Serrat y Bonet, un ‘honoris causa’ sanador

Ambos cantautores hablaron sobre su oficio y sus complicidades en la entrega del reconocimiento en la Universidad de Barcelona

Maria del Mar Bonet y Joan Manuel Serrat, ayer en el paraninfo de la Universidad de Barcelona.   | // F. NADEU

Maria del Mar Bonet y Joan Manuel Serrat, ayer en el paraninfo de la Universidad de Barcelona. | // F. NADEU / JORDI BIANCIOTTO

JORDI BIANCIOTTO

A la lista de los doctores honoris causa musicales que ha investido la Universidad de Barcelona (UB) a lo largo del tiempo, figuras como el compositor Frederic Mompou, el violagambista y director Jordi Savall y la soprano Montserrat Caballé, se suman desde ayer dos nombres, por primera vez, procedentes de la esfera popular: Maria del Mar Bonet, de 75 años, y Joan Manuel Serrat, de 79. Ambos hunden sus raíces en un fenómeno cultural, la nova cançó, con Els Setze Jutges como colectivo agitador, fundiéndose, recordó ella, “con el movimiento de protesta contra el régimen franquista, con sus encontronazos con la policía y la censura”.

Sesión de tiros largos, la de ayer en el paraninfo de la UB, con el coro universitario dando la bienvenida a los parlamentos del rector, Joan Guàrdia, y del historiador Agustí Alcoberro. La cantautora mallorquina comenzó retrocediendo hasta sus inicios en Barcelona. “La ciudad en la que me formé como cantante. Ahora hará 56 años”. De cantar tonadas populares a componer clásicos de la cançó, utilizando el catalán “desde el alma, como si no fuera una lengua de ámbito restringido”. Y de ahí a todo el Mediterráneo. “Siempre lo he considerado un país mío: Italia, Grecia, Turquía, Siria, Egipto…”

Apuntó a este “mes de color violeta” para cantar una pieza, Madona de sa cabana, con Dani Espasa al teclado, cuyo crescendo arrebatador dejó mudos a los asistentes. De Serrat dijo que “siempre ha tenido el sol entre las manos”. Y él no se privó de mostrar sus sentimientos. “Estimada Maria del Mar, agradezco tanto tu amor y me hace tan feliz… La vida vuelve cada vez que te veo y recuerdo el camino que hemos recorrido”.

Serrat puso el acento en los poderes anímicos de la música. “Dice el refrán que quien canta su mal espanta, y es verdad”. Retrocedió hasta el insigne Pitágoras, que “hace 2.500 años ya recomendaba cantar y tocar un instrumento a diario para combatir el miedo, las preocupaciones y la ira”. En la actualidad, siguió, “son muchos los científicos que dicen que la música tiene efectos sanadores”.

Serrat recordó que fue estudiante de Biología en la UB y evocó a algunos profesores que le marcaron. “Centraron en mí la semilla de la ecología hace más de 50 años”, recordó ante los presentes antes de cantar ese alegato ecologista, Pare (Padre) acompañado de Kitflus, con pulcra severidad. De ahí a una pieza compartida por ambas voces, Cançó de l’amor petit, de Serrat, de la que Bonet hizo un día una adaptación. Acto con dimensión social, contó con la presencia de la consejera catalana de Cultura, Natàlia Garriga, y la presidenta de Baleares, Francina Armengol, así como de multitud de colegas. En primera fila estaba la esposa de Serrat, Candela Tiffón, y sus dos hijas, María y Candela. Todos, rindiendo homenaje a dos creadores, como apuntó Alcoberro, que “se convirtieron en líderes de una generación que quería cambiar las cosas”.