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GALLEGOS EN LA CIMA

Alberto Pérez Álvarez: "El cerebro es el ordenador más complejo que existe y su capacidad es casi infinita"

El coruñés estudia los procesos de formación de memoria en el Centro de Neurobiología de Hamburgo

Alberto Pérez, en Hamburgo, junto a la pista sobre hielo del parque botánico y la torre de televisión al fondo.

A pesar de las rudimentarias técnicas que manejaba, Ramón y Cajal fue capaz de establecer la existencia de conexiones entre las neuronas a finales del siglo XIX. El padre de la neurociencia, cuyos logros fueron reconocidos con el Nobel en 1906, se asombraría hoy ante las punteras tecnologías que permiten analizar esas señales eléctricas y determinar dónde tienen lugar. En 1889, el científico tiró de sus ahorros para poder viajar a Berlín y presentar unos hallazgos que fascinaron a la comunidad científica alemana y, desde entonces, también al resto del mundo. Alberto Pérez (A Coruña, 1980) tomó el mismo rumbo en 2013 para poder aplicar las herramientas más novedosas al estudio del cerebro y los procesos de formación de memoria dentro del Centro de Neurobiología Molecular de Hamburgo (ZMNH).

Licenciado en Farmacia por Santiago y doctorado en la Facultad de Medicina de la Autónoma de Madrid, trabajó en el Instituto Cajal del CSIC durante año y medio hasta que consiguió una beca de la Organización Europea de Biología Molecular para incorporarse al grupo de Thomas Oertner en Hamburgo. El proyecto en el que participa, financiado por la agencia alemana de investigación, intenta desentrañar por qué unas memorias son más persistentes que otras, un conocimiento que permitiría entender mejor por qué la pierden los pacientes con alzhéimer y, al contrario, también profundizar en aquellas dolencias en las que los recuerdos son tan persistentes que impiden llevar una vida normal como les ocurre a los soldados con estrés postraumático.

"Hay miles de proteínas involucradas en el refuerzo de las conexiones neuronales y nosotros buscamos descubrir con tecnologías microscópicas y de ingeniería genética de última generación cuáles constituyen la piedra angular de la plasticidad sináptica, la base del aprendizaje y la memoria", explica Alberto, que está pendiente de publicar los prometedores resultados que ya ha obtenido.

Se trata de una tarea de gran complejidad pero su estancia en Alemania le ha dado acceso a técnicas revolucionarias como la optogenética, una combinación de genética y láser basada en una proteína de un alga unicelular: "Permite manipular o estimular las condiciones neuronales y seguramente obtendrá el Nobel en los próximos años".

"Ahora somos capaces de observar las señales eléctricas que se intercambian las neuronas y dónde tiene lugar esta comunicación. Podemos abrir una pequeña ventana en una parte del cerebro para ver qué está pasando en un determinado momento. Y esto nos ayudará a saber qué pasa cuando existe una enfermedad o alteración", destaca.

A pesar de los avances tecnológicos, el propósito de desvelar las incógnitas del cerebro, la última frontera del conocimiento, continúa siendo muy ambicioso: "Es el ordenador más complejo que existe y su capacidad computacional es muy superior a la de cualquier máquina fabricada hasta el día de hoy. Probablemente se acerca a infinito. No solo se trata del número de neuronas que posee, que son miles de millones, sino de las conexiones que pueden desarrollar entre ellas y bajo diferentes reglas. Y además hay que tener en cuenta el papel que juegan las células de glía. El grupo de Alfonso Araque en el que trabajé en el Instituto Cajal fue uno de los pioneros en señalar su importancia".

La magnitud del desafío, sin embargo, no hace más que aumentar su atractivo. "Es fascinante la capacidad del cerebro para interpretar y reaccionar rápidamente ante lo que llega del exterior. Por eso la inteligencia artificial tiene enormes problemas para crear un sistema capaz de aprender de sus fallos. Pero para intentar conocer cómo funciona y establecer una teoría es necesario un esfuerzo personal muy grande, debes moverte de país para formarte y trabajar duro. El cerebro no trabaja de 9 a 5 y tienes que perseguir el resultado. En este campo no puedes dejar lo que estás haciendo y seguir al día siguiente", apunta.

Alberto destaca la gran apuesta que Alemania hace en la investigación "sin ningún tipo de debate", lo que permite a los neurocientíficos afrontar estas complejas cuestiones, aunque también añade la exigencia del sistema a la hora de asignar y mantener la financiación. "El centro en el que trabajo fue creado hace casi 30 años por el Estado federado de Hamburgo porque entendía que la biotecnología iba a ser importante. Y recientemente el Hospital Clínico recogió el testigo y adquirió el instituto para añadir la investigación básica a su actividad", comenta.

El centro, a igual que la ciudad, destaca por su carácter cosmopolita. "En invierno tenemos muy poca luz y esto se nota en la energía que tienes en el día a día. Pero la ciudad es muy verde, hay muchos parques, y ofrece un circuito musical muy importante. Y si sabes alemán puedes disfrutarla más a fondo", señala.

Deportivista nacido en Riazor -"No se puede ser más de A Coruña. Crecí al lado del estadio, Mauro Silva era mi vecino y veía a Bebeto comprando el pan"-, Alberto sigue los resultados de su equipo y echa mano del fútbol en muchas ocasiones para explicar a los alemanes cuál es su ciudad de procedencia: "Mallorca es su colonia y conocen mucho el Mediterráneo pero yo publicito el Atlántico. Veraneo en Cangas y cuando les enseño las fotos de Cíes se quedan boquiabiertos".

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