Entrevista | René Merino Ilustrador

“Acercarte a según qué cosas con humor funciona como un bálsamo”

“Quiero pensar que lo que hace que a otros les pueda gustar mi trabajo es que yo me lo pase bien haciéndolo”, afirma

René Merino, ayer en la Galería Maraca.

René Merino, ayer en la Galería Maraca. / José Lores

M. González

M. González

El ilustrador René Merino (Madrid, 1980) visitó ayer la Galería Maraca de Vigo para presentar su cuarto libro, “No se admiten devoluciones” –un entrañable testimonio en clave de humor que desmonta mitos sobre la paternidad–, y donde se inauguró la exposición “Contar con dibujos”, con algunas de sus viñetas.

Merino publicó con Lunwerg Editores otros tres libros, “Está mal, pero se puede empeorar” (2020), “

Un día ocurrió. Microcuentos” (2021), y “Todo saldrá bien, a veces” (2022) y se ha consolidado consolidado como un referente nacional en el mundo de la viñeta y del humor. Cuenta, además, con 420.000 seguidores en Instagram (@rene_estamal).

–“No se admiten devoluciones” parte de nuevo de una experiencia muy personal, su paternidad. ¿Qué ha querido mostrar?

–En realidad no tenía una intención expresa de hablar de paternidad, de crianza... Lo que me gusta es hablar de lo que me pasa o de lo que veo alrededor y como esto era lo más importante que me está pasando ahora... Además, es una realidad tan contundente que me apeteció hablar de ello. Viviéndolo, te das cuenta de que es algo que se disfruta mucho, pero que tiene un lado que es más duro y difícil. Me apetecía hablar de eso con humor, de lo edulcorado que está a veces todo el tema de la crianza.

–Parece que está mal visto incluso decir que tenga algo negativo...

–Pasa con esto y con cualquier tema. Da la sensación de que la gente huye de la parte mala y todo tiene su lado bueno y su lado malo, o no tan agradable.

–¿Ha vencido el pudor de hablar de sí mismo?

–No me gusta hablar de mí de una manera explícita, aunque en el anterior libro a este sí que conté una historia muy personal, me lo pedía mucho el cuerpo; pero en este libro es un poco ambiguo, ya que he querido recoger también lo que he ido hablando con otras personas de mi entorno.

–El título (“No se admiten devoluciones”), ¿parte de esa ironía que le ha querido imprimir?

–El enfoque que me gusta darle a todo es siempre desde del humor. En el caso del título, parte de esa idea que tiene de cambio de vida tan grande, de decisión impepinable que lo cambia todo y que, además, es irreversible. Pero, insisto, se disfruta mucho. La paternidad tiene cosas alucinantes.

–¿Resulta difícil hacer humor con según qué temas?

–Nunca me he planteado si es fácil o no porque me sale de una manera natural bromear sobre prácticamente casi todo. Es casi una necesidad porque te ayuda a sobrellevar muchos temas. Acercarte a según qué cosas con humor funciona como un bálsamo.

–Ha puesto el foco en temas como el de la salud mental.

–Creo que cada vez se habla más y con más naturalidad de los temas de salud mental y creo que hacerlo con cierto sentido del humor, por supuesto dándole la seriedad al tema cuando corresponda, ayuda a naturalizarlo, a ofrecer una visión más amable y sirve también para que conectemos con ello. Con humor es más fácil que nos sintamos todos identificados con temas más difíciles.

–¿Tenía esa intención también de ayudar a quien pudiera estar pasando lo mismo que usted?

–Lo pasé tan mal que, ahora que lo he superado y que mirar atrás es un alivio, pensé que hablar de esto a otros les podría ser de ayuda.

–Ha sido valiente...

–Eso me resulta agridulce. Me da un poco de rabia que vivamos en un mundo en el que hablar de tus emociones, de lo que te pasa por dentro o de lo que te duele, se considere valiente.

–¿Cómo empezaron a materializarse sus viñetas en libros?

–Llevaba ya años haciendo murales, ilustraciones... No vivía de ello a tiempo completo, pero mi sueño era tener mis viñetas publicadas, como reto personal. Empezaron a compartirse mucho en redes sociales y, al cabo de un tiempo, empezaron a escribirme editoriales. Fue como un sueño hecho realidad.

–¿Dónde está clave para que, de repente, se empezasen a viralizar?

–No tengo ni idea. Si supiera cuál es la clave me hubiera ahorrado unos cuantos trabajos que no disfruté demasiado. Sé que una de las viñetas que se empezó a compartir mucho fue una en la que un chico está en una encrucijada de caminos, en los que pone “DEBO” o “QUIERO”. Podría decir que esa fue, de alguna manera, el detonante, pero no sé quién ni cómo ni por qué.

Trato de que ni se me suba mucho lo bueno ni de que me afecte mucho lo malo

–Las redes han sido una herramienta fundamental en su carrera.

–Las redes tienen sus cosas buenas y malas –algunas de las malas son infumables–, pero para una profesión como la mía, estrictamente visual, es un escaparate buenísimo que te permite llevar tu trabajo a mucha gente. Pero hay que saber gestionarlas bien y, en lo que se refiere al trabajo, no establecer una correlación entre la respuesta que obtengas en las redes y el valor de tu trabajo, porque sino te vuelves loco.

–¿Le afectan las críticas?

–Al principio es verdad que me afectaban pero ahora he hecho un trabajo de impermeabilizarme. Primero porque mi trabajo no le puede gustar a todo el mundo. Como alguien dijo por ahí, si todo lo que haces le gusta a todo el mundo, algo no estás haciendo bien. Después, muchas veces tendemos a centrarnos más en lo negativo que en todas las cosas buenas que te dicen, así que trato de que ni se me suba mucho lo bueno ni de que me afecte mucho lo malo.

Asistentes a la exposión "Contar con dibujos", en la Galería Maraca.

Asistentes a la exposión "Contar con dibujos", en la Galería Maraca. / José Lores

–¿Y el temor de que algún día deje de tener tanto éxito?

–He pasado ya por trabajos distintos y tengo claro que a veces estás arriba y a veces abajo; lo que tengo que hacer es disfrutar de mi trabajo, concentrarme en hacer lo que me gusta, que eso ha sido lo que me ha traído hasta aquí, y no prestar demasiada atención a lo demás porque no tengo ni idea de lo que va a pasar ni mañana ni dentro de diez años. Quiero pensar que lo que hace que a otros les pueda gustar mi trabajo es que yo me lo pase bien haciéndolo.

–¿Cuáles son sus referentes?

–Mi viñetista preferido es Quino, que me parece el grandísimo maestro. También me gusta mucho el cómic y hay un dibujante francés que se llama Bastien Vivès; entre las viñetistas españolas está, por ejemplo, Irene Márquez, que tiene un humor bastante irreverente, pero que me hace mucha gracia. También me puedo inspirar en una película, una charla o un libro.

–Materializado el sueño de convertir sus viñetas en libros, ¿algún otro para el futuro?

–Durante la pandemia aproveché para aprender cosas de animación y la verdad es que tengo ganas de hacer animaciones sencillas, que mis dibujos se muevan. Tengo muchos proyectos y cosas que me apetece hacer, pero no todas están relacionadas con el dibujo.

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