Francisco Javier Marcos Díez es abogado, consultor, asesor de empresas y experto en comercio internacional.
-El Brexit, la polémica sobre el Tratado de Libre Comercio con Canadá, la cuestión catalana... ¿Tiempos de incertidumbre?
-No está aún claro hasta dónde van a llegar las consecuencias del Brexit. En general estamos observando una mayor tendencia hacia el proteccionismo frente a las tesis que aconsejan abrir mercados. Tiene todo que ver con los nuevos aires que nos llegan desde Washington con la presidencia de Trump. Pero en este mundo global poner barreras de protección es como poner puertas al campo. El Brexit no supondrá nunca un cierre de fronteras.
-¿Una Cataluña independiente sería un cataclismo?
-Por principio ninguna barrera es beneficiosa pero adelantar acontecimientos en un asunto como este no deja de ser una pirueta mental.
-El Tratato de Libre Comercio de la UE con Canadá. Hay quien lo considera un grave error.
-Si se eliminan trabas, arancelarias o no, hay muchas más posibilidades de vender. La UE ha firmado ya muchos tratados de libre comercio que, con el paso del tiempo, se han demostrado beneficiosos para las empresas.
-Hace veinte años muchas de esas pequeñas empresas no se planteaban exportar ni en sueños. ¿Asistimos a un cambio histórico?
-Los tiempos siempre han sido de cambios y el reto sigue siendo el mismo: ganar mercados y vender. Lo que ha cambiado de verdad es la percepción que tenemos del mundo, y eso es un fenómeno de finales del siglo pasado. Quizá la crisis económica, de la que aún no hemos salido del todo, haya sido un punto de inflexión.
-¿Aprendimos algo?
-Aprendemos mal, por sistema, pero de todo esto deberíamos haber salido un poco más listos. Lo que no nos mata nos hace más fuertes. La crisis nos cambió la mentalidad, pero falta tiempo para que esas enseñanzas destilen. Y es bueno aprender y sacar conclusiones, porque llegarán otras crisis.
-¿Las vislumbra?
-Lo digo desde un puro análisis histórico. Si hubo crisis en el pasado, lo lógico es pensar que habrá crisis en el futuro. No es un ejercicio adivinatorio por mi parte.
-La crisis nos golpeó con saña porque dicen los expertos que es difícil cometer más errores como país.
-Los errores los cometieron todos, y cada cual con sus vicisitudes internas. Pero ahí estamos. Historicamente los españoles hemos demostrado que somos unos buenos superviviventes.
-Lo dicen las estadísticas: cada vez exportamos más.
-Porque somos competitivos en líneas generales. Muchas empresas se dan cuenta de lo competitivas que son cuando, precisamente, compiten.
-¿Nos falta creérnoslo?
-Es que, al margen de que nos lo creamos o no la única manera de sobrevivir es ser competitivo, y si somos competitivos el mercado exterior puede ser una oportunidad. Si la mentalidad es esperar a que otros nos vengan a comprar nuestros productos estamos poniendo en un brete nuestra supervivencia. Hay que salir a vender, con una hoja de ruta clara. Eso de que yo tengo aquí mi mercado y con esto me quedo porque todo lo demás no me afecta es una filosofía que ya no sirve.
-¿En qué se puede mejorar?
-Por ejemplo en darse a conocer mejor. Y a todos los niveles.
-Algún consejo a posibles exportadores.
-Nada de ir a ciegas. Hay que salir más pero también hay que salir mejor. Y saber que la experiencia exportadora no da réditos inmediatos. A veces tienen que pasar años para ver esos beneficios. Esto es una inversión que requiere objetivos claros y conocimiento del mercado.
-A lo mejor uno quiere y no puede.
-Claro. Depende de muchos factores. Es bueno apoyarse en las instituciones para no andar a ciegas. Toda iniciativa exportadora tiene algo de travesía del desierto, pero esa travesía tiene que ser corta y con pasos seguros. Es bueno medir nuestra competitividad. Si llegas, fenomenal; si no llegas, es muy positivo saber dónde estás y cuánto te falta por llegar.
-¿El tamaño, cuánto importa?
-Seamos realistas, las grandes empresas tienen más capacidad para ser muy competitivas porque también cuenta con unas posibilidades mayores de inversión. Pero creo que es un error utilizar el tamaño de la empresa como una excusa para no exportar.
