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CÓMIC

Viñetas que denuncian al siglo

En una industria del ocio imperante, en la que el entretenimiento frugal impera, algunos autores prefieren fijarse en el mundo y denunciarlo. También en cómics

Viñetas de "La Grieta". // Astiberri

Carlos Spottorno es un fotógrafo que, nos cuenta su biografía en la web del editor Astiberri, centra su interés en temas económicos, sociales y políticos. Y Guillermo Abril es un reportero español que trabaja desde 2007 en "El País Semanal". No tienen trayectoria en el mundo del cómic pero con su novela gráfica "La Grieta" se han convertido en un referente de la historieta contemporánea. Desde que se publicó a finales del pasado 2016 han abundado los artículos en prensa generalista, se encarama en las listas de los cómics esenciales del pasado año y ha traspasado las fronteras del lector especializado, fan o friki, úsese el término que guste el lector, para asombrar, y acongojar, a propios y extraños.

"La grieta" es el producto de una cocción lenta. Abril y Spottorno han atravesado de norte a sur y de oriente a occidente la Unión Europea para realizar periodismo de investigación. El mecenas fue "El País Semanal", que encargó/aceptó varios reportajes. Y periodista y fotógrafo crearon sus informes para el suplemento, y un número de fotografías considerable. Y finalmente, tras un trabajo de selección y de tratamiento gráfico de dichas instantáneas, han traducido su experiencia y los materiales conseguidos al lenguaje del cómic en este libro. En sus páginas los autores denuncian una Comunidad Europea cuyo fronterismo (político y práctico) "La grieta" pone en solfa. Con la rotundidad del documento fotográfico y el testimonial. Y con todas las armas del cómic.

El empleo exclusivo de imágenes fotográficas cobra todo su sentido, se convierte en discurso. Sentencia la contraportada que "La grieta" es "un relato que no está basado en hechos reales: son hechos reales". El documentalismo fotográfico era necesario, y emplear el dibujo, en este caso, hubiera amortiguado el golpe ético que supone su lectura.

Spottorno y Abril no quieren el dibujo, ni su capacidad evocadora ni la simbólica: lo que precisan es el documento puro, real y, muy importante, obtenido por sus propios medios, recursos, oficios. Pero transformados en cómic, tratando las imágenes para conseguir unos cromatismos casi irreales, e irrespirables, que otorgan unidad narrativa a la obra.

También dominan la elipsis, y la sutil secuencia cuando precisan de ella. Destierran el diálogo y crean textos de apoyo certeros, en primera persona, ubicados con estratégica pericia a lo largo y ancho de la página. Dichas páginas son maravillosamente diseñadas, lo cual permite también unas dobles páginas de impacto emocional enorme, en el lector. No hay dudas ni fallos, y "La grieta" es, posiblemente, la última obra maestra del cómic español.

"Yo estaba allí"

Otra mirada al siglo XXI muy recomendable, de reciente edición por ECC, es "El Sheriff de Babilonia". Editada por DC en formato de cuadernillo serial (comic book para el connaisseur), apareció su primer número a finales de 2015, bajo el sello Vertigo, filial de cómics para lectores maduros de la casa de Superman. O simplemente, sello para el acomodo de propuestas no inscritas al género de los superhéroes. Y la verdad, la percepción de excesivo control editorial y de cierto cansancio hacia un tipo de historieta comercial, me había distanciado de este tipo de cómics mainstream. Pero "El Sheriff de Babilonia" reubica a DC/Vertigo en la primera línea, gracias a un argumento tenso en un thriller seco y denso que se desarrolla en el Irak invadido por los Estados Unidos post 11-S (la primera página de la obra se sitúa en 2004, en la Zona Verde de Irak, controlada por el ejército, por "los americanos".

La trama se desarrolla número a número, y en España se condensa su primera parte, sus seis primeros números, en un único tomo. En él se plantea una investigación tensa, a partir de la muerte violenta de un recluta/aprendiz del cuerpo de la policía militar al servicio del invasor.

El relato está perfectamente estructurado, con un ritmo brillantemente calculado, y el apartado gráfico de Mitch Gerards, realista y duro, se adapta un guante al tono del guión. En este sentido ya supone una obra defendible. Pero lo que hace enormemente interesante al cómic es su contexto: el Irak post-Saddam Hussein, la ocupación, la lucha de culturas, un pueblo desestructurado, y un entramado político complejo y hasta laberíntico. Y sobre todo, pesa el dato extradiegético y bibliográfico. No es un detalle sin más: Tom King, el guionista de la obra, ha sido agente de operaciones de la CIA en Irak, justamente en aquel tiempo. Así la obra, que no deja de ser un relato ficticio y de género, se alimenta de experiencias personales, reales. Y adquiere un tono de denuncia irónica, y de análisis subrepticio de una situación surgida de diversos abusos (de un dictador, de un invasor) sobre un pueblo. Y adquiere un tono supuestamente documental, al menos en buena parte. Se concluye una mirada enormemente humana y empática, sin abandonar la acidez, sobre todo pueblo y persona oprimida.

"El sheriff de Babilonia" resulta, por todo ello, uno de los cómics más intensos que se pueden leer hoy por hoy, del que esperamos pronto su continuación en castellano.

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