La abuela gallega que enamora a la gran pantalla

Casi nueve años atrás, Jacobo Lagüela preparaba su maleta y el billete de avión hacia Londres. “Me hizo falta irme para darme cuenta de lo que dejaba en casa”, explica el cineasta, que entonces decidió, cada vez que regresaba, pasar más y más tiempo con su abuela. Primero, la idea fue grabar unos vídeos cortos, pero el proyecto siguió su evolución hasta encontrarse con más de 40 minutos de metraje que le animaron a una cosa: convocar un crowdfunding para conseguir dinero y hacer un largometraje.

La respuesta fue generosa. “Decidí profesionalizar el proyecto y si ves la película, el filme muestra la evolución de mi abuela en los últimos cinco años, pero también se ve mi evolución como realizador, desde que comenzó haciendo vídeos para una radio en Bristol, hasta que empecé a trabajar en la BBC o la National Geographic”, reflexiona Jacobo Lagüela.

A lo largo de más de una hora asistimos también a la evolución vital de una gallega pero también de una sociedad y un país que se ha convertido en espectador de la desaparición de gran parte de sus códigos de identidad.

“Yo quería salvar lo que ella fue. He vivido el declive del rural en mi casa donde años atrás se vendían huevos, leche y patatas, donde había 12 vacas, ahora no hay ninguna y se cosecha mucho menos y ya no se vende. Ni siquiera llega la producción para todo el año. Somos testigos del declive”, enfatiza el director que precisamente realizó el documental para preservar la memoria de su abuela y que las futuras generaciones de esta familia conozcan las raíces.

Precisamente, hay un momento en el documental en el que se invita a la reflexión. Julia destaca feliz que ha logrado lo que se propuso en la vida: tener familia, que sus hijas e hijos estudiasen.

Este fin lo ha conseguido pero ha tenido un doble filo en el cuchillo del tiempo y la historia: no queda nadie joven en la familia que recoja el testigo de la memoria rural y agrícola de una estirpe; y se corre el riesgo de que los bisnietos ni siquiera conozcan sus raíces.

Jacobo Lagüela, en su aldea lucense. J. L.

Huella etnográfica

Es por ello que el documental biográfico tiene una profunda huella etnográfica. Para ayudar en el recorrido histórico, Julia va relatando su vida, que es prácticamente calcada a la de cientos de miles de abuelas gallegas  (“la carrera de la mujer era casarse”, señala en un momento del documental) que a penas estudiaron –había un profesor para 80 alumnos en una misma clase–, que parían en casa ellas solas o con suerte con ayuda de una partera, que trabajaban tanto en la tierra como en casa.

Como refuerzo de sus palabras, el discurso se va enlazando con saltos temporales mediante imágenes antiguas de la Filmoteca de Galicia y Filmoteca Española, incluidas las del NO-DO, para mostrar la visión idílica, a veces, de una Galicia rural, de tarjeta postal con sus gentes y romerías.

Como banda sonora, canciones de Carmen Rodríguez, Baiuca, Aliboria y Xosé Lois Romero para entender la magnanimidad de una generación que se apaga. Para evitar su olvido, Lagüela explica que hace este documental porque “las mujeres del rural no se ven reflejadas en el cine. Nos cuesta entender que nuestras historias son importantes para el mundo”, mientras critica en la voz de su abuela el abandono de la agricultura en Galicia. “A miña xeración é a última da agricultura de familia. Mira como está todo, abandonado”, se queja Julia quien pide no olvidarnos “de onde vimos”.