''Amigos imaginarios": lo que dice la psicología

Resulta común y parte del proceso evolutivo que los niños tengan un amigo invisible en algún momento de sus vidas

Una de las escenas de la película “Amigos imaginarios”.

Una de las escenas de la película “Amigos imaginarios”. / Jonny Cournoyer

M. González

M. González

Este fin de semana ha llegado a los cines “Amigos imaginarios”, una película de comedia y fantasía distribuida por Paramount Pictures donde su protagonista, tras pasar por una experiencia difícil, empieza a ver a los amigos invisibles de todo el mundo que se han quedado atrás cuando sus amigos de la vida real han crecido.

La existencia de los amigos imaginarios en la infancia es algo más común de lo que se piensa. Alrededor del 65% de los niños con edades comprendidas entre dos y los siete años tienen algún amigo imaginario. Dicha relación de amistad, como revelan las investigaciones realizadas por la psicóloga Marjorie Taylor (un referente académico en este campo) y su grupo de trabajo en Oregón (EEUU), pueden prolongase hasta los siete años, llegando a mantenerse más allá de esa edad en el 30% de los niños. Otro dato significativo es que alrededor del 25% de los padres no se dan cuenta de que su hijo tiene un amigo imaginario.

“En general, todo lo que sea juego y fomente la creatividad de los niños es algo positivo y tener un amigo imaginario puede ser una herramienta muy valiosa para ello”, destaca la psicóloga sanitaria Clara Díaz, que trabaja en Psicovita y en el Centro SUMA. “Pueden inventarse desde características de un amigo imaginario que sirva a los padres para ver las aspiraciones que tiene el niño de lo que quiere ser o de cómo le gustaría que fuera un amigo, a proyectar inseguridades o dar información de si el niño está viviendo alguna mala situación en el cole o con algún familiar”, añade: “Es una buena ventana hacia los sentimientos que pueda estar teniendo ese niño”.

Amistad en el plano imaginario

Catarina Ventín Picallo. / Cedida

Normalmente, suele desaparecer de manera gradual

“A veces, a los padres les surge la duda de si es algo normal o de si tienen que hacer algo”, destaca la psicóloga general sanitaria Maruxa Fernández Hermelo. “Es algo habitual y suele darse más entre los dos y los siete años porque es un momento en el que el pensamiento es muy egocéntrico, donde ellos se centran más en sí mismos, y porque es un periodo muy imaginativo, donde la creatividad está en auge”, añade: “Todavía no son capaces de diferenciar entre lo que es real y lo que es producto de su imaginación, por lo que hasta los siete años es algo que suele ser habitual; es algo evolutivo”.

Imaginación

“Es algo muy común y para nada preocupante y puede significar muchas cosas dependiendo de cada situación”, apunta por su parte Catarina Ventín Picallo, psicóloga general sanitaria en el centro Olívica. “Normalmente está relacionado con un alto grado de imaginación y creatividad del niño; no significa que estén solos y tengan que imaginarse un mundo aparte, sino que es un tema de imaginación, de jugar de un modo diferente o, a veces, son partes de sí mismos que proyectan ahí”, expone.

La mayoría de autores coinciden en que el amigo imaginario tiene una función positiva para el niño al ser un vehículo de transmisión de sus sentimientos, aunque Clara Díaz también advierte que podría empezar a ser algo “patológico” cuando “el niño se encierra en exceso en este amigo imaginario”: “No es motivo de preocupación que un niño tenga un amigo imaginario; es más, incluso puede ser una señal de que es un niño creativo, pero si ese amigo imaginario lo puede llevar al punto de aislarse de sus compañeros de la vida real, o si lo usa como excusa para fomentar algún comportamiento negativo habría que estar alerta para ver si el niño está depositando en ese amigo imaginario algún tipo de trauma o si puede tener algún tipo de problema relacional o algo por el estilo”.

Amistad en el plano imaginario

Clara Díaz. / Cedida

Es una buena ventana hacia los sentimientos que pueda estar teniendo ese niño

“En muchos niños tienen la función de poner en práctica habilidades sociales y de comunicación... No lo hacen de forma consciente y hay veces que es algo que les favorece en cierto sentido”, dice Fernández Hermelo: “A veces surgen más en niños que son hijos únicos, pero no tiene por qué”. Y aunque es algo que “viene y va” de manera natural, si se mantiene a medida que el niño crece, puede ser “una señal” que hay que evaluar, especialmente “si le supone una interferencia negativa en su vida”.

