Desolación en las Galerías Oliva un año después: “No entra nadie”
Varios comerciantes se plantean echar el cierre ante la falta de paso en la zona
El derribo parcial de las Galerías Oliva, con la eliminación hace un año de la entrada a través de la calle Gutiérrez Mellado, continúa siendo motivo de discordia entre los pequeños y medianos negocios que operan desde la histórica zona comercial urbana pontevedresa.
Son varios los empresarios que, apenas un año después del inicio de la demolición, han notado un drástico bajón en sus volúmenes de ventas, hasta el punto de plantearse un cierre o traspaso inminente para buscar una localización alternativa tras el derribo. Señalan que la clientela de paso, la que atravesaba las galerías para acceder a la calle Oliva, se ha reducido a mínimos históricos.
“Nos afectó muchísimo a las galerías. Mucha gente que tenía negocios antiguos cerró. Muchísima. Antes teníamos un fluido de gente que pasaba, pero ahora los clientes que entran son solo los fieles. Gente nueva es más complicado”, señala Kevin Santiago, barbero, que trabaja en las galerías desde diciembre de 2022.
“En principio estábamos en una buena zona, con la Peregrina, céntrica, pero como cerraron esta parte entra ya muy poca gente”, recalca, durante un servicio.
Un sentimiento compartido por otros pequeños empresarios de la zona, como Julia Pazos, que regenta la Zapatería Mora, un comercio con más de seis décadas de actividad en el interior de las galerías pontevedresas, en las que quedan cerca de una veintena de negocios de diversa índole desde su inauguración en los años 60.
“Ya ves que no pasa nadie. Si pasan 50 personas al día, aún pasa mucha gente, cuando antes pasaba muchísima más. Y aquí esto está muy mal, sinceramente”, indica Pazos, que sobrevive actualmente del mismo modo que Santiago, gracias a sus fieles. “Tengo clientela fija que me dice: “Te vengo a ti porque si no, no venía”. Aguanto por ellos”, asegura.
En el caso de la zapatería, señala que la falta de tránsito ha sido uno de los principales factores, si no el más importante, en la caída de ventas.
“El paso se redujo muchísimo. Antes, cuando llovía, la gente venía hacia aquí, miraba los escaparates. Pero es que ahora, ya ni eso”, confirma, con la mente puesta en un posible cambio de rumbo para su negocio.
“Es más, incluso piensas en que si esto sigue así, buscar otra alternativa. Algo que antes ni nos lo imaginábamos. Nunca se me pasó por la cabeza, pero es que ahora parece que no hay más remedio”, concluye Pazos.
“Otros compañeros dicen que en nada cerraremos todos”
“Está muy complicada la situación. Todos los días estamos así. Sin nada de gente, no hay paso, no hay nada. Llega un momento en el que te desesperas, porque haces ofertas pero no llega a la gente porque no pasa por aquí”, reconoce Dahiana Acosta, dueña junto a su marido de la tienda de deportes Dequip.
“La campaña de Navidad fue algo complicada. Como tienda de deportes, el Bono Deporte de la Xunta ayudó un poco, pero ahora ya nada. Está todo en rebajas y la cosa parece que va muy mal”, añade. En su caso, después de cuatro años al frente del comercio, no cuenta con muchas expectativas ante el anuncio de que una gran cadena de ropa se vaya a instalar allí, emprendiendo un proyecto que permita colateralmente revitalizar al resto de negocios.
“No sabemos lo que va a pasar con el cierre. Sigue allí. Yo ya digo que esto no va a ir para adelante porque lleva mucho tiempo parado. Entonces, como tienda, intentamos mantener pero no ves que con el esfuerzo salga adelante y mejore esto”, comenta Acosta, con resignación. “Hablamos con otros compañeros y todos dicen lo mismo, que en nada cerraremos todos, porque vas manteniendo pero no puedes hacerlo mucho más, porque hay que pagar facturas. Esto está vacío todos los días”, subraya.
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