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Las conferencias del Club FARO

Francisco J. Rubia: "Tanto la realidad cotidiana como la espiritual son fruto del cerebro"

"Determinadas drogas o estimulaciones en puntos del cerebro pueden producir experiencias que creemos sobrenaturales", asegura el experto en sistema nervioso

Francisco J. Rubia (dcha.) fue presentado por el psicólogo clínico Alejandro Torres. // Ricardo Grobas

"El cerebro es la sede de todo lo espiritual. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado trascender la realidad cotidiana: evadirse del mundo natural y hallar una 'segunda realidad', el ámbito que ha llamado sobrenatural. Tanto la realidad cotidiana como esa segunda realidad son ilusiones generadas por el cerebro", dijo ayer en el Club FARO Francisco J. Rubia, catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

"La espiritualidad del cerebro" fue el título de la charla que presentó el psicólogo clínico Alejandro Torres y en la que redondeó su afirmación inicial con estas palabras: "La consciencia egoica es la responsable de la realidad cotidiana; la consciencia límbica, de la segunda realidad. Ambos tipos de consciencia conviven en el hombre contemporáneo. Desde el punto de vista neurobiológico, o cerebral, tan real es la realidad cotidiana como la segunda realidad, ya que ambas son fruto de la actividad de nuestro cerebro."

"El cerebro espiritual" (Fragmenta editorial) es el título de su último libro, en el que sostiene que ya sabemos científicamente que tanto la realidad cotidiana como la llamada "espiritual" son ilusiones generadas por el cerebro. Tras lo cotidiano, manipulándolo, está el ego (la suma de memoria, herencia y sentidos, más sociedad y medio ambiente). Tras la espiritual parece estar la llamada conciencia límbica, imbricada en el sorprendente universo del cerebro. Lasdos juntas modelan al ser humano de hoy. Espiritualidad y cotidianidad tienen sus correlatos orgánicos, como se ha demostrado cuando por medio de la manipulación cerebral se consigue que el sujeto experimente estados y sensaciones que hasta ahora estaban sólo al alcance de personas muy espirituales o meditadores experimentados. Luego ambas son provocadas por el cerebro.

No es una patología

Como asegura Rubia en su libro "esas estructuras cerebrales son capaces de generar experiencias espirituales, místicas, religiosas, luminosas o de trascendencia. No existe religión sin espiritualidad, pero sí espiritualidad sin religión". Y no se trata de una patología -como hasta ahora solían definirse esas experiencias en los manuales criterio diagnostico como el DSM-IV-- sino de experiencias al alcance de unos electrodos colocados estratégicamente en el cerebro, el resultado de disciplinas espirituales, traumas cerebrales o efecto de determinadas drogas. Pero no es algo que esté fuera de nosotros --fuera del cerebro-- sino en la interacción de elementos neurológicos. Pero, y esto es importante, eso no quiere decir que sea algo falso, una alucinación, sino una percepción de otra realidad que se implica en las sutiles y profundas características de una realidad que nos trasciende y de la que formamos parte.

"Cerebro espiritual" quiere decir que este órgano humano posee "estructuras que, debidamente estimuladas son capaces de generar experiencias espirituales, místicas, religiosas o de trascendencia". El que el cerebro produzca experiencias espirituales plantea problemas para delimitar entre materia (el cerebro es puramente material) y espíritu, entre natural y sobrenatural, e incide directamente en la cuestión del origen de la religión, puesto que -aunque espiritualidad y religión no son iguales-- la segunda se basa sobre la primera.

El vocablo "espiritualidad" que defiende Rubia debe ser según él correctamente definido, teniendo en cuenta que la experiencia espiritual -que no es igual, ni mucho menos, a la experiencia religiosa-- se da en niños y agnósticos, amén de personas que pertenecen a corrientes que deben ser estrictamente definidas como ateas, tales como el budismo (otra cosa es que muchos budistas iletrados hayan considerado, a posteriori, a Buda como un dios y le rindan culto), jainismo, taoísmo, algunas formas del hinduismo...

El autor define así la espiritualidad: "Sentimiento o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de atemporalidad, de acceso a otra realidad diferente a la cotidiana, que se experimenta más vívida e intensamente que la realidad cotidiana, producida por una hiperactividad del cerebro emocional. La espiritualidad aún no es religión (por ejemplo, los estados espirituales producidos por la audición de música ), pero es la base de toda religión, que no se entiende sin la existencia de la "segunda realidad".

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