El Celta hace cuentas antes de tiempo

El equipo vigués deja volar la victoria ante el colista en los últimos minutos tras un deficiente manejo del partido - Cervi había adelantado a los de Coudet, que luego dejaron que el partido fuese por donde no les convenía

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta, como la lechera del cuento, se puso a hacer cuentas antes de tiempo. Tan contento estaba con el gol de Franco Cervi que le metía de lleno en la carrera por cazar las posiciones europeas, que se olvidó por un momento de ese Levante que tantos dolores de cabeza le había generado las dos horas anteriores. Dio por liquidados a los “granotas” que incluso se hicieron los muertos por momentos. Y en medio del terrible desconcierto, la desidia y la irresponsabilidad con el que los vigueses jugaron el tramo final del partido Roger aprovechó la pasividad de buena parte del equipo y un grave despiste de Carlos Domínguez, demasiado bisoño en la marca, para recoger un balón en el área y arrancar un empate que dejó a los dos equipos con cara de circunstancias. Ni acerca al Celta a la zona europea ni al Levante a la salvación. Y a estas alturas de la temporada, con una docena de jornadas por delante, ninguno de los dos equipos tiene precisamente tiempo para hacer realidad sus sueños futuros. Ambos se marcharon a la cama con razones para reprocharse muchas cosas.

Fue un día de falsas apariencias. Por ejemplo en los diez primeros minutos en los que el Celta ofreció una imagen completamente engañosa de lo que iba a ser su partido. Protagonizó una salida colérica sobre el área del Levante, incapaz de quitarse de encima aquel enjambre de avispas que no le dejaban respirar y le obligaron a cobijarse con urgencia en su área. Mordían los de Coudet. Recuperaban el balón y cargaban sobre el área de Cárdenas dispuestos a que el combate acabase en el primer asalto. El Celta parecía Tyson en los tiempos en los que te sentabas dos minutos tarde delante de la televisión y ya había terminado la pelea. El problema fue que se secó demasiado rápido y que el Levante, poco a poco, fue saliendo de las cuerdas en las que se refugió de aquel aluvión inicial.

El colista no tardó en dejar claro que su posición clasificatoria poco tiene que ver con su desempeño en el campo. Pudo marcar en una clamorosa ocasión de Dani Gómez, pero luego se ordenó bien en defensa, cerraron los caminos que conducían a Iago Aspas y minimizaron a casi todos los jugadores de ataque del Celta, condenados a estrellarse contra el muro “granota”. Nula incidencia de los laterales, desaparición de Brais, de Denis....Se salvaban de la quema el hiperactivo Beltrán, Cervi que no deja de dar pasos hacia adelante y Aidoo, que ejercía de bombero anulando cualquier peligro que volase sobre el área de Dituro. El resto del Celta estaba atrapado en el sistema defensivo del Levante. Y es inevitable pensar que aunque ayer estuviese sentado en el palco que fue suyo durante seis años, la información de Miñambres tuvo un efecto importante sobre lo sucedido en el terreno de juego.

En el arranque del segundo tiempo Coudet lanzó al campo a Orbelín Pineda. El mexicano, cuyo fichaje en enero –anunciado con meses de adelanto– despertó la lógica expectación en Vigo, pisó al fin el terreno de juego de Balaídos. Lo hizo acusando los lógicos nervios iniciales para a continuación ir participando algo más en el desarrollo del juego. Entró por Denis y su presencia le dio al Celta una cosa buena –disponer de un futbolista vertical más en el campo– y una mala, que el Levante también encontraría más espacios para salir en dirección al área de Dituro. La cuestión es que el Celta fue pisando el área del Levante con algo más de frecuencia. Y con veinte minutos por delante Galán colocó un centro colosal desde la izquierda para que Cervi fusilase a Cárdenas con un cabezazo inapelable en el segundo palo. El gol dejó al Levante casi noqueado. El Celta sintió que el partido estaba a buen recaudo y vivió sus minutos más cómodos.

No parecían los valencianos con ánimo ni ideas para combatir en ese momento a los de Coudet que de forma inconsciente se fueron olvidar de sus auténticas responsabilidades, de lo que demandaba el partido. Se fueron sucediendo poco a poco los errores. Coudet echó mano entonces de su habitual cerrojo en estas situación: Tapia. El peruano, que sustituyó a Cervi que había realizado un notable encuentro, entró en el campo con un cuarto de hora por delante y fue incapaz de reestablecer el gobierno en Balaídos, más parecido en ese momento a la sede de Génova del PP. El choque se abrió en canal sin que nadie fuese capaz de coserlo. Un riesgo innecesario porque del mismo modo que el Celta amenazaba con liquidar el partido el Levante, agrandado con la entrada de Malsa y sobre todo de Cantero, empezaba a asomar con peligro por el área de Dituro. Y solo unos minutos antes parecía entregado. Hubo jugadas sangrantes que pusieron a Coudet de los nervios: transiciones mal conducidas, pases absurdos, malos posicionamientos en general y una deficiente ocupación de los espacios. Justo después de una contra en la que el Celta cayó en una ridícula perdida, el Levante se encontró una autopista por la izquierda. Cantero aprovechó la pasividad de Brais y Hugo, que le dieron más tiempo del recomendable, para colocar un centro en el área donde Roger recibió demasiado libre aprovechando el despiste de Carlos Domínguez. El delantero batió a Dituro con un disparo cruzado.

El Celta no se resignó. Eso es lo bueno que tiene el equipo. Pese al poco tiempo que tenía por delante se lanzaron a por el Levante en busca de la solución. Con mucha voluntad y pequeñas dosis de talento. En una de ellas una gran combinación de ataque dejó a Pineda mano a mano con Cárdenas pero el remate del mexicano se encontró con el tobillo del portero y el balón acabó saliendo por la línea de fondo. Había estado a punto de cerrar a lo grande su estreno en Balaídos. En cambio se llevó su primer disgusto para continuar así con su proceso de adaptación al Celta.