Deja a los chavalotes que camelen

Benítez no podía fracasar en una apuesta que iba a defender su gestión o acallar a sus críticos, pero triunfó la mejor alternativa

Armando Álvarez

Armando Álvarez

“Deja a los chavalotes, Rafa”, le había pedido el celtismo. “Dejalos que caminen, como ellos camelan”, se recomendó el viejo profesor a sí mismo, indigesto de invierno. Se retó Benítez en el espejo a la vez que al debate. No podía perder. Si fracasaba la revolucionaria alineación, acallaba a los críticos; si triunfaba, desmentía su conservadurismo. El Celta ganó ayer tres veces. Mandanga en la Copa. Lejía para la Liga. Confianza para todos.

De ilusión también se vive

Atrás ha quedado un lustro de eliminaciones prematuras. Nunca pudo el Celta afrontar la Copa, que está para soñar, desahogado en la Liga, que lo sustenta. Tampoco ahora. Pero en realidad nunca han debido ser cuestiones contradictorias. De ilusión también se vive, aunque no alimente. De tristeza también se muere. Ninguna eliminación impulsa y ninguna victoria frena. El celtismo se levantará hoy y la clasificación no habrá cambiado. Seguirá vomitando su preocupante aritmética. Habrá sin embargo, al menos durante una semana más, la posibilidad de fantasear con un centenario glorioso. Importa cada instante. Cada recodo del camino cuenta.

Vindicaciones personales

Un solo partido, y en circunstancias tan específicas, nunca debe invitar a sentencias inapelables. La pelota es caprichosa en sus desmentidos. Ha sido, no obstante, un examen exigente. Baraja rotó menos que su mentor. El Valencia había entusiasmado a su hinchada en la Copa. Mestalla apretó siempre. Williot, Miguel, Sotelo o Hugo Álvarez le han probado a Benítez que son piezas útiles.

Juventud agresiva

El mejor Celta desde Unzué, el de Coudet a su llegada, solía cometer más faltas que sus rivales. Era un buen síntoma. Esa agresividad se ha ido diluyendo desde entonces. El equipo la recuperó ayer gracias al ímpetu de la juventud. Aunque Benítez mantuvo la táctica del repliegue progresivo, la presión tantas veces posicional fue ayer proactiva. Los célticos acudieron al choque con sincronía. Ganaron casi todos los duelos. Se impusieron en el balón dividido. Funcionaron las coberturas y las ayudas. La combinación de frescura y rigor táctico se produjo en las proporciones adecuadas.

La semilla de Campos

Luis Campos se ha ido. Mientras estuvo, casi siempre sin estar, el balance de su gestión bordea lo pavoroso. La apuesta por ese modelo de gestión externalizada fracasó claramente. El portugués, sin embargo, ha dejado plantadas ciertas semillas como detector de talentos precoces. Su legado no depende tanto de Larsen o Douvikas, que al fin y al cabo ya habían sobresalido en una liga competitiva, de clase media, como la holandesa. Su etapa se condensa sobre todo en Williot; su apuesta más arriesgada, estéril hasta ahora, que amaga con florecer. Aún de 19 años, resulta imposible predecir si romperá en estrella. Más que de su físico, creciente, dependerá de su cabeza; de que sepa competir en cada entrenamiento y cada encuentro, con regularidad y consistencia. Porque le sobra el talento. Lo destila por sus poros al estilo de Kaká: en cada trote con la cabeza levantada, en el manejo de los dos pies, en la impredecibilidad de sus giros, en la pausa que aclara la confusión a su alrededor, en la irrupción en el área... Campos es hoy, en el resumen, ese extraño invento que le salió mal al Celta. Mañana, tal vez, el descubridor de Williot.

El Aspas del Sevilla

Douvikas se ha convertido en el Aspas del Sevilla

De espaldas

Douvikas tiene ese poso ante la portería que distingue a los jugadores con olfato. El tiempo se detiene para ellos mientras otros se precipitan. Le suele suceder a De la Torre, al que le falta atrevimiento para concretar todo lo bueno que insinúa y todo lo mucho que trabaja. Para estrenarse como goleador, el estadounidense tuvo que situarse de espaldas a la portería. Para superar su miedo al remate, necesitó orejeras de caballo. Para exhibir su exquisitez, tuvo que rematar por instinto. A veces el camino más corto es el camino contrario. Ojalá el gol le ayude a soltarse.

Incluso cuando peca

El VAR, en este mundo al revés, ya no beneficia al Celta ni cuando acierta. Buen arbitraje de De Burgos y cuando falló, lo rectificaron. Era penalti de Carlos. Ese pecado resucitó a un Valencia que estaba grogui. Pero ni siquiera cuando falla es capaz el central vigués de estropear su victoriosa estadística. Tan prolongada que no es casualidad. Carlos cumple en defensa y mejora la salida. Benítez debería considerar seriamente esa dupla inamovible Unai-Starfelt.

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