La Nochebuena más triste de la N-541

Cerdedo-Cotobade recuerda a las siete víctimas mortales del siniestro | En el lugar del accidente continúan las obras para reforzar la barrera del puente por la que cayó el autobús | La causa judicial prosigue su curso

Un ramo de flores recuerda en el puente, un año después, a los fallecidos. // Bernabé/Javier Lalín. |

Un ramo de flores recuerda en el puente, un año después, a los fallecidos. // Bernabé/Javier Lalín. | / Bernabé/Javier Lalín.

Ana Cela

Ana Cela

Nadie está preparado para afrontar una tragedia como la de aquella noche, ni siquiera quienes por ejercicio profesional, están más habituados a encarar estampas dramáticas, sencillamente porque lo suyo es intentar ayudar a aquellos a los que les toca sufrirlas. La de 2022 fue la Nochebuena más triste que se recuerda en la N-541, una carretera nacional que vertebra un amplio y poblado territorio de la comunidad gallega, uniendo Pontevedra con Ourense. En esa noche de tempestad, antes de que en cada hogar comenzase la cena más entrañable del año, un autobús se salió de la calzada a la altura de Pedre y se precipitó desde un puente a un río Lérez que bajaba con las aguas crecidas y agitadas. Solo dos personas lograron salvar la vida. No hubo la misma suerte para otras siete, ni tampoco para todos los que –cuando se cumple un año de aquella tragedia– los añoran con todas sus fuerzas.

Momento en el que sacan el autobús del río. // Bernabé

Funeral de aniversario en Cerdedo. / Bernabé/J. Lalín

La quincena de integrantes de Protección Civil de Cerdedo-Cotobade son voluntarios. Todos ellos tienen sus propios trabajos y dedican el tiempo que pueden a esta ayuda desinteresada. Es por ello que el servicio no tiene guardias. Tampoco aquella noche. Todos los integrantes de la agrupación se encontraban en sus casas, dispuestos para sentarse a la mesa de Nochebuena. El teléfono de su presidente, Javier Lois, sonó repentinamente. Alguien le preguntaba si sabía algo de un accidente en la N-541, en Pedre., porque la valla del puente estaba rota y había un quitamiedos tirado en la calzada. Era el primer aviso y decidió ponerlo en el grupo de Whatsapp de la unidad, por si alguien tenía más datos o si podía acercarse, con uno de los potentes focos que llevan en sus vehículos, a echar un vistazo. “Al poco tiempo un voluntario me llamó y me dijo que un autobús se había caído al río”, recuerda Javier Lois, que confiesa que en un primer momento llegó a pensar que se trataba de una broma. Nada más lejos.

Funeral de aniversario en Cerdedo.  // Bernabé/J. Lalín

Momento en el que sacan el autobús del río. / Bernabé

“Nos levantamos de la mesa y fuimos para allí. Al alumbrar, podíamos ver al conductor sentado al volante, haciéndonos señas. Con el ruido del río y el viento no conseguíamos escuchar nada”, recuerda Lois. También tiene muy presente la impotencia que sintió en ese momento. La agrupación no contaba con el material necesario para descender al río desde el puente, así que no tuvieron más remedio que aguardar a que llegase Emerxencias de A Estrada. “Fue una angustia tremenda. Pensé en bajar con una cuerda”, confiesa este voluntario de Cerdedo-Cotobade, muy consciente de que hacerlo hubiese sido poner en riesgo al equipo y a sí mismo, sin la menor de la garantías en unas condiciones como las de aquella noche. “Son momentos de mucha angustia porque no sabes qué hacer: te ves allí y no puedes hacer más”, apunta, al tiempo que recuerda la fuerza del agua y que el nivel del río crecía por momentos.

Poco después llegaron a Pedre los efectivos que llevaron a cabo la operación de rescate esa noche: los bomberos de Pontevedra, Deza-Tabeirós y Emerxencias A Estrada. Cuando esta última unidad llegó, el agua todavía no había comenzando a inundar la cabina, Su responsable, Carlos Faílde, asumió el mando del operativo, que logró rescatar al conductor y hallar a otra superviviente. Necesitaban saber con urgencia cuántas personas viajaban en el autobús, una pregunta que no encontró fácil ni pronta respuesta.

