Boxeo

Más golpes da la vida

Alberto Loureiro vuelve a pelear tras 14 meses parado por culpa de una hepatitis de la que se contagió en Cuba - Ha tenido que abandonar su sueño olímpico en kickboxing y se centrará en el boxeo

Alberto Loureiro, durante un entrenamiento en La Vieja Escuela.

Alberto Loureiro, durante un entrenamiento en La Vieja Escuela. / ALBA VILLAR

Armando Álvarez

Armando Álvarez

La esencia del boxeo, repetía Iván Pozo, no reside en los puñetazos que propinas sino en los que encajas; no en noquear al rival, sino en levantarse o al menos intentarlo tras haber besado la lona. Alberto Loureiro ha pegado y le han pegado sobre los cuadriláteros. Más lo primero. El “Golden Boy” vigués, rostro de querube y furia de arcángel, ha coleccionado títulos gallegos y españoles, tanto amateurs como profesionales, en kickboxing y savate. Polivalente, a la vez progresaba igual de exitoso en su base pugilística. Loureiro había pensado dedicar 2022 y 2023 al kickboxing con una ruta clara: los Juegos Europeos que se celebraron el mes pasado en Polonia. Un paso previo en su sueño olímpico si finalmente esta disciplina se incluye en el programa de Los Ángeles 2028. Para este objetivo se había sometido a una estricta dieta que le permitiese ajustar su peso a la categoría idónea. Todo se ha derrumbado. Loureiro no ha participado en esos Juegos Europeos. No combate, de hecho, desde mayo de 2022. La hepatitis que contrajo durante unas vacaciones en Cuba, complicada por el retraso en el diagnóstico, ha truncado sus planes. “Pensé seriamente en dejarlo”, confiesa. Ya ha espantado ese pensamiento. Ahora se centrará en el boxeo. El sábado peleará en Marín. Espera debutar como profesional en escasos meses. La vida le ha golpeado con fuerza. Loureiro se ha levantado.

Mucho ha recorrido el olívico a sus escasos 25 años. Simón González, trece veces campeón del mundo de kickboxing, pronto detectó su talento. Alberto Loureiro se crio en su gimnasio de Urzaiz, alternando modalidades y descollando en todas. Hace algo más de un año decidió centrarse con mayor dedicación en el kickboxing. “Es la oportunidad de ser el primer español olímpico en este deporte”, anhelaba entonces.

El proyecto implicaba un gran sacrificio. Acostumbrado a pelear en -81 kilos en la variedad de low kick (se consienten las patadas por encima de la rodilla), el paso al full contact (puños y patadas solo por encima de la cadera), elegido por el Comité Olímpico Internacional, implicaba bajar a -75. No sólo 6 kilos menos para los pesajes, sino 15 menos para su constitución habitual. Un margen demasiado amplio que acometer en las preparaciones. En enero de 2022 comenzó a someterse a un régimen espartano.

El programa comenzó a funcionar con un calendario preciso. En mayo participó en la Copa del Mundo en Estambul, pronto aún para una perfecta aclimatación a los cambios. Ignoraba que iba a ser su última cita en mucho tiempo. Loureiro, miembro desde hace tiempo de la selección española, había fijado su horizonte en el Europeo que en noviembre se iba a disputar en otra localidad turca, Antalya. Quedar entre los ocho primeros le otorgaría la clasificación para esos Juegos Europeos de Polonia de 2023.

Las vacaciones de verano se cruzaron en ese objetivo. Un destino paradisiaco, transformado en pesadilla. El joven quería compartir ese viaje con su padre, pero también aprovecharlo para profundizar en su formación. “Cuba es la cuna del boxeo olímpico y yo siempre he tenido una base grande de boxeo. Era la oportunidad de seguir ampliándola”. Adquirir conocimientos es una pulsión constante en él. Ya en 2018 se pasó seis semanas en el gimnasio de Nacho Beristáin en Ciudad de México. “Fui a Cuba buscando entrenadores y boxeadores con los que pelear. Estuve cuidándome, teniendo precaución con todo, pero...”.

En perspectiva, sospecha que se contaminó quizá con unos cubos de hielo. Lo cierto es que regresó a Vigo y escasos días después se sintió terriblemente mal. “Fue un cristo. Acudí al hospital amarillo perdido, me dijeron que era una gastroenteritis y me la comí en casa yo solo. Estuve tres semanas en el sofá tirado, sin poder moverme”. Su pareja, Maeve, se contagió. Cuando ella enfermó y descubrieron que sufría una hepatitis vírica, los médicos también convocaron a Loureiro para someterlo a pruebas y concluir que él había sido el paciente original.

El diagnóstico acertado llegó después incluso de que ya hubiese participado en una concentración en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, previa al Europeo de kickboxing de Antalya, junto a los demás púgiles seleccionados por la Federación Española.

"No entendía por qué estaba tan cansando, por qué mi cuerpo no respondía. Al conocer el resultado de las analíticas tuve que renunciar”, relata.

Alberto Loureiro

— Boxeador

Alberto Loureiro, durante un entrenamiento en La Vieja Escuela

Alberto Loureiro, durante un entrenamiento en La Vieja Escuela / ALBA VILLAR

Ha atravesado meses duros, “decían que seis pero han sido muchos más”. Maeve, por ejemplo, sigue a tratamiento. Loureiro, por su parte, siguió sintiendo “una debilidad terrible hasta hace prácticamente nada”, describe. “Estaba cansado todo el día. No tenía energía. La enfermedad me rompió totalmente toda la temporada. Ha sido un antes y un después. Pensé seriamente en dejarlo. Se me había roto la ilusión de todo el año, con un esfuerzo sobrehumano para bajar de 75 kilos”.

“Ahora estoy otra vez a tope”, se ufana. La recuperación física se ha retroalimentado con la anímica. Pero no se puede recuperar el tiempo ya ido. Loureiro había perdido el paso en la carrera olímpica de kickboxing. Lo asumió. “Creo que ahora mi carrera la voy a hacer en boxeo. En kickboxing, además, no estaban saliendo demasiados combates. No había movilidad. El boxeo te proporciona mayor renombre”.

El giro ha supuesto también cambiar de entrenador. Loureiro se ha puesto en manos de Manolo Jiménez, alma de La Vieja Escuela y guía del campeón de España José Gregorio Suero. Una mudanza que incluye su cuota de dolor y de nostalgia. “Le estaré eternamente agradecido a Simón por haberme formado como peleador y por habérmelo enseñado todo”.

Con Jiménez ya en su esquina, Alberto Loureiro se medirá este sábado en Marín a Jonathan Casariego en un combate neoprofesional. “Me encuentro superbién. Esta pelea la hago en 80 kilos, pero con la perspectiva de volver a bajar a 75”, explica. El tamaño es una de las dificultades de este duelo. El vigués se ajustará sobradamente al límite. El vilagarciano sufrirá más pero también podrá disfrutar en teoría de la pegada que el mayor peso le concede. A Casariego, de 31 años, le beneficia también su experiencia. Procede del MMA y el K-1, donde ha tenido una fructífera trayectoria. En boxeo acumula igualmente registros positivos en una docena de peleas.

“Hace mes y medio que me ofrecieron este combate. Ha sido un plus de motivación para volver a coger la forma”, concluye Alberto Loureiro, que espera debutar en profesionales “antes de que acabe el año o a principio de 2024”. No observa la oportunidad perdida con amargura. Se ilusiona con el camino que se abre ante sus ojos. Llegarán otros golpes, en el boxeo y en la vida, que amenacen con derrotarlo. El triunfo es levantarse o al menos intentarlo.

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