Roger tiene ocho años y hasta hace menos de una semana vivía en Barcelona. El colegio de allí "no estaba mal", tenía a sus amigos y a los "profes" de siempre, y la ciudad le gustaba. Recuerda que cuando su madre le explicó que deberían mudarse a un lugar del que él -y seguramente sus padres tampoco- nunca había oído hablar, reconoce que se puso un poco triste. Unos días más tarde, el coche familiar serpenteaba entre las montañas del macizo central ourensano hacia Vilariño de Conso.

Los motivos que impulsaron a familia del pequeño Roger y a otras siete a mudarse hasta el rural de la provincia ourensana desde Cataluña, Valencia, Aragón o Madrid son quizás difíciles de entender para los pequeños, pero más que razonables para sus padres. Los alquileres en Vilariño no superan los 120 euros mensuales, no pagan el agua y los vecinos no han parado de colmarlos con las delicias del campo desde su llegada, relata Paola, recién llegada desde Teruel con su marido y sus dos hijos. Con estas condiciones, las pensiones y subsidios que cobran estas familias les permiten conseguir una calidad de vida más que satisfactoria.

Gracias a esta repoblación infantil, el CEIP San Martiño ha aumentado sus alumnos de 11 a 30 y prevé lleguen más en las próximas semanas. Pero esto no es un fenómeno espontáneo, sino que lo han provocado los vecinos reuniendo a los medios y dando a conocer todas las ventajas de vivir en su pueblo. Con esta iniciativa, pretendían evitar que su escuela se convirtiese en unitaria; esto es, alumnos de 3 a 12 años conviviendo en una única clase y bajo la tutela de un único profesor, y a largo plazo su desaparición, que se esperaba para el curso próximo.

La experiencia ha sido todo un éxito, y el nivel de integración de los niños recién llegados con los benjamines de Vilariño es sobresaliente. Muestra de ello es Roberto, un valenciano de 7 años que asegura "extrañar su antigua escuela y a los compañeros de siempre", pero acto seguido se le ilumina la cara para sentenciar que: "Pero los compañeros de aquí también son geniales".

Entre los treinta alumnos que hay por el momento matriculados en el centro escolar corretean sin parar los únicos dos docentes con los que cuenta el colegio. Nueve cursos y dos profesores que hacen a la vez las labores de secretaría, mantenimiento o cuidado del comedor. Reconocen "estar superados", y se sienten discriminados por la Administración al analizar los casos como el del colegio de A Veiga, a apenas 30 kilómetros de Vilariño, que cuenta con cuatro profesores, el doble de los de San Martiño para un niño más, 31. Para Carlos R. Calvente, el director del centro, "esta situación es un agravio comparativo". Además del caso de A Veiga, enumeró los de O Incio y Medeiros, centros en los que disponen de tres profesores para 22 y 18 niños, respectivamente.

El responsable del centro San Martiño, junto con su única compañera, Teresa Díez, defiende que "la situación es insostenible" después de todo el trabajo realizado por los padres de los alumnos y toda la sociedad de Vilariño para conservar la escuela, "mientras las instituciones, incluido el ayuntamiento, están mirando hacia otro lado". Con esta actitud la consellería demuestra "un desprecio por la enseñanza en el rural", asegura Calvente.

Ayer mismo, una llamada de un inspector de Educación confirmaba que, de momento, mientras el colegio contase con 29 alumnos, cifra oficial que maneja la consellería aunque acudiendo a clase hay 30, no les corresponden más profesores de los que ya hay, pero que reconsiderarán la postura si hay más matrículas. Por el momento, Carlos y Teresa tendrán que seguir desdoblando sus conocimientos para atender las necesidades de pequeños pertenecientes a nueve cursos diferentes.

El CEIP San Martiño facilitará contactos de interesados en mudarse al rural para colonizar Larouco y Gomesende

"Querían que muriésemos pero no vamos a morir", insistía el director del San Martiño, Carlos R. Calvente tras terminar una segunda jornada de curso frenética, atendiendo en la misma aula a pequeños de entre 3 y 8 años.

El docente ha asegurado que por parte de la Administración existe "una preocupación" porque la iniciativa llevada a cabo por los vecinos de Vilariño haya prosperado. "Esto se va a extender como aceite por todo el rural", vaticinó el profesor y es algo que "incomoda a la consellería, que sin duda pretendía cerrar el colegio y enviar a los escolares al pueblo vecino".

Para la dirección del centro escolar de Vilariño de Conso, su iniciativa ha sido "un cierre que le ha salido rana a la Xunta" porque los padres de los pequeños reaccionaron demandando "el derecho que tienen a escolarizar a sus hijos en su concello".

Calvente asegura que la única manera que encontraron fue "respondiendo a la política de números del conselleiro", aumentando los matriculados. Y asegura que ahora pondrán en marcha "el concepto de apoyo mutuo", pasando las direcciones de las familias que estaban interesadas en mudarse al rural, pero que ya no pueden ser alojadas en Vilariño por falta de inmuebles, a los vecinos de otros concellos ourensanos que ya han perdido o están a punto de perder sus centros escolares por falta de niños como Larouco, Gomesende o Baltar.