Pues sí, tal día como hoy Julio Verne sitúa al submarino Nautilus en la Ría de Vigo, el 18 de febrero de 1868. Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino (1869) es una de las novelas más universales, que describe las aventuras del Capitán Nemo por todos los mares del globo. Desde hace 146 años, exactamente, la bandera del submarino más famoso lleva el nombre de Vigo a todos los confines del mundo. Como una premonición, Julio Verne sitúa todo su ingenio en el interior de esta nave de leyenda, como un gran laboratorio de investigación náutica en la ría más rica del mundo.

La historia del Nautilus y del Capitán Nemo es la reencarnación de una marca en el progreso tecnológico. Sus nombres todavía son los más populares de todos los ingenios navales, de los equipamientos electrónicos y científicos, ordenadores, vehículos espaciales, así como restaurantes, hoteles, también grupos de rock, clubs deportivos y también melodías gallegas.

Ese progreso tecnológico de Verne, como el de Sanjurjo con su submarino o el de las empresas viguesas del mar, son audaces manifestaciones de aquella revolución industrial que ha dejado profunda huella en el ADN de esta ciudad. Por eso no es extraño que, a estas alturas del nuevo milenio, podamos vincular el concepto más avanzado descrito por aquel genio de la novela, con los actuales avances de la tecnología espacial e industrias marinas viguesas.

Me imagino a nuestro creativo novelista observando nuestra sociedad a través de su catalejo: descubriría que Vigo ya tiene un ADN consolidado, forjado en la contracorriente por su espíritu crítico, reivindicativo y tenaz. Estaría orgulloso de conocer las raíces de la Universidade de Vigo en su sociedad; afirmaría que ese ADN de Vigo fluye culturalmente en la misma dirección, y que por eso es un bien público, es un bien de todos. Este audaz personaje, que conoció a la élite de aquella sociedad y a los caldereros de sus fábricas (1878 y 1884), hoy criticaría nuestros complejos para impregnar a la sociedad de las señas de identificación de la Ciudad, para conectarla con las estrategias de una nueva marca de ciudad, del papel y las aportaciones de nuestros antepasados y sucesivas generaciones viguesas. Verne nos aconsejaría reivindicar y proyectar la cultura celta y el Vicus romano, la magia viguesa de Martín Códax en su mar de Vigo, los contenidos de aquella villa amurallada que no se rindió a las embestidas de los corsarios como Drake, los mitos y leyendas de la Batalla de Rande o la Reconquista bien contada. Sin olvidarnos del Vigo en la encrucijada de la emigración a América y puente de la España pluricultural.

La fija mirada de la estatua de Verne en el Náutico parece que nos recrimina y nos dice: "¡Qué! ¿No tienen ustedes Historia que contar? ¿No tienen símbolos culturales o avances tecnológicos que proponer? No queda en Vigo fortuna humanística que defender? Tan cómodos están, cada uno de ustedes, metidos en su nicho de trabajo, o paro, aislados?"

"Reconciliar a Vigo con la figura de Verne", según expresión de Manolo Bragado, significa que la ciudadanía y sus representantes no sean indiferentes a tal propuesta. Vigo no es ciudad llorosa, es proactiva, pero tarda en elaborar su propio proyecto y estatus internacional. Todavía no es consciente de su fortaleza y, a veces, es incapaz de proyectar su gran autoestima. Vigo es una ciudad despierta e innovadora y por eso tiene que levantar la divisa de Verne: Mobilis in mobile (Moverse en el movimiento universal), que supone abrirse al mundo, hermanarse, intercambiarse con el sustrato cultural, industrial y turístico del mundo del progreso, de la ciencia y del futuro.

Para innovar la ciudad hay que consensuar la pluralidad sin renunciar a ella. El Capitán Nemo no lo logró y esto supuso el fin del Nautilus varado en el fin del mundo. Lograr una ciudad con todos y desde todos es un arte de la política, apoyándose siempre en las asociaciones múltiples; aplicando el secreto de la corresponsabilidad y la implicación del ciudadano de manera activa y no doctrinaria y pasiva. Julio Verne ha sido uno de los mejores publicistas de nuestra Ciudad, cierto, por haber creado una leyenda que hizo marca. Vigo ahora tiene que definirse en qué red de ciudades se quiere situar, para consolidarse en el circuito de oportunidades del actual desafío internacional. Ahora somos nosotros los continuadores de Verne.

Después de Nantes, Vigo es la ciudad más verniana. Que se lo pregunten al Instituto de Estudios Vigueses o a la Sociedad VigoVerne. ¡Cómo me gustaría haber sido el mecánico del Nautilus para poder contarles el otro gran secreto que sólo el Capitán Nemo sabía! Otro día.