Noela Lonxe | Escritora

“San Francisco es una ciudad que casi se escribe sola. Es misteriosa, bellísima e inquietante”

“¿Galifornia? Mi marido dice que conducir por la carretera vieja que va de Sanxenxo a Pontevedra es como conducir por Malibú”

La escritora gallega Noela Lonxe.

La escritora gallega Noela Lonxe.

Rafa López

Rafa López

Compostelana residente en la bahía de San Francisco (EEUU), Noela Fernández-Albor Batallán adoptó el alias literario de Noela Lonxe para escribir, su antídoto contra la morriña. Trabajó en “Vogue”, “Vanity Fair” y “Zinio”, y en 2019 debutó con “Pan de bruja”, que ganó los premios Caligrama. Ahora, esta nieta del primer presidente de la Xunta, Gerardo Fernández-Albor –quien siempre la animó a escribir– regresa con “Moscas de tinta”, una novela de misterio paranormal ambientada en la ciudad del Golden Gate. Allí la llevó, dice, “el mayor cliché de la historia: el amor”. Se refiere a su marido, Meric Long, líder del grupo indie rock The Dodos, al que dedica el libro.

–En San Francisco “siempre hace frío, todo es carísimo y las apariencias engañan”, dice uno de los personajes de “Moscas de tinta”. Menciona también la famosa frase atribuida a Mark Twain: “Nunca hubo un infierno más frío que un verano en San Francisco”. ¿Es cierto?

–Absolutamente. Aunque va por barrios, dentro de la ciudad hay muchos microclimas. Cuanto más cerca de la costa, menos ves el sol. En cambio, si vives en la zona de la Mission, por ejemplo, tienes sol casi asegurado durante el verano. Pero, por lo general, entre septiembre y noviembre suele hacer mejor tiempo en toda la ciudad.

–¿Qué literatura le inspira?

–Poe probablemente fue el que más formó mis gustos de niña, pero también Kafka, las Brontë, Mary Shelley, Dickens, Bécquer, du Maurier, Borges, Rulfo... En cuanto a gallegos, me decanto por Pardo Bazán, Fernández Flórez y Valle-Inclán.

–En San Francisco se rodó “Vértigo”, “Bullitt”, “Instinto básico”, y cerca de allí “Los pájaros”. ¿Es una ciudad y una zona inspiradora para escribir novela de misterio?

–Y “La dama de Shanghái”, “El halcón maltés”, “La invasión de los ultracuerpos”, “Harry el sucio”... ¡Tantísimas! Sí, San Francisco es una ciudad que casi se escribe sola. Es misteriosa, bellísima e inquietante.

–Dice que le obsesiona lo esotérico. ¿Cree en los poltergeist y en otros fenómenos paranormales? ¿Ha tenido alguna experiencia de este tipo?

–Creo que hay muchísimo más de lo que nuestra ciencia puede medir y nuestros sentidos captar. Pero no me convence la idea de que espíritus de gente fallecida se pasen las noches moviendo cosas en las casas. Lo esotérico me interesa más como herramienta para alcanzar gnosis, en su sentido más amplio. Para intentar dar respuesta a las preguntas de la existencia que, en el fondo, es lo que realmente me obsesiona. Y sí, he tenido un par de experiencias que no puedo explicar, como buena gallega.

–Publicó su primera novela justo antes de la pandemia, en 2019. ¿Cómo han afectado estos años de incertidumbre a su creatividad?

–Justamente ese aislamiento, ese extrañamiento, fue lo que propició muchos de los temas que toco en la novela. En cuestiones de logística, ya que teníamos a nuestra hija en casa sin clase, mi pareja y yo nos turnábamos para poder trabajar. Él es músico e ingeniero de sonido y tiene un pequeño estudio en el jardín de nuestra casa desde el que trabajaba. Yo habilité una zona del cuarto de la lavadora como despacho; si Virginia Woolf levantara la cabeza... [ríe].

–Como gallega que vive en California, ¿qué le parece el término “Galifornia”? ¿Ve paralelismos?

–Absolutamente. Se parecen mucho ambas costas. De hecho, mi marido dice que conducir por la carretera vieja que va de Sanxenxo a Pontevedra es como conducir por Malibú. Ahora, para bañarse, mejor las playas gallegas. Menos bravas, ¡y sin tiburones blancos!

–Parte de la novela transcurre en la época victoriana hasta el gran terremoto de San Francisco de 1906. ¿Piensa frecuentemente en el próximo “Big One”, el gran terremoto que se espera que asolará California?

–Allí se vive con esa certeza. Pero no asusta, necesariamente. Nos preparamos ya que, además, hay temblores pequeños con bastante regularidad que te lo recuerdan. En casa tenemos un kit de emergencia para terremotos, los cimientos tienen refuerzo antisísmico, los niños practican simulacros en las escuelas. Aunque dicen que hay otro más inminente que el “Big One”. En la bahía al este de la ciudad, en otra falla paralela a la de San Andrés, que es la que atraviesa San Francisco: se llama falla Hayward y dicen los expertos que está a puntito de caramelo. Y yo vivo muy cerca [ríe].

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