El azar ha querido que en el día que se celebró el segundo centenario del nacimiento de Abraham Lincoln, Barack Obama fuera presidente de Estados Unidos. Esta asociación no deja de tener unos tintes de asombroso paralelismo histórico que han alimentado todo un entramado mediático entre ambas figuras, hasta el punto de convertir al primer presidente negro de Estados Unidos en una resurrección del legendario dirigente que erradicó la esclavitud. El hombre que pronunció la tan repetida frase de "el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no desaparecerá de la Tierra".

La llegada de un negro a la Casa Blanca ha abierto en Estados Unidos un vasto e incómodo proceso de revisión histórica del fenómeno de la esclavitud que por primera vez comienza a abordarse con unas claras premisas históricas alejadas del tabú. Este debate llega este mes a su cénit con el estreno de la película de Spielberg sobre Lincoln, que arrasó en las nominaciones a los Oscar.

Un claro ejemplo de este proceso es la magna exposición organizada por la Sociedad Histórica de Nueva York sobre el papel de la clase empresarial neoyorquina en la abolición de la esclavitud, un hecho que tuvo un enorme impacto sobre la economía a mediados del siglo XIX. Una de las joyas rescatadas en esta muestra es un controvertido libro publicado por José Ferrer de Couto, nacido en Ferrol y propietario del primer periódico de habla hispana en Nueva York -"La crónica"- y miembro activo de la sociedad pudiente de la Gran Manzana -como prueba la extensa necrológica que le dedicó a su muerte el "New York Times" en 1877- que encabezó en los estados del norte la oposición a los planes abolicionistas de Abraham Lincoln. Los negros en sus diversos estados y condiciones; tales como son, como se supone que son y como deben ser, publicado originalmente en Nueva York en 1864, un año antes del final de la Guerra de Secesión y del asesinato de Lincoln, y ahora publicado en España por la editorial Extramuros especializada en libros raros y antiguos, es un extenso estudio que intenta justificar económica, histórica y moralmente la práctica de la esclavitud -que Ferrer de Couto no reconoce como tal, sino como "trabajo organizado de los negros"- y se plantea como una base de acuerdo para que ambos bandos en guerra, el norte de Lincoln y el Sur de Jefferson, la preserven sea cual fuere el resultado final de la contienda. "Tratando de facilitar un acomodamiento honroso entre el Norte y el Sur de los Estados Unidos se han pensado y escrito todos los argumentos de este libro", dice Ferrer de Couto en el prólogo. El empresario coruñés entiende que la esclavitud de los negros es en realidad "el rescate de aquellos infelices" de sus "atroces" condiciones originales en África y la "aplicación de sus fuerzas a la agricultura y a la industria es un hecho civilizador y humanitario".

Los argumentos de Ferrer de Couto deben situarse en su adecuado contexto histórico, en el que sus razones configuraban un debate tan normal entonces como el que hoy pueda darse en nuestra sociedad sobre la conveniencia del abaratamiento del despido como solución a la crisis económica y al desempleo. "La llegada de Lincoln a la presidencia hizo inevitable la guerra, fue como el primer cañonazo. Y la emancipación de los negros promovida por agitadores de Nueva Inglaterra es la causa de tanta desolación", escribe Ferrer en su periódico neoyorquino. Couto renegaba de los esclavistas inhumanos y defendía una reforma para alcanzar lo que denominaba "una moderna y humanitaria esclavitud". Para ser justos, lo cierto es que esta era la posicióndominante entonces en buena parte de la sociedad neoyorquina.

Abraham Lincoln murió asesinado a tiros en un teatro en 1865, apenas un año después de las diatribas de José Ferrer de Couto, por un fanático del sur contrario a la emancipación de los negros, James Booth. El empresario y periodista ferrolano continuó siendo un personaje influyente en Nueva York hasta su muerte en 1877. Fue enterrado en la megalópolis estadounidense por expresa decisión suya.

El "New York Times" le dedicó entonces una generosa necrológica que lo retrata como un empresario que amasó una fortuna en la Gran Manzana, donde ejerció una gran influencia y era sin duda el principal referente de la importante colonia española en esa época, cuando España era todavía una de las mayores potencias comerciales y militares del mundo.