Pepe Viyuela es uno de los rostros más característicos del audiovisual gracias a su Chema en la serie de televisión "Aída" o a su Filemón cinematográfico. Pero por encima de todo esto es un clown. Pepe, que empezó en el oficio tras recibir calabazas en todos los castings a los que se presentaba, trae a Vigo su último espectáculo "Encerrona". Mañana actuará a las diez de la noche en el Auditorio del Centro Cultural Caixanova dentro de la programación del Festiclown e intentará que el público disfrute haciendo lo que mejor se le da: el payaso.

–En "Encerrona" su personaje se queda encerrado en el escenario. El argumento suena bastante irónico...

–Es una metáfora del hombre perdido, algo que experimentamos todos los días desde que nacemos. Nos vemos arrojados a un mundo al que no hemos pedido venir y en el que tenemos la obligación de vivir y hacer el ridículo constantemente, cometer errores y equivocarnos. "Encerrona" es esta experiencia, que para mucha gente puede ser maravillosa o ser trágica.

–¿Se llegó a sentir alguna vez encerrado en tus personajes?

–Con éste en concreto no. El payaso me permite unos niveles de goce y disfrute a los que difícilmente accedo con otros personajes. Cuando necesito dosis de disfrute escénico busco al clown e intento llevarlo y representarlo donde sea.

–De hecho, confesó en otra entrevista que para ti la televisión es como "comer de lata".

–La televisión o el cine tienen un componente de manufactura, se hace y se deja enlatado y se sirve cuando se quiere o las veces que quiere. En el escenario del teatro tenemos algo vivo, latente. Por eso, aunque parecía que el cine y la tele iban a comerlo o a empujarlo a la extinción, han reforzado su carácter. Los efectos especiales jamás podrán superar la maravilla del espectáculo en directo cuando es bueno.

–Vamos, que le gusta hacer el payaso.

–Me gusta y además me gusta mucho que me llamen payaso. Si hoy en día existiese la posibilidad de que en el DNI pusiese la profesión yo no elegiría actor o artista, pondría payaso. El payaso representa al extravagante, al ser humano sin ambiciones de potencia, la sinceridad y la cercanía. Me gusta más identificarme con los marginales que con los triunfadores infelices que llenan los ministerios, los partidos políticos, las empresas…

–Regresa a Vigo un mes después de su última actuación. ¿Con ganas de enfrentarse al público gallego de nuevo...?

–El público gallego siempre es un público muy receptivo y con un sentido del humor muy particular, muy fino. Cada vez que aparece en agenda una ciudad gallega es un motivo de alegría. Galicia en general es un lugar donde da mucho gusto llegar.

–¿Morirá artísticamente con los zapatones puestos?

–Ojalá. Si a algo aspiro es a envejecer con mi personaje. Los buenos payasos son los payasos viejos, con un cúmulo de años a la espalda y un montón de experiencias vitales y profesionales. Me gustaría mucho llegar a ser un viejo payaso.