“La cuestión no es lo que sabes, sino lo que puedes demostrar.” El polémico detective Alonzo Harris, interpretado de manera brillante por Denzel Washington en la película ‘Training Day’, era un inspector corrupto que tenía muy claro lo que quería y cómo conseguirlo, aunque a veces no le saliese del todo bien. La frase del bueno de Alonzo sirve para definir a la perfección la imagen que dio ayer el Celta ante la Real Sociedad. El equipo vigués llegaba al partido en tierras vascas después del fiasco en Copa y sabedor de la importancia que tenía para sí mismo y para sus aficionados una victoria que curase parte de las heridas sufridas el miércoles en Mallorca. Lo sabía, pero no lo pudo demostrar en ningún momento.

No buscó experimentos Coudet en su alineación. Si en las últimas jornadas había introducido algún cambio obligado por las ausencias, en el Reale Arena salió con su once más reconocible una vez recuperado Néstor Araújo para la causa.

Empezó el partido raro, con hasta dos saques de centro abortados por el colegiado tras invadir los jugadores del conjunto donostiarra el campo rival antes del pitido inicial. Lo cierto es que esa anécdota fue un fiel reflejo de las ganas de unos y otros por disputar un encuentro que, para los intereses celestes, podía marcar si en su futuro próximo iba a estar peleando por presentar su candidatura a los puestos de honor de la clasificación o si por el contrario le esperaban cuatro meses de deambular por tierra de nadie. Y parece que será lo segundo.

El partido se decidió en el primer cuarto de hora con un gol evitable en varios momentos. Una pérdida un tanto absurda entre Galán y Cervi en campo contrario originó un contragolpe vertiginoso de la Real Sociedad, que en apenas tres toques había plantado a Oyarzabal delante de Dituro con la única compañía de Aidoo. No pudo superar al argentino a la primera, pero sí a la segunda. Y allí solo seguía el central ghanés.

Es cierto que la recuperación de Rafael Rafinha para aquellos que no estamos acostumbrados a los modernos cambios de nombres de los deportistas– pilló descolocados a los jugadores vigueses, que se estaban lanzando en ataque y vieron como la jugada cambiaba de dirección en décimas de segundo. No es disculpa, en cambio, para que una línea mal tirada por Néstor Araújo, al que la acción pilló más retrasado que al resto de sus compañeros, impidiese que el central azteca volviese a toda velocidad en busca de un Oyarzabal lanzado a la carrera. Lo hizo al trote y cuando llegó al área el vasco ya estaba celebrando el tanto con sus aficionados.

El gol no solo no espoleó al Celta, sino que lo minimizó todavía más. Apenas cinco minutos después del tanto, un centro de Gorosabel, que se había encontrado una autopista en su banda, acabó con una parada de mucho mérito de Dituro después de que el balón impactase de manera involuntaria en el brazo de Aidoo. Esa fue la primera señal de la pesadilla que se le avecinaba a los visitantes por encima de sus cabezas.

En el ecuador de la primera mitad fue Elustondo el que se benefició de la endeblez defensiva celeste en el juego aéreo y conectó un remate de cabeza tras un saque de esquina que no acabó dentro de la portería porque se dirigió al centro de la misma. Y es que cada balón parado en contra era un infierno. Como si de enanos contra gigantes se tratase, los jugadores vascos se imponían en cada duelo para desesperación de un Dituro que cada vez hace menos por abandonar la muy cómoda línea pintada debajo del larguero.

Lo que no enseñó el Celta en los primeros 45 minutos fue su potencial ofensivo. Y aunque sirva de spoiler en esta crónica, tampoco lo hizo en los segundos. El bagaje en ataque de los de Coudet antes del intermedio, más allá de una posesión sumamente estéril, se reduce a un disparo algo forzado de Hugo Mallo que se perdió cerca del banderín de córner de la banda contraria. 

La segunda mitad comenzó de la misma manera. El balón seguía siendo mayoritariamente del Celta, pero el control del partido era de la Real Sociedad, que pudo ampliar diferencias nada más reanudarse el encuentro con un cabezazo de Mikel Merino que se estrelló en el palo de la portería de Dituro. El que sí lo hizo fue Elustondo de nuevo en un balón parado que invisibilizó a los defensores del cuadro vigués, pero un milimétrico fuera de juego del zaguero vasco dejó las cosas como estaban. Incluso Rafinha, poco dado a pisar el área rival, debió anotar con todo a favor en el borde del área pequeña, pero su remate se marchó desviado.

Aspas intenta escaparse del marcaje de Guevara. LOF

El Celta campeaba el temporal como podía, pero sin asomarse al campo contrario. La entrada de Nolito por un desaparecido Cervi no permitió cambiar la imagen de un equipo superado en el terreno de juego. Bien pudo Brais Méndez subir algún gol al marcador, pero pecó en lo esencial, el control. Con todo, y como siempre, fue Iago Aspas el que se echó el equipo a su espalda. Bajó a recibir, cayó a banda, participó en la creación de juego y piso área, pero estaba demasiado solo y apenas pudo protagonizar un par de acciones que se saldaron sin peligro para Remiro, que estaba sobre aviso tras la exhibición que tuvo que realizar su compañero Ryan en el encuentro de la primera vuelta pero que ayer vivió uno de los choques más plácidos de su carrera.

No fue el día del Celta, que no pudo darse una alegría necesaria tras el descalabro en Copa y que ahora se queda en tierra de nadie en la clasificación, con los puestos europeos a más de tres partidos de distancia y sin peligro inminente de caer en la zona peligrosa. Porque al igual que opinaba Alonzo Harris, el equipo de Coudet sabía lo que tenía que hacer, pero no lo pudo demostrar.

Uno a uno