Un equilibrio entre la libertad y la responsabilidad. Asunto díficil, quizás solo apto para ‘funambulistas’ expertos, es el que se hace preciso en este momento de ‘desescalada’ para conciliar las ansias de contacto social de la ciudadanía y las medidas de prevención.
“Es nuestra responsabilidad y debemos de interiorizarla”, recomienda el sociólogo de la UVigo, José Durán, frente a la infantilización de la ciudadanía. Y también, por el continuo hábito de desviar ‘culpas’, ya sea hacia el Gobierno o la Xunta, la hostelería o el comercio.
“Es una responsabilidad compartida”, reconoce Durán, en relación a ese equilibrio de medidas que deben cumplir la admisnitración y los administrados. “La vuelta a la normalidad sí será mucho más efusiva, pero no tiene por qué traducirse en un descontrol...”, asegura, “quizás como cuando se sale de una guerra, haya una vuelta a la alegría cotidiana de vivir”, sostiene. A veces, solo por contraste, queda al descubierto el valor ‘real’ de las cosas.
“Estamos viviendo una situación nueva como generación”, explica el doctor en Psicología y profesor en la Escuela de Povisa, el vigués Vicente Suárez, “cuando las emociones influyen de un modo importante, la toma de decisiones se ve sesgada y actuamos de un modo incoherente”.
“Si estamos muy influidos por las emociones, la amígdala toma el control y tomamos decisiones irracionales. Y, por otra parte, si somos muy precavidos y usamos excesiva información, a veces las decisiones son tardías”
Así, podemos incurrir en errores. El psicólogo recomienda psicoeducación y pone de ejemplos a los más pequeños (y su comportamiento) como ejemplares en esta pandemia. “Estamos muy mediatizados por la información que recibimos. Y quizás se dé como amenaza. Es una situación compleja, pero lo lógico es que vayamos aprendiendo de los errores. Eso sí, el precio a pagar es muy alto. La única forma de mejorar la toma de decisiones es a través de psicoeducación.