Si obviamos su larga experiencia periodística podríamos recordar, al menos, algunas de su novelas y ensayos como “Amigos íntimos”, “Ser feliz”, “Extrañas parejas”... En 1999 fue finalista del Planeta con “El Egoísta”, tiempo que antecedió a premios como el Francisco Cerecedo o Víctor de la Serna. Su último libro, “Llegó el tiempo de las cerezas”, es una reflexión novelada sobre el paso del tiempo.

-Ese título evoca una canción revolucionaria, obrera y francesa del siglo XIX...

-Cierto pero yo lo elegí en honor de Montserrat Roig, a la que yo conocí y admiré mucho y que escribió un libro de parecido título hace muchos años. Yo ya veo el tiempo de las cerezas pero ella murió antes de que le llegara a su vida.

-En ese libro de ella de los 70 aleteaba un fondo de soledad ¿También en el suyo?

-Era otra historia, nada que ver con la mía. En cualquier caso, en mi novela no es sólo la soledad sino la historia de una mujer de 60 años con la que yo quise explicar cómo una persona se puede frustrar por cosas insignificantes. Y la crónica de una verdad sobre la experiencia del miedo al paso del tiempo.

-Es que es difícil ese momento de la vida en que ves que todo a tu alrededor va cayendo a hachazos...

-Los orientales dicen que nos pasamos media vida construyendo el ego y la otra media destruyéndolo. No es algo pesimista. Es peor un tipo viejo y ególatra que aquel que no mira el ombligo sino lo que tiene alrededor.

-¿Por qué pasa el tiempo tan deprisa?

-El tiempo pasa más deprisa cuando somos mayores porque cuando somos jóvenes todo son novedades, sea un país, un amor... De mayores tendemos más a pensar eso de Paul Bowles: “¿Cuántas veces más verás salir la luna llena?”

-Esa es una de las caras amargas de envejecer...

-En mi novela, lo que repito como un exorcismo es que la manera de enfrentarnos al tiempo depende de nuestra actitud. Si sabemos adaptarnos a ese paso del tiempo no llegaremos a ser viejos en el peor sentido de la palabra. Podremos dormir sobre una almohada llena de buenos recuerdos.

-Hay un duelo por el cambio ¿no?

-Hay una adaptación a otra etapa pero también los adolescentes sufren un cambio difícil al dejar la etapa de protección.

-Con esta crisis ¿podríamos cantar “Le temps des cérises”?

-El tiempo de las cerezas llega siempre pero es breve y hay que atraparlo, disfrutarlo.

-¿Cree que anuncia un cambio de sistema o es un simple cambio de piel?

-Ya me conformaría yo con que obligara, al menos, a un cambio de piel. En la epidermis se manifiestan también las enfermedades más profundas.

-¿Servirá al menos para aprender la lección necesaria de la austeridad?

-Fíjese las contradicciones de este sistema que basa su supervivencia en que consumamos pero, si consumiéramos todos como pretenden, el planeta se extinguiría. Y ahora que con la crisis hemos decidido frenarnos por miedo económico al futuro, nos dicen que debemos consumir. Mire, yo creo que cada uno debiera aplicar su propia ética y hacer las cosas bien para adecentar el mundo que le corresponde.