Mirador de Lobeira

La expulsión en las residencias

Antonio Touriño

Antonio Touriño

Poco a poco se van desmantelando las instalaciones destinadas a cuidar de los mayores en O Salnés, una comarca que tan solo ofrece un puñado de plazas tras echar la llave varios centros por unas u otras causas. Vilanova primero, O Grove luego y ahora Cambados son las protagonistas de estas encerronas a las familias con mayores a su cargo, que no saben a donde les desplazan una vez que dejan de prestarles el servicio y son expulsados sin remilgos.

Solo queda el asilo de Vilagarcía, las pequeñas instalaciones de Servisenior y la residencia privada de Ribadumia, en las proximidades; centros a todas luces insuficientes para una sociedad más envejecida y que por tanto precisa de más atenciones al alcanzar esa provecta edad.

¡Pues va a ser que no!, ya que ni siquiera las monjas tienen estos gestos de caridad y también en Cambados han decidido que echarán a los residentes tan pronto como alguien se interese por el palacio de Montesacro. Dicen que hasta alguna empresa de vino le echó el ojo al espectacular edificio, cerca de la playa de San Tomé, por lo que, digan lo que digan, pronto se verá el trasiego de ancianitos hacia residencias en las montañas de Lugo u Ourense.

No va a ser un proceso más complicado que el que sufrieron las familias de los alojados en Vilanova o hace cinco en el asilo de O Grove. Al final todo llega con una naturalidad que a veces asombra, pasma la insensibilidad.

Quizás la pandemia haya influido en este comportamiento de desidia social, en el que ya casi nada da pena, en el que falta empatía..

Por ello hay que insistir en la intervención inmediata de las administraciones, de los servicios sociales para que estos ciudadanos disfruten de su última etapa de la vida con la máxima dignidad, simplemente porque se lo han ganado.

La conselleira tiene mucho que decir aún. No puede permitir que cierre el asilo de Cambados sin que O Salnés tenga una alternativa adecuada para todos y cada uno de los residentes. Consentir un nuevo éxodo de “viejecitos” sería una aberración más contra la humanidad, que entre todos se debe impedir desde el primer momento.

Hay que construir espacios públicos dignos en cada comarca, habilitar plazas suficientes para un sector de la población que se ha convertido en el más débil de la cadena, simplemente porque han decidido abandonarles a su suerte.

El problema de la soledad es especialmente grave: Ayuntamientos y Xunta de Galicia tienen que ir de la mano para promover unas instalaciones dignas y con todos los servicios como alternativa al abandono en el que quedan muchos hombres y mujeres en los últimos años de su vida.

No hay derecho a que un mes sí y otro también, sean los voluntarios de Emerxencias los que descubren a un mayor fallecido o malherido o tirado en el suelo de su propio domicilio, pues eso significa que la sociedad, que la familia le ha dejado en la estacada.

Actúen de inmediato y si hace falta hablen con empresarios que si entienden de estas necesidades, aunque solo sea como negocio, y están abriendo residencias en toda Galicia.

La rentabilidad de las mismas está totalmente garantizada, aunque solo sea en términos de solidaridad pues está claro que las pensiones no llegan para cubrir la habitación, alimentos y atención sanitaria que precisan.

El Gran Montecelo está bien pero quizás esté igual de bien una macrorresidencia que dé cabida a quien la precise. Los mayores no pueden convertirse en los seres abandonados, en los parias del presente siglo porque las instituciones, todas ellas, eluden sus responsabilidades.

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