Pedro Marescot Malvido era sacristán de la basílica de Santa María aquel 13 de diciembre de 1879 en que su mujer Ramona Iglesias Mouriño dio a luz a su primer hijo, Enrique Marescot Iglesias, en la vivienda familiar de la Rúa Alta. Seguirían posteriormente otros dos varones, Patricio y Antero, y la familia nunca fue precisamente rica.

"Muy pocas personas", recuerda décadas después su familia, "saben que estudió la carrera sin libros, ya que carecía de la economía suficiente para adquirirlos".

Fue auxiliar en el Hospital por el exiguo sueldo que le permitía simultanear el trabajo con los estudios de Medicina y su hermano Patricio le facilitaba los apuntes. Esa intensa vocación, el trabajo y también las profundas convicciones religiosas inculcadas por sus padres serían constantes que lo acompañarían durante el resto de su vida, así como la compasión por los que, como antes el, son pobres.

Su familia no lo olvida: la primera vez que pasó consulta fue a un vecino del barrio de San Roque. Se lo contó lógicamente satisfecho a su madre, que después de escucharlo le preguntó cuánto había ganado por sus conocimientos médicos. "Él le contestó con toda naturalidad: ¿cómo le iba a cobrar a esa gente si es más pobre que nosotros?".

Es una de las anécdotas que recordaba su sobrina, Marucha Marescot, en la revista Nodales que edita el Gremio de Mareantes, una oportunidad para asomarse a las facetas más personales de este médico pionero.

Con el tiempo "toda A Moureira acudía a su consulta privada, pues en aquel momento no había Seguridad Social. En pago a la atención solo recibía presentes (huevos, pescado, verduras, legumbres...) provenientes de gente humilde y pobre, pero sumamente agradecida, que entregaba en pago por sus grandes favores lo poco que tenían, fruto de su duro trabajo".

Esta dedicación a los enfermos es el aspecto que más destacan quienes lo recuerdan, primero como médico en el Hospital Provincial (entonces Hospital de la Beneficencia) y posteriormente al frente de su propio sanatorio.

De hecho, casi constantemente atendía a los enfermos sin recursos en el sanatorio y los emplazaba a acudir unos días después al Hospital "porque si no les voy a tener que cobrar".

Pudo fundar ese sanatorio que llevaría su nombre con el dinero prestado por su amigo Ernesto Paz, pero su trabajo en el Hospital era su gran vocación. El médico Castro-Rial recordaba que: "en el Hospital San Carlos de Madrid se extrañaban de los pocos enfermos que allí acudían procedentes de la provincia de Pontevedra", un positivo resultado que Castro-Rial atribuía a "la medicina de alta calidad que practicaba en el Hospital Provincial de Pontevedra el doctor Marescot, pese a los precarios medios con los que contaba".

En la obra "Historia de la anestesia en España", de Joaquín Cortés Laíño, figura por derecho propio el médico pontevedrés como el pionero que fue: "Fue posiblemente el introductor en España del aparato de anestesia Ombrédame en 1925 y fue de los primeros cirujanos españoles que logró una amplia estadística en anestesia lumbar en los primeros años de su introducción en España", señala el autor.

Se convirtió en todo un especialista en cirugía abdominal y a lo largo de su carrera acumuló reconocimientos, por ejemplo la medalla de la Cruz Roja Española, la Orden del Mérito Civil o la Cruz de Mérito de la Orden del Águila alemana, como recuerda su sobrina, "en agradecimiento por la intervención que salvó la vida a un marinero de una escuadra alemana que recaló en Marín".

También tuvo un destacado papel en las organizaciones religiosas de la época. Marucha Marescot recuerda que "fue impulsor de la cofradía del Corpo Santo, ejerciendo incluso de organista en algunos oficios que se celebraban en la capilla del Hospital". También encabezó la cofradía de La Peregrina durante casi una década, una organización a la que potenció gracias a su estrecha relación personal con el cardenal Quiroga Palacios.

Éste fue precisamente quien bendijo el monumento que los pontevedreses erigieron al médico en 1954.

Tras una misa en el convento de San Francisco que ofició el obispo de Tui, toda una comitiva de ciudadanos acompañó al médico desde el templo hasta los jardines situados frente al entonces cuartel de San Fernando, donde se descubrió la obra, realizada por el escultor Fernando Campo, tal y como relataba en el periódico Abc Rafael Landín Carrasco.

Durante el acto también se le hizo entrega de la Medalla de Pontevedra y la insignia de la Orden del Mérito Civil, pero si algo satisfacía aquel día a Enrique Marescot es que fueron los pontevedreses quienes sufragaron el monumento. ¿Los que más dinero aportaron? Sus humildes pero generosos y agradecidos vecinos de A Moureira.