La decisión que ha tomado Juan Jiménez ilustra a la perfección lo que está pasando con el patinete eléctrico en Madrid y otras capitales. Él es un fan de este innovador medio de transporte. No solo es socio de una empresa de alquiler compartido de estos ingenios, sino que hasta hace unos meses presidía la Asociación de Usuarios de Vehículos de Movilidad Personal (AUVMP), la entidad que más ha promovido su uso, luchando por una "regulación justa". Pero se ha visto abocado a tomar una decisión dolorosa. Se ha comprado una moto y, además, de gasolina, porque trasladarse al trabajo con patinete le ha resultado "inviable".

"Tienes que dar unas vueltas terribles porque hay pocas calles importantes por las que puedas circular, no puedes sobrepasar los 25 kilómetros por hora, tardo más del doble que en una moto en hacer el mismo trayecto?", lamenta. En Madrid, los patinetes no pueden circular más que por los carriles bici y por calles limitadas a 30 kilómetros por hora, pero de ambos hay pocos que conecten varios barrios. Tienen vetadas las aceras, las calzadas y los carriles de plataforma única, aquellos en los que la velocidad está limitada a 30 kilómetros por hora pero disponen de más de un carril por sentido y en los que las bicis gozan de prioridad.

Ni en Madrid Central

Además de desincentivar su uso, tanta restricción tiene otro efecto perverso. Casi nadie cumple la normativa. Basta darse una vuelta por la Gran Vía, en el epicentro de Madrid central, para comprobar que muchos circulan por las aceras y el carril de plataforma única. En realidad no podrían hacerlo ni por un lugar ni por el otro, pero nadie se lo impide, quizá porque es absurdo. ¿Tiene sentido que en el eje principal de la zona de bajas emisiones esté vetado uno de los transportes más ecológicos?

Eskay, la empresa de la que Juan Jiménez es socio, también ha retirado de las calles los patinetes de alquiler compartido porque "los números no salen". Ahora los alquila a través de tiendas con locales. Aunque no quiere entrar en detalles, es obvio que el experimento de patinete compartido emprendido por el Ayuntamiento de Madrid está siendo también un fracaso.

Barcelona prohibió el alquiler compartido, pero Madrid quiso experimentar autorizándolo con muchas limitaciones. El pasado febrero concedió 8.600 licencias de las más de 100.000 solicitadas. Las beneficiarias fueron 18 empresas, cada una de las cuales tenía como ámbito de actuación de uno a tres distritos de la ciudad. El resultado ha sido que en la áreas más periféricas el sistema no ha funcionado debido al vandalismo. Más de 100 robos al día han diezmado las flotas. La mayoría ha acabado trabajando solo en el centro.