Javier Gómez Noya se convirtió ayer en Edmonton en una leyenda tras sumar su cuarto título mundial, e igualar al británico Simon Lessing. Pero el ferrolano es uno de los mayores exponentes de los ídolos del deporte moderno. Afable, cercano, todos los que le conocen hablan maravillas del chico que no duda en ejercitarse en Pontevedra con las jóvenes promesas del triatlón y que consideran un orgullo disfrutar un entrenamiento con su ídolo, un ídolo de carne y hueso, cercano, humilde. Un consejo suyo es el mejor de los regalos.

El de Gómez Noya, instalado ya en el olimpo del deporte nacional, no ha sido sin embargo un camino de rosas. El triatleta, de 31 años, tuvo que vencer a las trabas federativas que se encontró cuando le fue detectada una anomalía cardíaca en 1999. Lo que pudo ser el fin de su carrera fue el inicio de su espíritu de lucha y superación. Tras un periplo de médicos y estudios clínicos, luchó para recuperar su licencia federativa y poder convertirse en lo que es hoy, un mito.

Tras iniciarse en el fútbol y la natación, disputa con 15 años su primer triatlón en Castropol. Sin apenas entrentar, acabó segundo en una cita donde se impuso Iván Raña, otro de los grandes exponentes del triatlón gallego.

Su corazón le puso a prueba en más de una ocasión. La primera en 1999, cuando el CSD le detectó una anomalía cardiaca. Tanto vaivén médico no fue capaz de entorpecer su progresión. Campeón mundial sub 23 en 2003 en Nueva Zelanda tardó casi un año en volver a tener una licencia para competir, aunque para ese momento ya se había quedado al margen de los Juegos Olímpicos de Atenas, de los que se quedó fuera por decisión del director técnico de la Federación Española.

Después los éxitos llegaron uno tras otro. Oro en los Mundiales de 2008, 2010 y 2013, fue también campeón de Europa en el 2007. Oro en la Copa del Mundo en los años 2006, 2007 y 2008. Plata en el Mundial de 2007, 2009 y 2012 y en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

La capital inglesa terminó por engrandecer a este luchador, que logró la primera medalla olímpica española en triatlón. Al margen de Atenas 2004 por una decisión técnica, unos problemas estomacales le dejaron fuera del podio en Pekín 2008, que acarició hasta el final.

Cuando la competencia es mayor, el español ha salido indemne de la dictadura competitiva que mostraron los hermanos Alistair y Jonathan Brownlee, que amenazaban con desplazarlo del centro del escenario. Su cuarto título mundial llegó ayer en la ciudad canadiense de Edmonton, tras una temporada arrolladora adornada con cuatro victorias, en Auckland, Yokohama, Ciudad del Cabo y Chicago, un tercero en Canadá, un cuarto en Hamburgo y un sexto en Londres.