; en toda España, cuatro. “No queremos echar a nadie, pero no tengo trabajo”, complementa, desde Ferrol, Marcos Martínez, de Norinver. De una comarca que espera, en un eterno impasse, el arranque de la construcción de la primera de las cinco fragatas F-110. Se desangra la comarca y lo hace la industria auxiliar del naval gallego: la mitad de las 300 empresas han prescindido de trabajadores en el último año, según los datos facilitados a FARO por la Asociación Clúster del Naval Gallego (Aclunaga). Solo en este periodo se ha perdido “al menos el 40%” de la mano de obra, lamenta su gerente, Óscar Gómez.

Movimiento de trabajadores y empresas auxiliares en el astillero / Marta G. Brea
“No solo no hay actividad en Vigo o Ferrol”, apuntan otras fuentes del sector, que señalan también a las atarazanas vascas o asturianas. “Hemos intentado, y lo seguiremos haciendo, captar trabajo en Gondán o Zamakona, por ejemplo. Y nos movemos, pero hay un punto en que la reducción de costes hace imposible el desplazamiento de trabajadores”. Los empresarios consultados constatan que la fotovoltaica, por ejemplo, podría ser un nicho en el que refugiarse. “Por los precios que se ofrecen en esos proyectos nosotros no cubrimos la obra. Claro que se están montando muchas, pero [con esos rendimientos] no puedes mandar a gente desde Ferrol”. A cierre de 2019, como muestra el balance de Aclunaga, la industria de construcción naval contaba con 12.263 trabajadores, si bien la pública Navantia –con sede en Madrid– aportaba por sí sola cerca de 2.600 a esta nómina. El tijeretazo en las plantillas gallegas ha podido superar, por tanto, esos cerca de 5.000 efectivos que expone Óscar Gómez. Seis empresas han tenido que cerrar, ahogadas por la falta de contratos y el impacto del COVID-19.
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