Este Celta aún tibio, ni entusiasmante ni deprimente, que vacila en media tabla sin conocer aún qué guerra le corresponde, se condensa en gran medida en Óscar; en su propia indefinición. El talaverano era un viejo deseo de la dirección deportiva. A la vez, un refuerzo incluido por Luis Campos en su reforma y aceptado gustosamente por Coudet. Difícil tal unanimidad, que se ha traducido en su titularidad indiscutible. Pero sin asentarse en la medular, donde Veiga le ha arrebatado la herencia de Denis, ni estabilizarse en la banda. Vaga Óscar por el campo en busca del jugador que espera ser. “Para mi mejor rendimiento queda bastante. Poco a poco me voy sintiendo mejor y más cerca de ese objetivo”, valora.

Óscar, que se formó en la cantera del Real Madrid sin llegar a debutar en el primer equipo, es un centrocampista de contornos brumosos que se define desde una característica concreta: su brutal pegada. Esa que exhibió en el Leganés. En el club de Butarque anotó 13 goles en 64 partidos y el Celta se enamoró de él. Paradójicamente, si después han reunido sus caminos, es seguramente gracias a que Óscar equivocó su golpeo contra el Real Madrid en aquella última acción de la última jornada de la Liga 19/20. El tanto hubiera descendido a los celestes.

Óscar, en una de las ocasiones de gol que tuvo en el Camp Nou. Alejandro García

Destinados a reunirse, el Sevilla aplazó el encuentro a golpe de talonario. Pero Óscar se mustió en la lujosa plantilla hispalense –2 goles en 44 partidos– y tampoco recobró el pulso en la cesión al Getafe –0 en 18–. Su declive ha posibilitado su llegada a Vigo. Así de indescifrables resultan los laberintos del fútbol.

Óscar ha vuelto a disfrutar de la continuidad: 544 minutos en 7 partidos. Solo se ausentó del Metropolitano por el contratiempo muscular que había sufrido ante el Cádiz. Indispensable para Coudet, en suma, sin que esté claro en qué posición o con qué papel. El entrenador, pese a su tutela, resuelta en largas conversaciones, no lo ha convertido en el timonel que maneje el ritmo. Así que lo ha ido orillando a derecha y mayormente izquierda. “Estamos contentos de que esté aquí con nosotros”, dice Óscar del regreso de Coudet tras su estancia en Argentina por urgencias familiares. “Es muy importante”.

“Me veo bien en las dos posiciones”, asegura el jugador castellano, con el banquillo del Nervión como una herida abierta en la memoria. “Estoy contento de sumar minutos. Con tal de jugar, estoy feliz”.

Óscar no ha jugado bien. Ni mal. A ratos lo uno y lo otro. A ratos ni lo uno ni lo otro. Anotó un gol ante el Cádiz. Contra el Barça se le escurrió entre los dedos. Una de sus ocasiones, un tiro franco ante Ter Stegen que se le fue alto, recordó a aquel otro ante Areola. “He estado viéndolas”, confiesa de esas acciones en el Camp Nou. “Se quedan para el recuerdo. Sirve también para aprender, para hacernos fuertes. Tanto yo como el equipo tuvimos varias ocasiones. El fútbol a veces no es justo. Merecimos mucho más. Hay que seguir intentándolo”.

Su instinto letal se alimenta de las faltas. En el Celta ha de asumir la primacía de Aspas. “De momento he tirado pocas y no han podido entrar. Pero no voy a dejar de intentarlo. Seguiré ensayando.”, insiste.

“Dentro del campo me siento bien, estoy haciendo buenos minutos, pero es cierto que todavía se puede mejorar muchísimo”, asume finalmente. Sostiene que en nada le afecta la cláusula de compra de 9 millones que la directiva pensará si ejecutar: “Sinceramente estoy centrado en hacerlo bien. Intento solo pensar en esta temporada. Ya lo que venga, Dios dirá”.