Ayer se cumplió un año desde que se confirmó el diagnóstico del supuesto “paciente cero” de Wuhan. Mientras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que probablemente no fue ese el primer caso de COVID-19, y que la investigación del origen real del SARS-CoV-2 podría llevar a otros lugares que no serían la ya célebre ciudad china. Al enigma sobre el origen del coronavirus se suman los datos de un informe confidencial de las autoridades de la provincia de Hubei –cuya capital es Wuhan–, desvelado en exclusiva por la cadena estadounidense CNN, que demuestran que China gestionó de forma caótica los primeros brotes y publicó datos de infectados y muertos muy alejados de la realidad. Persiste también la incógnita del animal intermediario en la zoonosis, con el pangolín como principal pero no único sospechoso.
Algunos estudios científicos han detectado la posible presencia del SARS-CoV-2 en Europa ya en 2019, y el propio Ministerio de Sanidad –como publicó FARO– incluye en su base de datos hospitalizados por COVID-19 en España –Galicia incluida– en una fecha tan temprana como el 1 de enero de este año. ¿Y si el origen del nuevo coronavirus no fue el tristemente famoso mercado de mariscos y animales exóticos de Wuhan? Si esto fuera así, se abren dos posibilidades: o el virus surgió en otro lugar de China o bien procede de otros países, de Asia o incluso de otros continentes.
El epidemiólogo irlandés Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, señaló la semana pasada que no todos los casos del foco inicial de Wuhan pueden ser vinculados directamente a ese mercado, sino que esa ciudad de 11 millones de habitantes “fue, probablemente, un punto de amplificación”.
Maria Van Kerkhove, epidemióloga estadounidense en la dirección técnica la OMS, refrendó las palabras de Ryan y remarcó que “el paciente cero puede no haber sido el paciente cero. Pudo haber casos que existieron y no fueron detectados porque no fueron recogidos por un sistema de vigilancia. No es crítica, es un posible hecho”, explicó.
“Necesitamos mirar en retrospectiva para ver qué ocurrió"
"Hay muestras que recogimos en aquel mercado, de animales y también de superficies en distintos lugares del mismo, y esos resultados fueron presentados por los colegas chinos al equipo internacional. Todas las respuestas que obtenemos de los estudios nos llevan a estudios adicionales”, admitió.
La solución definitiva a estas cuestiones corresponde a la ciencia, pero tiene unas implicaciones geoestratégicas enormes. La prensa china lleva meses publicando informaciones sobre restos del coronavirus encontrados en envases de comida congelada procedentes de otros países. Donald Trump, por su parte, insiste en hablar del “virus chino”. Ayer, el presidente saliente de EE UU retuiteó un tuit que afirmaba que “incluso la CNN [cuya línea editorial es opuesta a Trump] admite ahora que China mintió sobre los casos y muertes del COVID. Trump tenía razón... otra vez”.
El tuitero se refería al informe que un denunciante entregó a la CNN bajo la condición del anonimato, y que demuestra, entre otras cosas, que las autoridades chinas ofrecieron al mundo datos más optimistas que los que manejaban internamente. También, que tardaban una media de 23 días en diagnosticar pacientes, y que los fallos en las pruebas provocaron que la mayoría saliesen negativas hasta el 10 de enero.
Como ejemplo de esa subestimación, la CNN señala que China reportó el 10 de febrero 2.478 nuevos casos de COVID-19, mientras que solamente en la provincia de Hubei se admitía internamente más del doble, 5.918 contagios. “Cometieron errores, no solo los que ocurren cuando tratas con un virus nuevo, sino fallos burocráticos y con motivación política”, declaró a la CNN Yanzhong Huang, experto en salud global y China del Council on Foreign Relations de Nueva York.
También revela el informe que en Hubei se daba entonces un enorme brote de gripe con una incidencia 20 veces mayor que la del año previo. La cadena norteamericana precisa que no hay evidencias de que China ocultase información de forma deliberada, pero sí que restó importancia a la gravedad del brote con datos ajenos a la realidad.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, aseguró el lunes que la misión de investigación sobre el origen del coronavirus comenzará en Wuhan, pero a partir de ahí “explorará si hay otras vías que convenga estudiar”. El máximo mandatario del organismo mundial, frecuentemente acusado de connivencia con Pekín, rogó no politizar el asunto.
"No nos detendremos a la hora de conocer el verdadero origen del virus, basándonos en la ciencia, sin politizarlo”
Según informó ayer TVE, diez científicos han comenzado los rastreos en Wuhan. Todos ellos son chinos, según lo ha acordado entre Pekín y la OMS. Solo tras evaluar los resultados de Wuhan, otros 10 científicos internacionales podrán trabajar sobre el terreno en el resto de China en esta misión científica que se podría extender a otros países. Serán expertos de Estados Unidos, Japón, Rusia, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Australia, Vietnam, Alemania y Catar. Están vinculados a la OMS, a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y a la Organización Mundial de Sanidad Animal.
China, que dice estar llevando a cabo su propia investigación sobre el origen del virus, arrastra el desprestigio de haber silenciado en el inicio de la pandemia a Li Wenliang, el oftalmólogo que avisó a sus colegas médicos de lo que estaba ocurriendo y falleció contagiado el 7 de febrero. Según la agencia de noticias japonesa Kyodo, el régimen de Xi Jinping ha advertido a los médicos de Wuhan que les acusará del delito de espionaje, penado incluso con la muerte, si revelan datos sobre la etapa inicial del brote.
Como dicen en la OMS, que asegura no tener nada que esconder, conocer el origen del coronavirus ayudará a prevenir futuros brotes y pandemias. El tiempo dirá si los intereses políticos dejan trabajar a la ciencia y si se resuelven las incógnitas.