La quema de las 'madamitas' marca el inicio oficioso de la primavera -más allá de su comienzo en el equinoccio del 21 de marzo- y mantiene vivo el rito de la "purificación" de los apestados que acudían en la Edad Media a la fiesta de San Lázaro, donde hubo una leprosería -en el solar que ahora ocupa el colegio Curros Enríquez- y tres capillas a lo largo de la historia dedicadas al patrón. La última fue trasladada en la década de los 80 al barrio de Peliquín, que este pasado fin de semana también festejó al santo. El parque de San Lázaro aúna fe, ritos paganos, música y curiosidad. De la procesión del patrón a la compra de rosquillas y el espectacular estruendo final. Este año, con un tiempo más invernal que de primavera.

En el céntrico espacio convergieron la algarabía de los gaiteiros y cabezudos, la solemne procesión con el santo, la tradición de las rosquillas y golosinas, y la traca final, ruidosa: el ritmo de la pólvora que mece las figuras hasta que las devora. El impulso que provoca el movimiento sucesivo de cada una de la piezas lo genera la explosión de la pólvora, colocada en pequeños tubos con retardo a lo largo de la estructura para lograr las oscilaciones deseadas -estallan como fuertes petardos-- hasta el boom definitivo, que aniquila la figura de los personajes representados y sus atuendos, confeccionados con papel de vistosos colores. El espectáculo corrió a cargo de la pirotecnia ourensana Josman, perpetuando un rito pagano con origen en el siglo XII que simboliza el cambio de estación y la "purificación" en el domingo previo al de Ramos.

La traca final con las 'madamitas' comenzó a las 13 horas, ante la mirada atenta de niños -algunos temerosos-, así como padres y abuelos que un día lo fueron. Dos horas antes, para los creyentes, la iglesia de Santo Domingo acogió una misa en honor a San Lázaro, seguida de la procesión hasta el templo de los Franciscanos. Además de vecinos, asistieron miembros de la corporación. Decenas de puestos típicos, con comerciantes llegados de distintas zonas de Galicia, rodearon durante toda la jornada, pese al mal tiempo, el parque de San Lázaro. Era una imagen que remitía al pasado con un sabor delicioso: rosquillas, panes de trigo y centeno, quesos y chorizos para abrir boca.

El San Lázaro también llenó de fiesta O Peliquín, que celebra el patrón desde que en la década de los 80 la iglesia que estaba en el parque fue trasladada piedra a piedra al barrio y reconstruida.