Aquella noche fatídica arrancó una búsqueda angustiosa. “Las condiciones estaban en contra”, recordó Javier Lois. Con los medios apropiados, el operativo pudo rescatar a esa noche a los dos supervivientes –el conductor y una pasajera que viajaba justo detrás de su asiento– y los cuerpos de dos de los fallecidos. Alrededor de las 05.30 horas las condiciones obligaron a suspender momentáneamente los trabajos, pero solo por espacio de dos o tres horas. “Yo y otro compañero pasamos dos días sin ir a casa”, recuerda el presidente de la agrupación de voluntarios de Protección Civil de Cerdedo-Cotobade. Por Pedre pasaron durante tres días todos los integrantes del colectivo, tratando de ayudar en todo lo que fuese posible. El día de Navidad se consiguió rescatar a otra víctima del interior del autobús y a tres más en el río. Sin embargo, el 26 de diciembre se localizó a una séptima e inesperada víctima, a 500 metros de al autobús. El operativo de localización ya se había cerrado, pero se reabrió después de que el hijo de la mujer que sobrevivió alertase de que su madre no viajaba sola.

Las víctimas

El accidente de autobús de Pedre segó la vida de María Mercedes Castro Blanco, de 58 años de edad y vecina de Santo André, en la parroquia agoladense de Carmoega. Se habría subido al autocar en Lalín, en donde había dejado estacionado su coche, pues no le gustaba conducir. Se desplazaba a Pontevedra para pasar las fiestas de Navidad junto a su hermana.

María Cruz Castro Eiras, afincada en Lalín, gozaba de una merecida jubilación después de muchos años de trabajo. De 73 años de edad, era oriunda de otra parroquia de Agolada. Junto a ella viajaba su hijo Jaime Val Castro, que acompañaba a su madre a Pontevedra para pasar las fiestas con sus otros dos hermanos. Él era el menor.

Guadalupe Díaz González era profesora y, aunque natural de Lugo, vivía en Lalín. Tenía 44 años y dos hijos, de 8 y 5 años. Se subió al autobús en Lalín para ir a pasar la Navidad con su madre, que reside en Pontevedra.

El trágico accidente segó también la joven vida de Eneas Valverde Ruibal, de solo 21 años y vecino de Nigrán. El más joven de los pasajeros había comenzado un ciclo superior de hostelería y turismo en Lugo y regresaba a casa para pasar la Nochebuena con su familia. El siniestro también se llevó a Edith Luz Luya Quispe, natural de Perú y afincada en Arcade (Soutomaior). Tenía 49 años y cuidaba a una persona mayor en Cerdedo-Cotobade. A la lista de fallecidos se sumó María Luz Álvarez Gutiérrez, de 47 años. Era vecina de Lugo, aunque originaria de Vigo. Iría acompañando a la mujer superviviente, con quien iba a cenar en Nochebuena.

Todos ellos fueron recordados este viernes en una misa funeral celebrada en la iglesia de San Xoán Bautista de Cerdedo. Un ramo de flores recuerda también lo sucedido en el puente de Pedre, donde en estos momentos continúan las obras de reforma. Estos trabajos contemplan la reparación del sistema de retención. Se resolvió cambiar la barrera por un nuevo sistema de seguridad, lo que obliga a reforzar y ampliar el tablero del viaducto. Ello exige cortar al tráfico uno de los carriles de la N-541, que en este tramo tiene circulación intermitente. La reforma comenzó nueve meses después del accidente, el pasado septiembre, y todavía continúa.

Pacto de Pedre

El suceso motivó a lo largo de este primer año movilizaciones en defensa de que se eleve la seguridad vial en esta carretera nacional a través de una reforma integral. Al abrigo de estas reivindicaciones nació el Pacto de Pedre, respaldado por los alcaldes de Cerdedo-Cotobade, Boborás, Beariz, Punxín, O Irixo, Maside y O Carballiño, a lograron recientemente el apoyo de las diputaciones de Ourense y Pontevedra, así como del Concello de Ourense.

La causa por esta tragedia sigue todavía su curso judicial. Los dos supervivientes, Rosario González y el conductor del autobús siniestrado, han comparecido ante el juez en los últimos meses. La última en hacerlo ha sido Rosario, que avaló al chófer: “conducía bien, despacio”, dijo. Su versión choca con el análisis de la Guardia Civil, que apuntó al exceso de velocidad como causa principal del accidente. Sin embargo, la superviviente aseguró que en ningún momento percibió ni volantazos ni movimientos bruscos y añadió que el conductor era consciente de las malas condiciones. “Decía que tenía que ir despacio porque no se veía”, declaró como testigo. Apuntó también tener la sensación de que el autobús “se fue en plancha, en una especie de aquaplaning, que se deslizaba y el conductor no podía tener el control”.

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