El Celta y su gente se amarran a Primera

El equipo vigués celebrará su centenario en la máxima categoría después de lograr la permanencia tras superar al Barcelona gracias a dos goles de Gabri Veiga en medio de un ambiente electrizante

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta celebrará su Centenario en Primera División. Como debía ser, como corresponde con su historia y como merecen esos miles de celtistas que ayer convirtieron el partido ante el Barcelona en un suceso paranormal, en un acto infinito de esa fe que se renueva constantemente a través de días como éste en los que uno cree que el corazón va a huir de su cuerpo. Otra de esas tardes agónicas en la mochila de unos aficionados que llevaron en volandas a los suyos. Después de semanas perseguido por la catástrofe del descenso, el equipo vigués ha terminado por darle esquinazo cuando ya no había más alternativa. En esta situación límite surgió la figura de Gabri Veiga para anotar los dos goles que le daban la victoria ante el Barcelona y le ponían a salvo de cualquier carambola que se produjese en el resto de campos donde se ponía en juego una plaza para el descenso. El futbolista de la temporada, el gran descubrimiento, el que seguramente volará pronto de Vigo en dirección a la Premier, emergió tras semanas alejado de esa versión deslumbrante que impulsó en invierno al Celta y dejó con la boca abierta al mundo del fútbol. Eligió el mejor momento posible para volver a la vida y para demostrar que tiene un don con el gol. Sus lágrimas celebrando los goles en el mismo césped y su tembleque nervioso en el banquillo tras ser sustituido dice mucho de lo que ha sufrido este chico, de lo que significa la presión de verse exigido y de sentirse responsable de esa cadena de malos resultados a los que nadie encontraba solución y ponía en peligro la temporada.

Gabri Veiga puso paz en un partido jugado con absoluta angustia por parte del Celta. Lleno de miedo, paralizado por momentos, temeroso de que cualquier paso en falso le condenase y diese alas a sus rivales. El porriñés sí tuvo el punto de atrevimiento necesario para encontrar premio en el área rival. Esa fue su principal grandeza en el día de ayer. Jugó con las entrañas, dispuesto a tirar de un carro en el que no estaban los capitanes (Aspas volvió a quedarse en el banquillo por sus problemas físicos) ni muchos de los veteranos de la plantilla. De hecho Carvalhal echó mano de una alineación extraña en la que asomaron futbolistas que apenas habían contado en los últimos meses y donde saltaron a escena jugadores cedidos que saben que su futuro está lejos de Vigo.

El Celta fue un manojo de nervios que por encima de todo jugó a no equivocarse. Una versión algo mejorada de lo que se ha visto en estos dos últimos meses deprimentes. Como los animales que como estrategia defensiva eligen no molestar ni moverse en exceso. Eso hizo el Celta con un Barcelona para quien el partido era una evidente molestia. El Celta sabía que los de Xavi no se desbocarían, pero que cuando llegasen al área de Iván Villar no iban a perdonar. Explícale tú a Lewandowski que no sume un gol más o a Rapinha que te perdone. No va en sus códigos. Por eso los de Carvalhal siempre quisieron ir hacia delante cuando recuperaban la pelota, pero con la espalda bien cubierta por miedo al castigo del Barcelona. El problema es que les faltó intensidad en el medio del campo para hacer que los azulgrana se sintiesen incómodos. Tocaban con facilidad pasmosa ante un Celta que les miraba de lejos, con las líneas bien juntas, pero facilitándoles el pase a la espalda de los centrales. Un peligro evidente que no pareció asustar a Carvalhal. Al Celta lo despertó el VAR que anuló el gol de Kessie tras aprovechar un mal despeje de Unai Núñez. Un aviso del peligro que corría el partido por esa obsesión de no apretar. En el área de Ter Stegen, donde el Celta llegaba siempre a través de transiciones, el principal peligro lo componía Gabri Veiga con sus disparos desde la frontal. Carvalhal le quería cerca de la portería rival. Y así encontró el premio en el último momento del primer tiempo. Fue en una jugada en la que Mingueza –una bendición su regreso– apretó para robar el balón, Seferovic descargó y Gabri Veiga entró en el área con la autoridad que teníamos olvidada. Un control para quitarse al marcador y un remate cruzado al palo largo que Ter Stegen solo pudo entrar mansamente en su portería.

El plan no cambió en exceso en el segundo tiempo. Xavi avivó el equipo con la entrada de Gavi que le aportaba un punto más de sacrificio al Barcelona. Los vigueses protegieron lo conseguido, cuidando el área de Iván Villar con un buen rendimiento general defensivo (mucho mérito el partido de Carlos Domínguez) y una buena implicación de casi todo el medio del campo. Quería Carvalhal que pasasen pocas cosas hasta que apareció entonces Gabri Veiga de nuevo. En una jugada algo afortunada porque tras una buena conducción de Carles Pérez -otro de los que más apretó al Barcelona- el balón llegó al porriñés en un costado. Buscó a Seferovic en el segundo palo, pero el golpe salió extraño y tras trazar una parábola superó a Iñaki Peña (que había entrado por Ter Stegen) para entrar en la portería después de golpear en el segundo palo. El éxtasis en Balaídos.

Ahora sí que el Celta tenía un botín importante que cuidar. Xavi echó al campo a Dembelé y Ansu Fati, lo que aumentaba las amenazas, mientras Carvalhal recurría a sus “galiñas picadoras” como le gusta llamarlas. Entraron Tapia (extraña ausencia la suya), Cervi y Kevin por gente que ya no podía con el alma como Luca, Gabri Veiga o Mingueza. Ya era un equipo con más pierna dura, que contuvo al Barcelona, que jugó con el tiempo y fue a los balones divididos con una intensidad aún mayor. Todo parecía tranquilo hasta que Dembelé sacó un centro magnífico al corazón del área y Ansu Fati cabeceó a placer. Un punto de emoción que no fue tal porque el Celta cerró los caminos hacia su área y estuvo más tiempo en el campo del Barcelona cantando una cuenta atrás salvadora. El Celta nunca debió llegar a ese punto, pero cuando sonó el pitido final el equipo y el estadio entero soltaron toda la angustia acumulada.