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Vacaciones solidarias de Ledicia Cativa

Galicia da vida a los niños de Chernóbil

Unas 60 familias acogen en verano a otros tantos menores rusos, dentro de un programa de acogimiento que pretende mejorar su salud a través del aire puro y la comida gallega

Ana González y Kristina, el verano pasado. // FdV

Cuando Arsenii y Kristina nacieron, hacía más de veinte años que Chernóbil escupió una nube tóxica que continúa amenazando de forma grave la salud de quienes viven en las zonas próximas a la central nuclear y que continuará comprometiéndola durante muchos años más. La radiactividad, además de llevarse miles de vidas y de aumentar las tasas de cáncer y de deformidades en recién nacidos, impregnó la tierra y los bosques, que aún hoy continúan presentando importantes niveles de radionúclidos.

En este escenario, los niños son los más vulnerables. Por ello, Galicia se ha convertido en una cura de salud para los cerca de 60 pequeños de la región rusa de Briansk, una de las más afectadas por el desastre nuclear, que pasan los meses de julio y agosto acogidos por familias gallegas dentro del programa de la ONG Ledicia Cativa. El mar, los productos gallegos y el aire puro alargan su esperanza de vida, concretamente, se estima que un año más por cada mes que permanecen alejados de la atmósfera radiactiva de Chernóbil.

Arsenii tiene 12 años y pasó su primer verano en Galicia en 2017, en casa de Antonio Álvarez e Isabel García y su hija Beatriz Álvarez, y ya descubrió dos de sus grandes pasiones: el mar y el jamón serrano. "La playa le encanta, sobre todo bucear para ver los peces. Puede tirarse horas", explica Beatriz Álvarez, patrón de barco en Vilagarcía, localidad donde este pequeño volverá a finales del próximo mes de junio para descargarse de radioactividad. "No es un viaje de placer, sino una cura de salud", afirma Álvarez, quien reconoce que en su casa esperan todos ansiosos la llegada de su pequeño invitado. "El verano pasado creció siete centímetros y ganó casi cinco kilos. Lo sabemos porque mi padre lo mide y lo pesa cuando llega. Se marcha, además, con un colorcito de salud increíble", dice.

Afecto

Lo que más le choca a Arsenii de Galicia son las muestras de afecto. "Al principio no entendía que nos diésemos abrazos y besos cuando nos saludábamos o despedíamos, por ejemplo, pero ahora le encanta que vayas a despedirte de él y que le des las buenas noches", afirma.

Cuando Arsenni llegó a Galicia por primera vez no sabía nada de español. Ahora se desenvuelve con soltura, entre otras cosas, porque la hermana de Beatriz Álvarez le estuvo dando clases de español.

Doce años tiene también Kristina, que volverá por tercera vez a Galicia, a la casa de Francisco Javier López y Ana González en Vigo. Mientras no llega el verano, la menor rusa mantiene el contacto con su familia de acogida temporal a través de whatsApp. "Me llama casi todos los días para contarme cómo le ha ido en el cole o para decirnos qué notas ha sacado", explica Ana González. Y esto a pesar de que Kristina es muy reservada e incluso tímida. "Lo que peor lleva es relacionarse con la gente. Con mi familia ya no tiene problema, pero con otros niños o desconocidos, sí", añade. Sin embargo, tiene ganas de venir, aunque, según González, no lo dice. "Un día me dijo, en broma, que había perdido el pasaporte. Está en una edad muy pícara", dice. A Kristina le encanta la piscina y, como no, el móvil. No tanto la comida. "Es muy especial para los sabores y los olores. Pero el jamón le chifla", dice. Y en Vigo, le espera una buena ración, como a Arsenii en Vilagarcía.

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