Las acacias o “mimosas” llegaron a Galicia desde Australia de donde son originarias, como cómplices de los viticultores de la provincia de Ourense y de comarcas como O Ribeiro y Monterrei que utilizaban su madera para elaborar postes para sujetar las cepas, lo que provocó durante un tiempo un crecimiento sostenido de la especie.

Décadas después, la capacidad de propagación, enraizamiento y colonización del paisaje de esta planta, ha roto su lirismo, que relacionaba la floración de la mimosa y su rabioso color amarillo con la primavera y la llegada del Entroido y se ha convertido en símbolo del exterminio de muchas otras especies de plantas y arbustos autóctonos, que dejan de crecer a su paso.

El senador del BNG por Ourense, Xosé Manuel Pérez Bouza acaba de presentar una moción ante el Senado, para que el Gobierno central y la Xunta pongan en marcha un plan urgente de erradicación de la acacia en la provincia de Ourense y advierte ya en el texto de la misma que “el costo de ese plan no sirve como justificación, porque de no adoptar medidas los males futuros serán peores e irreversibles”, asegura.

Crecimiento “sin control”

Según el senador, “antes se plantaba para conseguir esa madera para elaborar los postes de sujeción de la cepas, pero con la modernización de los sistemas productivos, esa madera dejó de emplearse, e inició un crecimiento sin control, ocupando amplias zonas del territorio en detrimento de otras planta autóctonas que están desapareciendo por su culpa”.

Reconoce que es un proceso complejo y lento dada la capacidad de enraizamiento que tiene esta especie y lo difícil que resulta limpiar el territorio invadido, “pero si esperamos más el problema va a ser irreversible”.

Los expertos destacan además las propiedades alelopáticas de la acacia, es decir que dificultan la germinación de otras especies. Son además pirófitas, lo que significa que tras un incendio, tan habituales cada verano en Galicia, pueden germinar y rebrotar aún con más intensidad.