Las zapaterías Lovi de Lalín nacieron hace 30 años en un céntrico bajo de la actual calle Antonia Ferrín cerrado desde el pasado mes de marzo. La otra tienda del matrimonio compuesto por Celsa Casal Montoto y Luis Alberto López Villar mantiene abiertas sus puertas al público en la también bien situada calle Wenceslao Calvo Garra. Todo indica que jubilado Luis Alberto y con Celsa a punto de hacerlo el emblemático comercio lalinense terminará dejando de pertenecer a esta familia dezana, tal y como reconoce ella misma durante su entrevista para FARO DE VIGO.

-¿Qué fue lo que les animó a cambiar la clínica del doctor Rapariz por un negocio de zapatos?

-Un buen día el doctor nos dijo que la clínica no iba a seguir funcionando después de su jubilación porque no tenía en la familia quien lo sustituyera. Entonces, yo tenía un hermano casado con una chica que trabajaba en una zapatería en Santiago, que fue la que empezó a animarme a montar el comercio y ahí nació la idea de establecernos. Eso fue en el 89, y empezamos justo debajo de esta delegación con el nombre de Lovi, que es el acrónimo de los apellidos de mi marido. La chica de la que te hablo me hizo ir a ver lo que trabajan ellos en Santiago, que era una moda para gente joven, y me comentó que podría encajar en Lalín.

-¿Había competencia cuando abrieron la primera tienda?

-Sin duda, había una competencia muy fuerte porque recuerdo que estaba abierto Calzados 2000, que ya cerró, el Siglo y Touceiro, y creo que alguno más. Lo que hicimos fue tener claro desde el principio que nuestro público tenía que ser gente joven por de hecho en la primera de las tiendas pusimos en el rótulo lo de moda joven. Y funcionó realmente muy bien, además. Desde luego, nada que ver con los tiempos de ahora.

-¿Cómo fue la primera vez que se puso detrás de un mostrador?

-Es curioso, pero recuerdo perfectamente la ropa que llevaba el primer día que abrimos el comercio. Fue algo muy novedoso porque aquello era algo mío, a lo que me iba a dedicar y donde no iba a depender de nadie. Me gustaba mucho porque era algo por lo que tenía que luchar. En aquella época tengo que reconocer que, aunque estaba algo nerviosa, tampoco me dio vértigo la nueva aventura porque no lo piensas. Ahora seguro que todo te da más miedo. Yo no pensaba en los riesgos ni en nada parecido porque creía que aquello tenía que funcionar sí o sí. La segunda tienda la abrimos el año que se casó mi hija Susana, hace unos 15 o 16 años. Compramos aquel local porque el primero el señor decía que no vendía y lo hicimos pensando en dejar la esquina con la calle Alcalde Ferreiro. Empecé a liquidar lo que tenía aquí para abrir allí. Fuimos continuando, allí puse a una empleada, y como con la dos se vendía bien me quedé con ambas. De todas formas, la primera intención era cerrar esta y seguir en la de Wenceslao Calvo Garra.

-¿A quién es más complicado intentar vender unos zapatos?

-A la gente mayor es más complicada calzarla porque tiene juanetes o tiene callos. En nuestro caso, la mayoría de las marcas que vendíamos en las dos tiendas eran las mismas, aunque en la de Calvo Garra empezamos con marcas nuevas y liquidando a precios más baratos la de la esquina con Alcalde Ferreiro. Eso sí, tenemos una clientela muy fiel desde que empezamos. Ayer mismo entraron en la tienda dos señoras, una madre y una hija, que me dijeron que les daba mucha pena que se cierre la tienda porque tanto una como otra presumían de ir bien calzadas porque compran en nuestro comercio sus zapatos.

-¿Dónde radica el éxito a la hora de vender un producto?

-Yo creo que es fundamental ser abierto con el cliente y poner buena cara aunque te digan lo que no deben. Yo ya tengo una edad e hice un Bachillerato Superior Administrativo, y no fui a la universidad ni nada, pero no le falto al respeto nunca a nadie. Desgraciadamente, hay gente que te falta al respeto cuando estás detrás del mostrador. Tú tienes que aguantar todo lo que te digan pero no es de recibo que pongan en duda si el zapato es de piel, que te digan que les parece todo carísimo o que robamos con nuestros precios. Es evidente que los precios que pones no pueden gustar a todo el mundo, pero yo si entro en una tienda y me puedo permitir el lujo de comprar una determinada prenda lo hago, pero si no puedo no se me ocurre decirles que me están robando.

-De lo dos, ¿quién es mejor vendedor, usted o su esposo?

-Creo que yo. Él es más insistente pero yo soy de las que dejó al cliente más suelto porque hay gente que se fía muchísimo de tu opinión a la hora de comprar.