Expresar sentimientos

“Es una herramienta proyectiva. Si un día su amigo imaginario ha tenido un problema, no quiere decir que el niño tenga ese mismo problema. Igual lo escuchó en la tele, lo escuchó de un cuento o está usando su imaginación para vivir mundos nuevos. Puede significar mil cosas, pero, sin duda, sí que pueden expresar sus sentimientos a través de estos amigos imaginarios”, dice Catarina Ventín, que apunta que, a veces, los psicólogos “en un entorno controlado y sabiendo cómo hacerlo, utilizamos esta capacidad del niño de crear un mundo aparte como herramienta terapéutica”. “Los beneficios son todos los que tiene la imaginación del niño, aparte de que el adulto pueda acompañarle, lo que es muy divertido”, dice Catarina Ventín: “Para el niño, es un elemento más de exploración del mundo, de conocerse a sí mismo y de estar en contacto con el entorno, a veces en un entorno más seguro, porque lo hace con él y a través de él”.

Desarrollo del niño

Aquí, también hay que tener en cuenta “la etapa de desarrollo del niño”, añade Carla Díaz. “Así como el niño crece y desarrolla sus habilidades, los amigos imaginarios también van ganando complejidad”, destaca. “Entre tres y cuatro años pueden ser amigos más simples y que aparezcan en una situación concreta del juego y luego desaparezca”, indica. “Entre los 5 y 7, según el niño empieza a explorar más su grupo de iguales y a enfrentarse a nuevos desafíos sociales, es fácil que esos amigos imaginarios se vuelvan más detallados, más complejos”, prosigue. “Cuando empieza la preadolescencia”, dice Ventín, “el rol de la imaginación de este estilo suele venir a menos, se reduce la fantasía y aumenta la parte más social”.

Amistad en el plano imaginario

Maruxa Fernández Hermelo. / Cedida

Si le supone una interferencia negativa hay que evaluarlo

Que su presencia se convierta en algo patológico es cuestión de observar. “Es importante estar atento a cómo se comporta el niño con ese amigo imaginario: si le habla mal, si lo insulta, si está reflejando a través de él algún miedo...”. “El problema no suele ser el amigo imaginario, que sea un problema es el síntoma de algo más: si en el colegio o en el parque empieza a estar muy retraído, si empieza a costarle dormir, si está más rebelde... Cuando empecemos a ver algún cambio preocupante en el peque y el amigo imaginario es uno de los síntomas que nos ayuda a ver este cambio, bienvenido sea ese amigo imaginario”, sostiene Ventín.

Despedida

Una vez el niño se hace mayor y llega el momento ya de “despedirse” de él, Clara Díaz cree que “esta pérdida del amigo imaginario vuelve a ser una parte natural del desarrollo infantil”. “De nuevo se trataría de estar atentos a si resulta un desafío emocional para el niño”, expone. En este caso, aconseja “crear algún tipo de ritual de despedida, como una fiesta o una carta, que le pueda ayudar a cerrar esa etapa de manera simbólica, como haríamos los adultos con nuestros propios duelos”. Aquí es importante también validar sus sentimientos y también fomentar otras actividades para que haga nuevos amigos y fomentar que sea más autónomo. Y, en el caso de que los padres no sean capaces de gestionarlo, la psicóloga aconseja “consultar con un profesional”.

Ryan Reynolds, en una escena de "Amigos imaginarios".

Ryan Reynolds, en una escena de "Amigos imaginarios". / J.Cournoyer/EFE/Paramount

“La despedida es sutil, va desapareciendo cuando ya no lo van necesitando, deja de estar de forma muy natural, y es importante también que los padres lo gestionemos de esta manera, desde la naturalidad y sin obligarles a que este amigo imaginario no esté, pero tampoco fomentándolo”, subraya Maruxa Fernández Hermelo. “Es algo evolutivo, viene, va y forma parte de la vida”, resume.

“Normalmente suelen desaparecer de manera gradual, van hablando e él cada vez menos, pero no suele haber un duelo en sí. De haberlo, es importante la comunicación con él y la normalización, acompañarlo en su proceso”, coincide Catarina Ventín.

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