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"O que arde" y la oda a la esencia del rural gallego

¿Cómo siente un pirómano, qué latidos describen los que habitan en su mundo? ¿Es posible la expiación? La primera película en gallego que se proyecta y se premia en Cannes, el último filme de Óliver Laxe, llega por fin a los cines

"O que arde" y la oda a la esencia del rural gallego

De la oscuridad de la noche, del ser humano, de la naturaleza y el dolor, surge el arranque y posterior desarrollo de la película "O que arde", la primera película en gallego proyectada en el Festival de Cannes donde triunfó con el premio del jurado de la sección Un Certain Regard este año. Como obertura, una escena inquietante pero bella con los eucaliptos como protagonistas, que obtuvo la admiración del público y la crítica de la meca cinéfila francesa. Quienes aún no hayan visto una película de Óliver Laxe, no esperen un montaje a modo de vídeoclip, un ritmo trepidante ni diálogos machacantes, ni comedia.

El cine del realizador gallego no plantea así su medicina; sino que propone un jarabe para la mente, de esos naturales que gusta paladear, aunque su composición nos tuerza el alma por momentos con sus verdades y su poética, con esas llamas reales y tan altas como las copas de los árboles que amenazan con destruirlo todo. Su cine es crudo, parco en diálogos como el de Haneke, pero huye del urbanita para situar, en esta ocasión, la naturaleza gallega como otra protagonista más.

Tras su estreno en salas de cine francesas, el filme por fin se podrá ver desde hoy en cines españoles, con un total de 49 copias, una cifra ligeramente inferior a las distribuidas en el país galo. De ese casi medio centenar, 19 se proyectarán en Galicia, en las siete principales ciudades, además de Carballo, Monforte de Lemos, Vilagarcía, Viveiro, A Rúa, Verín, As Pontes, A Estrada o Caldas de Reis.

En esta ocasión, Laxe ha rodado en Galicia, en Os Ancares, la tierra de sus ancestros. Retorna tras sus dos primeros largometrajes en Marruecos, ambos también galardonados en Cannes. Contaba el director durante la presentación del filme en la riviera francesa que "sentí la necesidad de hacer una película en mi casa, en Galicia, en el pueblo, hoy abandonado, donde nació mi madre", y al que regresaba de pequeño con su familia emigrada en Francia. "Mi abuelo -recordaba- nos esperaba junto a su burro para llevarnos con nuestras maletas hasta su casa (...) Entonces, accedíamos a otro mundo, en el corazón de las montañas".

A ese mundo, nos acercamos nosotros ahora acompañando al protagonista, Amador (interpretado por Amador Arias) que regresa de su estancia en la cárcel tras una sentencia por incendiario de bosques. Con él y a través de sus ojos, viajamos en un autobús entre sus dos mundos, mientras suena el "Nisi Dominus-Cum Dederit" de Vivaldi a cargo de Andreas Scholl por selección y gracia de Xavi Font que firma la exquisita banda sonora, también premiada en Cannes.

Con Amador, llegamos a la aldea en un caminar cabizbajo, con una lástima que hasta le duele al asfalto que pisa. Tanto él como la mujer que da vida a su madre en el filme, Benedicta (Benedicta Sánchez) no son actores profesionales. Quizás, por ello, por ser del lugar, de A Fonsagrada y alrededores, encierran una magia en sus miradas, gestos y forma de decir las palabras. Cuando vemos a Benedicta, entre las berzas, muchos veremos a nuestras abuelas, para transportarnos al encanto de la antigua cocina de hierro y a esa comunión humano-animal difícil de entender fuera del rural.

Hasta en eso ha tenido Laxe una deferencia al colocar los nombres de Luna (la perra) y de las distintas vacas que actúan en el encabezamiento de los agradecimientos del filme.Porque esta es una película diferente a cuantas hayamos visto; es una oda a lo que Galicia aún es y a su pasado, a la esencia de lo que somos con dignidad. No obstante, el filme se abre a interrogantes: ¿Puede alguien castigar al otro? ¿Pueden el pirómano, el eucalipto y la sociedad expiar sus culpas? ¿Son el incendiario y el eucaliptos culpables?

Personajes como Inazio y Elena, junto a Benedicta, proponen a Amador volver a conectarse con lo social. Pero él, el pirómano que regresa al pueblo con más cargas que liberaciones, no es capaz de librarse del dedo que siempre lo acaba por señalar. Decía Óliver Laxe en Cannes, que "Amador (el verdadero) tiene una cicatriz espiritual en su cara; es sensible, misterioso. Es el personaje".

El filme incluye escenas reales de incendios que pusieron en peligro al equipo durante el rodaje. En la foto, Benedicta, en el monte tras las llamas.

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