Alberto Loureiro ha emprendido una nueva aventura. Tan joven y querube, a sus 24 años; tan experimentado y severo, el vigués ha practicado con aprovechamiento boxeo, savate y diferentes modalidades de kickboxing. Títulos, medallas y cinturones nacionales e internacionales jalonan su currículo. La inclusión del full contact en el proceso olímpico determina ahora su rumbo. Loureiro se centrará en esta disciplina. Quiere participar en los Juegos Europeos de 2023. En el distante horizonte, posiblemente los Juegos de Los Ángeles en 2028. El reto le exige renuncias. Debe acomodarse a un peso inferior al que le ha sido propio; seis kilos en la categoría y 15 para la vida. Desde enero se somete a una disciplina espartana. La ambición se lo compensa. “Es la oportunidad de ser el primer español olímpico en este deporte”, proclama.

El Comité Olímpico Internacional acordó en julio pasado con la WAKO, principal organismo rector del kickboxing, su aceptación en el programa de los Juegos Europeos de 2023, que se celebrarán en Polonia. Será la tercera edición de esta versión olímpica continental. No implica su inclusión inmediata en los Juegos convencionales. En París 2024 se estrenará el breakdance igual que escalada, skateboard y surf en Tokio. El kickboxing aspira a Los Ángeles en 2028. “Es un tema político. Quizá dependa mucho de lo que venda a nivel televisivo y mediático”, aventura Loureiro.

Loureiro y su entrenador, Simón González, se reunieron hace algunos meses y analizaron el novedoso escenario. El marchamo olímpico ofrece numerosas ventajas.

–Venga, vamos a por ello –lo animó Simón.

“Ha sido cuestión de tiempo, inversión y mucha preparación. Este año quiero ser completamente estricto"

Ambos eran perfectamente conscientes de las implicaciones de la maniobra. Entre las variedades del kickboxing, el COI se ha decantado por el full contact: puños y patadas solo por encima de la cadera. Como pesos, -63,5, -75 y -86 kilos. Alberto Loureiro ha combatido más en low kick (las patadas se permiten por encima de la rodilla). Y en -81 como categoría. Este giro ha exigido cambios esenciales.

La aclimatación técnica ha sido la más sencilla. “Simón siempre nos ha inculcado a todos que seamos peleadores multidisciplinares”, comenta el púgil sobre la filosofía que impera en el gimnasio de Urzaiz. “Su línea de trabajo nos permite adaptarnos a la disciplina en la que nos convoquen”. Como ventaja añadida, el full contact resulta menos lesivo. El low kick afecta a cuádriceps y rodillas. Erosiona más los pies en las patadas.

La transformación anatómica ha sido más compleja. Subir a -86 hubiera implicado un perfil de mayor fragilidad. “Y yo ya tenía la ilusión de baja de peso”, asegura Loureiro. La frontera se situaba por tanto en -75. En enero acometió la tarea.

Ajustarse a un peso resulta más complicado en kickboxing, con torneos que pueden durar varios días, que en boxeo, donde solo hay que cumplir en el ritual previo del pesaje. Loureiro se puso en manos de un nutricionista y un preparador físico, bajo supervisión médica. En las primeras semanas bajó 15 kilos respecto a su estado natural sin competición. Y desde ese momento se ha mantenido apenas dos o tres kilos por encima del tope, con facilidad para salvar la brecha cuando resultase pertinente. Acepta la frugalidad rutinaria que supone, pesando los alimentos en cada comida, y el esfuerzo de incrementar las horas de entrenamiento. Lo prefiere a los vaivenes. “Ha sido cuestión de tiempo, inversión y mucha preparación. Este año quiero ser completamente estricto. Me estoy intentando profesionalizar lo máximo posible”, explica. “Bajar de peso ha supuesto un enorme sacrificio, pero es la mayor victoria de mi carrera”.

“Me noto más fuerte”

Loureiro ha escogido además la vía más transitada. “Mi peso es el más estandarizado y difícil. Los que peleaban en -75 en low kick se pasarán al full contact. Y los de -71 que ya estaban subirán. Todos perseguimos la misma meta”. La Federación Española de Kickboxing confía en su talento para imponerse entre la muchedumbre. Loureiro es uno de los tres becados con vistas a los Juegos Europeos de 2023. Para clasificarse debe quedar entre los ocho primeros en el Campeonato de Europa, que se celebrará en la localidad turca de Antalya en noviembre.

Mucho queda por recorrer hasta entonces. Loureiro necesita ensayar con su nuevo cuerpo. Su estreno se ha producido en la prueba de la Copa del Mundo que se ha disputado en Estambul. Se impuso en el primer combate a los puntos al representante de Azerbaiyán y después al turco por abandono en el tercer asalto. En cuartos cayó ante el kazajo por mínimas diferencias. “Me sentí bien a nivel de competición, con buenas sensaciones. En la última pelea tuve un pequeño percance y salió mal. Es para aprender, que no se vuelva a repetir, pero vi que podíamos llegar al objetivo”, asegura el olívico, que conserva la potencia pese a la reducción lógica de volumen. “Yo ya era un peleador fuerte, de poder, en mi anterior peso y ahora me noto muy superior, mucho más fuerte que los demás”.

Simón González asiste con entusiasmo a este nuevo capítulo en el relato de su pupilo. El ourensano, trece veces campeón mundial, nunca tuvo acceso al sueño olímpico. Espera vivirlo de forma vicaria a través de Loureiro. “Me hace mucha ilusión”, confiesa Simón. “Esperemos que traiga una medalla a Vigo. Sería un bombazo”.